¿EL FIN DE LA NOVELA HISTÓRICA?

Sabino Fernández

the-endEn multitud de ocasiones oímos expresiones en las que se nos viene a decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. No es cierto y nunca lo ha sido, y os lo dice un amante de la Historia. Pero el recuerdo selectivo de lo bueno, y el olvido, también selectivo, de lo malo hace que recordemos los tiempos pretéritos como una época de grandes virtudes y ningún vicio. Esto ocurre en todos los ámbitos de la vida: nuestra percepción de la juventud actual, la formación de la población, la tolerancia…

  No es ajena a esta polémica la novela histórica. Es frecuente oír entre los entendidos que la verdadera novela histórica está en decadencia, que lo que se produce son subproductos pseudo-históricos que desvirtúan la esencia de lo que debe ser una novela histórica correcta, que la documentación de los escritores cada vez es menor y se limitan a leer el artículo de la Wikipedia y que la calidad literaria brilla por su ausencia en este género.

Todas estas afirmaciones tienen una base, pero dimanan de la falta de perspectiva que un lector actual tiene de la evolución de la novela histórica. Igual que somos incapaces de pensar en la evolución del universo de una manera racional, cuando nos hablan de miles de millones de años, o de la biodiversidad en un plazo de 10.000 años, lo somos de ver la evolución de la novela y del género histórico en particular, por ejemplo, en 50 años.

  Existe, es cierto, el claro peligro de las novelas tipo «thriller» con datos históricos confusos, meramente especulativos, falsos o inexistentes, que un librero cada vez menos especializado e inexperto coloca en los estantes de novela histórica sin el menor rubor. Ciertos éxitos editoriales como El código da Vinci han propiciado que el hallazgo de otro «pelotazo» editorial se pretenda con ansia efervescente y se llenen las librerías de este tipo de novelas. No hay que perder de vista que algunas de ellas pueden tener una calidad literaria aceptable, e incluso buena, pero el error reside en su catalogación. ¿Es un peligro real esta confusión? Sí, porque el lector poco versado en este género literario a veces los confunde. Un ejemplo: un amigo al que le recomiendo un libro ciertamente histórico y bien documentado hace un gesto de horror cuando le digo que en el libro se cita un cáliz que podría referirse al Santo Grial. Es normal el susto de mi amigo, pues existen tantos libros especulativos, confusos, con teorías conspirativas sobre el Santo Grial, que su sola mención lo asusta más que a un vampiro una ristra de ajos.

No dejan de existir otros peligros como el de la «romantización» de ciertos periodos históricos. Si alguien me ofrece una novela sobre la Edad Media escocesa, probablemente frunciré el ceño y pensaré que me está ofreciendo una novela romántica, lo cual no es malo si quiero leer una novela romántica, pero sí lo es si quiero leer una novela histórica. ¿Qué decir de temáticas como los templarios o los druidas en los que uno coge el libro como si quemase por el miedo a que le estén dando gato por liebre? Esto siempre representa un «handicap» para quien escribe novela histórica seria y bien documentada, pues casi le excluye esos periodos por el temor a ser confundido en cuanto al género del que escribe.

 Otros muchísimos peligros acechan la novela histórica, como las superproducciones cinematográficas poco documentadas que lo sacrifican todo al impacto audiovisual o como la masificación del género propiamente dicho. No hace tantos años yo recuerdo del orden de tres o cuatro novedades en novela histórica por mes. Ahora la cifra se ha multiplicado, en ocasiones hasta por diez o incluso más. Hay quien dice que de la cantidad sale la calidad. Bueno, yo estoy de acuerdo en que de la cantidad al menos debería salir la variedad, pero a veces ni eso ocurre, como podemos observar con el reciente «fenómeno Hipatia». Una mejor selección por parte de las editoriales de la calidad de sus novelas históricas publicadas nos ahorraría muchas probaturas infructuosas y cierto desprestigio del género, que, sobre todo, se hace sentir en los lectores que se acercan por primera vez a éste.

  como-se-explica-la-luz-al-final-del-tunel-1Otros riesgos no son exclusivos del género histórico, sino que afectan a toda la literatura impresa. La literatura en soportes informáticos, que hacen peligrar al libro como soporte de lectura, es un peligro cierto para toda la industria editorial, que tendrá que adaptarse a los nuevos tiempos. Lo mismo ocurre con el incremento, a veces desorbitado, de los precios de las novelas de este género, que en parte empieza a paliarse con las ediciones de bolsillo, que antes eran inexistentes o muy escasas en la novela histórica. La proliferación de títulos publicados y la imposibilidad de abarcarlos todos para un consumidor medio han propiciado que las editoriales antes reacias a no hacer ediciones de bolsillo de sus novelas históricas hayan replanteado la cuestión.

No quiero dejar por tanto un mensaje catastrofista del futuro de la novela histórica. Yo creo que es halagüeño y que no hay motivos de grandes preocupaciones en cuanto a un próximo fin de la novela de género histórico rigurosa y de calidad. Esa perspectiva de más de 50 años nos hará ver que hubo en nuestra época grandes novelas históricas, como las hubo en el siglo XX y las seguirá habiendo en el siglo XXII. Es cuestión de paciencia y de que vivamos los suficientes años.

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