
Las redes sociales (léase Facebok, Instagram…) abundan en exhibicionismos varios. Me pregunto, por ejemplo, ¿por qué tantos sienten el estímulo de hacer público lo que comen o el lugar que visitan? ¿Cuál es la necesidad de airear la privacidad para que el mundo se entere de lo que hacemos o dónde estamos? Distinto es –me parece– si, a través de la gastronomía o geografía, extraemos contenidos de interés general.
Pero suele ser de otro modo: si te comes un bocadillo de jamón ibérico a orillas del mar Adriático o una ración de gambas al ajillo sentado en una terraza ibicenca, ahí está la foto de turno para corroborarlo.
La respuesta, como en la canción de Bob Dylan, quizá esté en el viento: «The answer is blowin’ in the wind…».
Quizá sean ganas de transmitir la emoción del momento, o tratar de sublimar algo pueril cuando no hay palabras o da pereza buscarlas.