EL UNICORNIO

Julián Moral

unicEs probable que el mito y leyenda del unicornio se deriven en principio, aunque no solamente, de las creencias extremo orientales relacionadas con el rinoceronte indio, ya que prácticamente los autores más acreditados que  han escrito sobre el fabuloso animal mezclan características del rinoceronte con las de otros animales: asno salvaje, antílope, caballo, cabra… Descripciones, por otro lado, en las que la apariencia del unicornio es muy variada, aunque predomina la forma equina, pero, generalmente, con pezuña hendida y, a menudo, con barba de chivo. Y, claro está, en todas con un único y mítico cuerno en la testuz.

La imagen híbrida del unicornio y las propiedades purificadoras y afrodisíacas atribuidas a su cuerno se instalaron en el pensamiento y creencias de muchos humanos durante más de mil quinientos años, en un recorrido que va de lo simbólico-mítico en relación con el poder real y sexual, a lo icónico moral-religioso, pasando a la leyenda y fábula literaria. Al cuerno, por otro lado, se le atribuyeron propiedades de talismán, amuleto y elixir taumatúrgico.

Se trataría, por lo tanto, de analizar cómo lo mágico-mítico da un paso cualitativo hacia lo mítico-religioso, y de ahí a lo lírico-literario y a lo especulativo-comercial, para centrar el tema en la especial influencia de las citas bíblicas del unicornio y la evidente relación simbólica y de mutua influencia  entre los distintos veneros que surten el cauce de este mito leyenda: el ya mentado de las creencias extremo orientales, la tradición asirio-hebraica, la greco-romana, la cristiana primitiva y la tradición medieval, que ya nutre el Renacimiento y posteriores, la literatura de viajes y toda la mística de las propiedades del mágico cuerno.

Hay eruditos que hacen referencia al mito primitivo (Extremo oriente), como una parábola de lucha entre la diosa Luna (matriarcado) en cuarto creciente (unicornio) y el dios Sol (patriarcado). Así Robert Graves escribe en La diosa blanca: “Pero no se debe olvidar que el historiador Ctesias del siglo V a. C., el primer griego que escribió acerca del unicornio, describe su cuerno, en Indica, como blanco, rojo y negro”. Y añade Graves: “Estos son los colores de la diosa Luna Triple”.

uniExisten coincidencias, efectivamente, que señalan la obra Indica del mentado Ctesias como la primera referencia occidental al unicornio: “Hay en la India ciertos asnos salvajes que son grandes como caballos y mayores incluso. Tienen el cuerpo blanco, la cabeza de un rojo oscuro y los ojos de un azul intenso. Poseen además un cuerno en la frente de codo y medio de longitud”.

Autores coetáneos de Ctesias, y posteriores del mundo greco-romano, mencionan al unicornio en sus tratados de zoología. Aristóteles (Hist. Anim. III, 9) creía con reservas en su existencia, pues consideraba a Ctesias un fabulador; Plinio (s.I, d.C) y Elio (s. III, d.C), que se basan en Ctesias, citan varias formas de unicornios en sus escritos. Herodoto, Hist. IV, 191, habla de cierta clase de antílopes de la región oriental de Libia, pero ya introduce la duda de la posible confusión que puede producir una visión de perfil del animal. Jenofonte en la Anábasis también lo menciona, así como Julio Cesar y Apolonio de Tiana, entre otros.

Ctesias, que fue médico en la corte persa de Artajerjes III, es muy probable que observara en Persépolis un  bajorrelieve que representa a un león con sus garras y dientes clavados en un animal unicorne. Este bajorrelieve, que al igual que otros similares en Susa, muestra una simbiosis de antílope, toro y cabrón con un solo cuerno (aunque también una sola oreja) pudo influir en la descripción recogida en Indica. Así pues, la idea del unicornio sería anterior al médico griego, pero, además, los eruditos del tema señalan que no se conoce ninguna imagen de frente de animal unicorne anterior a Ctesias. Y esto nos remite a la vez a un muy probable venero anterior del mito: el asirio-hebraico.

No les quedan dudas a asiriólogos e historiadores sobre las figuras unicornes de Persépolis y Susa como imitación de las de Nínive, Babilonia o Ur. También se daban representaciones de perfil unicorne (antílopes, gacelas) en bajorrelieves de Egipto y Nubia. Representar animales astados de perfil con un solo cuerno, en sellos, cilindros, estelas, obeliscos o monedas pudo ser, en opinión de los expertos, una forma artística convencional que se extendió por el Creciente Fértil y sus áreas de influencia.

unicornioPor otro lado, no cabe duda de que en el mundo sumerio, acadio, asirio, caldeo y hebreo los animales astados eran un símbolo natural de poder, fortaleza, vigor sexual y fecundidad. La representación icónico-simbólica del búfalo y el toro salvaje (probablemente el “uro”) en la antigua Mesopotamia, queda documentada de forma abundante y testimoniada en los escritos cuneiformes: “Tú has hecho que haya un búfalo impetuoso en Uruk-el Redil. / El no tiene rival y enhiestas están sus armas”. Estos versos se refieren al poema de Gilgamesh, en el que más adelante se hace referencia a la arcaica costumbre del privilegio o derecho a la desfloración de la primera noche: “donde Gilgamesh, pletórico de vigor, / y cual búfalo, ejerce su despótico poder sobre los jóvenes”.

La identificación posterior del búfalo en los bajorrelieves con un animal unicorne, cuando ya aquel y el toro salvaje habían posiblemente desaparecido en el Creciente Fértil por la presión cinegética, tuvo que ser determinante (borrado su recuerdo real) para asociar, no sólo en el pensamiento asirio-hebraico posterior, sino en el pensamiento persa y griego, la fuerza y poder del animal icónico por un lado y su potencia sexual reproductora por otro, en una confusión de imágenes de animales icónicos astados en la que el unicornio y su mítico cuerno fálico ya resultaría muy difícil disasociar de la realidad.

Los eruditos señalan esta posible vía del mito como asirio-hebraica, no sólo por la conexión cultural histórica de estos dos pueblos, sino por las repetidas alusiones bíblicas al simbolismo del poder, la fuerza y la sexualidad de un animal astado cuyo vocablo hebreo para designarlo era re’em, traducido al griego de la Septuaginta como monókeroos, unicornius en latín.

Es muy improbable que los escribas hebreos anteriores al exilio babilónico, los del exilio y del post-exilio se refiriesen con el vocablo re-em a un animal desconocido e inexistente como el unicornio. También era muy poco probable que conocieran al rinoceronte. Además, el búfalo salvaje se denominaba en asirio rimu, un vocablo parecido al hebreo re’em. El posible error de traducción de la Septuaginta reforzó la leyenda del unicornio y fue determinante para dar verosimilitud y encauzar el mito a la vía cristiana.

detalle_184Pero conviene analizar antes las referencias bíblicas para tratar de comprender la extraña fascinación mística que se instaló en el pensamiento religioso alrededor de un animal del que no había referencias contundentes de su existencia Estas citas bíblicas tienen, por un lado, una potente carga erótica que entronca con los simbolismos mesopotámicos y hebreos de fecundidad y selección sexual: “Pero exaltarás mi cuerno como el cuerno del unicornio: me ungirás con aceite nuevo” (Salmos 92.10). Por otro lado,  en Job 39.9-13, Yahvé alerta a través de Job de las nada fiables alianzas con los asirios: “¿Atarás tú al unicornio con su coyunda para el surco?, ¿labrará los valles en pos de ti?”. En otros casos se implora la protección de Yahvé contra la fuerza representada por los asirios en la metáfora, una vez más, de su animal mítico: “Óyeme librándome de los cuernos de los unicornios” (Salmos, 22.21). En Isaías 34.7 es una admonición, posible referencia a la caída del imperio asirio en manos de los caldeos del imperio neobabilónico: “Y los unicornios caerán con ellos, y los novillos con sus toros”.

La relación de confrontación histórica entre hebreos y asirios la encontramos en los bajorrelieves con escritura cuneiforme y representación de animales (figura de unicorne incluida) del obelisco encontrado por Henry Layard a orillas del Tigris en el Tell Nemrod, que, tras la interpretación de su texto, resultó ser un monumento para perpetuar la victoria del rey asirio Salamansar III (858-824 a. de C.) sobre Jehú, rey del reino hebreo del norte de Israel. No obstante, conviene señalar que para algunos exegetas de la Biblia, el unicornio mentado en los textos sagrados pudo ser el rinoceronte indio, aunque la India quedaba un tanto alejada del contexto bíblico.

unicornio-1Pero el posible error de traducción de la Septuaginta hace que el mito pase de lo icónico-mágico a lo icónico-religioso y se sincretice en el simbolismo mítico cristiano a través de la moralización edificante que se hacia con las “animalias” de la naturaleza. Padres de la Iglesia como Tertuliano, Ambrosio o Jerónimo, por ejemplo, creen y dudan alternativamente de la existencia del unicornio. Posteriormente, otros como S. Isidoro (Etimologías) siguen la descripción del Phisiologus (comienzos del cristianismo), que contiene ya los ingredientes típicos y tópicos de la leyenda referidos a la captura del mítico animal con la ayuda de una doncella que amansa su fiereza y lo duerme en su regazo. El trasfondo erótico es evidente, pero este símbolo arquetípico asirio-hebraico de potencia, de poder (para los profetas hebreos de poder del mal) y de potencia y selección sexual que se trasluce en las Escrituras, ya en la concepción y tradición cristiana medieval, tenía que transformarse en un nuevo símbolo de pureza y trasunto de la Virgen y su Hijo. Algunos exegetas cristianos no resultarían tan torpes como para no sospechar en las referencias bíblicas al unicornio un contenido alegórico sexual en unos casos, de fascinación por el simbolismo del poder en otros o de rechazo a alianzas o pactos con sus enemigos más poderosos. Referencias, en fin, a los asirios (como están demostrando los más recientes estudios y restos arqueológicos), vistos y relatados por profetas y escribas a través del simbolismo sexual y de poder del búfalo, el toro salvaje, el cabrón, etc., animales astados sistemáticamente representados en la iconografía artística asirio-babilónica.

El viejo mito del animal icónico de la realeza de la tradición mesopotámica se convierte ya en la Edad Media en alegoría de la pureza  de la doncella (la Virgen) que atempera la lascivia. Así, asociada también su pretendida castidad (del unicornio), al igual que su fuerza, su valor, etc., al ideal caballeresco, se multiplica su representación en códices iluminados, en los bestiarios como animal benévolo, en los bestiarios de amor como arquetipo del perfecto paciente y solitario amador, amén de su repetida figuración en representaciones heráldicas, tapices, pinturas, etc.

La leyenda-fábula literaria se multiplica en el medievo: La Carta del Preste Juan, Hildegarda de Bingen, Marco Polo, Las mil y una noches…, al igual que su profusa representación decorativa (eclesiástica y profana). También en el Renacimiento, donde, además, las supuestas cualidades taumatúrgicas y afrodisíacas del cuerno del mítico unicornio fueron muy apreciadas por los poderosos, dio lugar a un intenso tráfico, manipulación y falsificación de astas de animales terrestres y marinos.

El unicornio, en fin, es una clara proyección benévola de las extrañas criaturas imposibles creadas por la mente humana, que aún pervive como una de las leyendas más inquietantes y cargadas de lirismo de la literatura universal.

 

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