ISABEL ¿TELEVISIÓN VERSUS CINE?

Juan Angulo Serrano

Hagamos un somero repaso histórico sobre la evolución de los más importantes formatos en los que el hombre ha intentado plasmar físicamente la realidad, o contar cosas, y ver cómo reaccionó cada uno de ellos ante la aparición de nuevos competidores.

La Pintura, el más antiguo, sigue siendo relevante, y la Fotografía, que parecía poder desbancarlo, precisamente influyó en su evolución hacia nuevos estilos: impresionismo, cubismo y toda la infinidad de “ismos” surgidos, que no tenían como objetivo primordial una representación exacta de la realidad.

El Teatro, también vetusto, superó perfectamente el reto que podía suponerle la aparición del Cine que, en un principio, prácticamente sólo competía consigo mismo. El cine mudo desapareció ante el sonoro, y el blanco y negro, que reinó durante décadas, quedó arrinconado por la pujanza del color. Formatos como Cinerama, el 3D de los años 50 y otros pasaron sin pena ni gloria.

La Televisión, que inicia su andadura pública en la década de 1930 (en España no llegaría hasta 1956) no fue, durante mucho tiempo, una opción relevante contra el Cine. Pero en muy pocos años, con la irrupción de la tecnología digital, los avances en este medio han sido espectaculares: alta definición (HD); 3D; vídeo grabadores a la carta; TV por cable, con acceso a cientos de canales; pantallas de 60 pulgadas y más, con imágenes de una nitidez apabullante; blu-ray… Si a esto le añadimos la facilidad de bajar por internet casi cualquier película, pagando o pirateando, y con muy buena calidad, queda claro que al Cine le ha salido su Némesis.

Éstas y otras reflexiones me han surgido al ver la serie de Televisión Española ISABEL. Porque, por ejemplo, a nadie se le ocurre hacer una película de 13 horas, que es lo que dura la primera parte ((desde su infancia hasta su coronación). Continuando con el caso español, la fidelidad a los textos de novelas importantes necesita de muchas horas para conseguirla, como ocurrió con las series LA REGENTA, LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS o EL QUIJOTE (de Manuel Gutiérrez Aragón, con Fernando Rey de protagonista). Y no digamos las extranjeras: LOS TUDOR, LOS SOPRANO o MAD MEN. Todas ellas de una calidad en todos sus apartados, tan buena como una película y con mucha más profundidad y desarrollo de personajes y situaciones al permitirlo su larga duración. La novela por entregas o el folletín, en su sentido más noble, vuelven por sus fueros en estos productos televisivos.

ISABEL me ha gustado. Al principio tenía ciertas reservas, al ver algunos avances publicitarios que no me convencieron. Finalmente, me decidí a ver todos los capítulos seguidos (¡oh, internet!), y me enganchó.

Lo primero que me sorprendió fue su notable rigor histórico, principalmente en los hechos importantes, aunque, como es lógico, se permita las consabidas licencias en este tipo de productos para el gran público, si bien resulta muy apreciable su faceta didáctica. Entra en tantos detalles e intrigas de aquellas cortes que, al terminar cada capítulo, acudía a informarme de la veracidad de hechos que desconocía y prácticamente todos eran correctos. Lógicamente, la ficción descansa sobre las relaciones sentimentales y algún otro acontecimiento menor.

 Nuestra Historia es tan rica en personajes que ojalá siguiéramos la senda de las producciones inglesas, que nos han dado obras maestras en este campo. Máxime si tenemos en cuenta el éxito de crítica y público que ha obtenido ISABEL (ha conseguido el premio Ondas a la mejor serie española). Curiosamente, después de su terminación estuvo nueve meses “enlatada” porque Televisión Española dudaba de su interés. Tanto es así que los decorados estuvieron a punto de destruirse y, gracias a su impacto, se logró conservarlos y van a utilizarse para una segunda temporada que, si sigue en la misma línea, no habrá que perdérsela. Su estreno está previsto para septiembre de 2013. Espero que le dediquen más inversión, ya que se nota bastante la austeridad del presupuesto, sobre todo en las escenas en exteriores, de masas o de acontecimientos importantes con público.

Salvo algunas excepciones, la elección de los actores aporta mucho a su calidad, sobre todo a los que representan los personajes más destacados: Rodolfo Sancho, Pablo Derqui, Bárbara Lennie, Ginés García Millán, Pedro Casablanc, Ramón Madaula, Pere Ponce o Sergio Peris Mencheta. Caso aparte el de Michelle Gener como Isabel, sobre la que pivota toda la serie. En un principio no me parecía adecuada, principalmente por su físico, pero, una vez que has visto los primeros capítulos, hay que reconocer que le imprime personalidad a su papel, independientemente de que esta reina no se le pareciera. Otra virtud a destacar es que los personajes secundarios y hasta los episódicos rayan a gran altura.

Me pareció muy bueno el guion, que mantiene constantemente el interés y la tensión pero, sobre todo, los diálogos que, en ocasiones, alcanzan un gran nivel. Otro de sus méritos es que desmitifica a personas tan emblemáticas como los Reyes Católicos, exponiendo sus logros y sus miserias. Este tratamiento hubiera sido impensable hace treinta y cinco años. Tanto es así que a algunas personas que añoran aquella época no les ha gustado.

 Es una pena que dos de los libros de nuestro querido editor que recreaban esos tiempos, Testamentum y La reina de las tres muertes, todavía no sean guiones de cine o televisión. ¿O qué tal desarrollar del segundo la parte de Juana la Beltraneja?

Curiosidad: ISABEL empieza igual que TESTAMENTUM, con la muerte de Enrique IV y la galopada de los caballeros para informar del suceso.

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