MEL GIBSON Y EL CINE HISTÓRICO (II)

APOCALYPTO

Juan Angulo Serrano

Apocalypto-732074347-largeDespués del éxito obtenido con Braveheart, tarda nueve años en rodar su siguiente película, que igualmente produce y dirige: La Pasión de Cristo, que, como es sabido, levanta una gran polvareda tanto desde el punto de vista ideológico y religioso -no la aceptan bien ni cristianos ni judíos-, como por su crueldad y realismo, que superan a la anterior (Jim Caviezel resultó realmente herido en la escena de la flagelación). Me pareció estupenda, pero necesitaría una reseña completa, por lo que prefiero centrarme en Apocalypto, para mí su obra maestra, que no tuvo tan buena acogida ni de público, ni de crítica, ni en premios. Suele ocurrir.

Gibson vuelve a ser el realizador y el productor, manteniendo las ideas básicas de su estilo: violencia y realismo todavía mayores; utilización de la lengua que se hablaba en la época -en la anterior el arameo y en ésta el maya/yucateco-; decorados reales, sin recurrir casi nada a la digitalización; escenas de muchedumbre con extras de carne y hueso -fueron unos setecientos a los que un equipo de 250 maquilladores caracterizaban cada día de rodaje -; utilización exhaustiva de primeros planos a pesar de tratarse de una película épica y un montaje trepidante, que aquí llega a cotas casi insuperables.

Llegó a decir, creo que con mucha ironía, que era “una de aventuras”, lo cual no deja de ser cierto, y quien la quiera ver así no saldrá defraudado. Pero hay muchísimo más y de profundo calado. En primer lugar, y en las pocas jornadas en las que transcurre, nos da una visión resumida pero contundente de la evolución de las sociedades humanas. El inicio es casi bucólico y, a veces, humorístico –memorable el “gag” de la broma que le gastan al que no consigue dejar embarazada a su mujer con el agravante de la presión de la suegra.

La tribu post-paleolítica vive feliz, integrada en su entorno, pero aparece el ejército de la ciudad “civilizada” que busca víctimas para sus sacrificios humanos. El realismo de las escenas de lucha y destrucción en la aldea acongojan al más pintado, y el traslado a la ciudad de los hombres que capturan vivos sobrecoge por su brutalidad, aunque la escena intercalada de la niña-profeta lo suavice un poco. Al llegar allí se nos muestra magníficamente, en unos planos sin diálogo, su decadencia, desigualdad y corrupción, que anuncia, tal como parece que ocurrió, su próxima desaparición –véase la sentencia con que se inicia la película. Quiero recordar la escena en la que, a punto de sacrificar al héroe, se cruzan las miradas cómplices del rey y del sacerdote, que son de los pocos que saben que es inminente un eclipse de sol, el cual sume a la población en un histerismo colectivo y religioso que salva a nuestro protagonista, y que demuestra cómo se puede manipular a la sociedad con el poder del conocimiento.

Quienes me conocen, leen mis críticas y escuchan mis opiniones me dicen, posiblemente con bastante razón, que suelo ver “otra película”. Un posible ejemplo: al principio, aparece en la selva un grupo maltrecho, formado prácticamente por mujeres, ancianos y niños, que han sufrido la destrucción de su aldea por el ejército de la ciudad. Piden ayuda, pero el padre de Garra de Jaguar se niega rotundamente. Transcribo a continuación el porqué de su decisión. No tiene desperdicio:

-“¿Qué has visto en esa gente del bosque?

– No lo entiendo bien – dice el hijo.

-Miedo – responde el padre –, miedo que pudre por dentro. Estaban infestados. ¿Lo viste? El miedo es una enfermedad. Repta por el alma de quien lo contrae. Ya ha perturbado tu paz. No te he criado para verte vivir con miedo. Arráncalo de tu corazón. No lo lleves a la aldea”.

ApocalyptoMás tarde, cuando asesinan al padre –otro indudable paralelismo con la muerte de la mujer de William Wallace – vuelve a decirle: “No tengas miedo”.

La segunda y tercera vez que vi estas escenas me hicieron reflexionar profundamente. No sé si Gibson lo pretendía, pero no importa. Una obra de arte esconde mucho más de lo que su creador quiere expresar. Se amplía con la aportación de cada observador.

Ya hablábamos de las contradicciones de este director. Por una parte, hay un indudable canto a la vida natural, ecológica. Pero este MIEDO del que se habla, ¿no ha sido el motor de la opresión y manipulación del hombre a través de los siglos? ¿Miedo a que los de fuera nos ataquen? Pues hagamos un ejército con los más fuertes para que nos defiendan, y a los que mantendremos, aunque luego nos sojuzguen. ¿Miedo al más allá? Pues sigamos las indicaciones de nuestros brujos y sacerdotes que saben mucho más que nosotros, aunque luego se alíen con los anteriores. ¿Miedo al sida? Pues no seáis promiscuos ni tengáis prácticas aberrantes, que además son pecado. ¿Miedo a la Guerra Atómica? Tranquilos, que nosotros también tenemos la bomba. ¡Qué vienen los comunistas! ¡Qué cae la Bolsa, aunque no tengamos nada invertido! ¿Miedo al terrorismo? No preocupaos, que se os defenderá aunque sea a costa de perder parte de vuestra libertad.

Ahora voy a ser política y absolutamente incorrecto: ¿Cuál es el miedo más moderno, sofisticado y a largo plazo que ahora nos atenaza? Se llama Cambio Climático Global. Nadie en su sano juicio puede negar la notable influencia sobre él de nuestras actividades en la Tierra. Cierto. Pero se nos bombardea, se nos atenaza, se nos asusta. Al Gore, el mayor acojonador, ha multiplicado por cincuenta su patrimonio en los últimos años como adalid de esta idea. Cobra cien mil dólares por conferencia. Le han dado un Oscar y el Nobel de La Paz –también se lo dieron a Kissinger y a Arafat. Si hubiera llegado a ser presidente de E.E.U.U., que estuvo a punto de serlo ¿hubiera actuado igual? ¡Ni de coña! Lo hubiera hecho mejor que Busch,pero eso era bastante fácil.

Inventamos el biocombustible para contaminar menos y se ha duplicado el precio de los cereales, por lo que ha aumentado el hambre en ciertas zonas y se ha destruido bosque para plantar cereales con este fin. No hagamos embalses ni trasvases: construyamos desaladoras marinas que destrozan el litoral en varios kilómetros y que necesitan de una gran cantidad de energía, por lo que el coste del litro de agua se dispara. Nada de centrales nucleares -¡Chernobil! –, pero ¿de dónde sacamos la energía que dilapidamos ya que no estamos dispuestos a perder nuestras comodidades? ¿Y las energías no contaminantes? Todavía no están bien desarrolladas y los molinos de viento estropean el paisaje.

¿Quién convence a los chinos, a los indios y a otros países emergentes de que no sigan nuestro destructivo camino para conseguir nuestras cotas de bienestar? Se están haciendo grandes fortunas a través de las “energías alternativas”. ¿Por qué no se dice rotundamente y se toman las medidas necesarias para evitar la explosión demográfica del último siglo, que para mí es la causa profunda y que ha dejado en pañales los cálculos de Malthus? Solo se han atrevido a hacerlo los chinos ¡y cómo les hemos criticado!

apocalypto01En las sociedades “avanzadas” sí hemos tomado medidas que han reducido drásticamente los índices de natalidad, pero por egoísmo y comodidad, no por una conciencia ecológica. Sin mencionar las normas religiosas de cualquier credo. La escena final, sobre la que hay opiniones totalmente opuestas, e independientemente de que sea un total anacronismo –la civilización maya desapareció 900 años antes–, remata magistralmente este planteamiento, pues a nuestro hombre le salva la llegada de los conquistadores españoles que, como sabemos, serán sus nuevos opresores, los cuales con la fuerza, el conocimiento y la religión le van a inocular el MIEDO con el que le controlarán. Luego llegarían la Coca Cola y los Burguer King. (Si alguien tiene interés en profundizar en las licencias históricas, acuda a Wikipedia. Hay un montón, pero a mí no me importan).

Vuelvo a Apocalypto, no sin temor a las represalias del Biólogo Filosofal. Garra de Jaguar se rebela buscando su libertad – Braveheart, otra vez – y asistimos a la persecución implacable del opresor contra el individuo que quiere recuperar sus raíces y su familia. Nos deja sin respiro, con un montaje perfecto, con un montón de ideas que enriquecen constantemente la situación, como la flecha envenenada con el sapo, la carrera en zigzag por el juego de pelota, la trampa del pecarí, las gotas de sangre desde el árbol, las arenas movedizas, el panal de abejas… Es larga y con ella acaba la película, pero estarías dispuesto a seguir huyendo con Garra de Jaguar.

Otro alarde de montaje, medido e intercalado hábilmente con la peripecia del protagonista, son las escenas de la mujer embarazada y su hijo en el pozo, de un dramatismo y a la vez de una ternura que estremecen.

La música. No es calificable. Simplemente se adecua de tal manera a la historia que llega a convertirse en protagonista fundamental. Prácticamente solo coros y percusión, pero con una fuerza tan expresiva que sin ella Apocalypto no sería lo que es. Enhorabuena a James Horner, que por cierto también es el compositor de la música de Braveheart.

Son las tres y media de la mañana del 31 de enero, leéis la segunda versión de esta crónica, pues la primera se me borró del PC, y el tiempo y José Guadalajara me apremian. Me quedan en el tintero otras cosas dignas también de comentar, como el discurso del viejo cuentacuentos manco –preciosa escena nocturna rodada solo con la luz de las hogueras–, los actores, el espectacular derroche de vestuario, las bellísimas localizaciones en México y Costa Rica, la fotografía, simbolismo… Sería muy largo y no quiero cansaros ni cansarme, así que termino con una frase de Garra de Jaguar:

“Este es mi bosque, el de mi padre y el de mis hijos”, dice a sus perseguidores como leitmotiv de su lucha. No traigamos el MIEDO a nuestra “aldea global” (Marshal McLuhan dixit).

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