Bohodón Ediciones, Madrid 2023

ISBN: 13-978-84-19404-23-7

Páginas 221

SÍNTESIS

Un insólito suceso del que se hizo eco la prensa sensacionalista y un escrito mecanografiado, que llegó a las manos de los autores de esta novela, impulsan una trama que compendia una variada dosis de reflexión, interpretación onírica y artística, humor e intriga detectivesca.
Diana Soler, joven de mente inquieta y modelo del escultor Fabio Moretti, vivirá situaciones imprevistas que irán moldeando su personalidad. Un misterioso cuadro converge en la acción, y la muerte cobra un protagonismo que tocará de lleno a todos los personajes.
En este espacio vital, aparecen también Mallarmé, Baby Lonegan y Malena, pintorescas criaturas sacadas del ambiente nocturno de la Movida madrileña. En España se respiran tiempos de cambio tras los difíciles momentos de la transición democrática.

Un trágico suceso del que se hizo eco la prensa sensacionalista de la época y un escrito mecanografiado del año 1983 nos impulsaron a escribir esta novela. Era la forma de recuperar la memoria después de una amnesia de casi cuarenta años. Diana, que lo vivió todo con intensidad, escogió la primera persona para desgranar sus recuerdos. Yo, un simple narrador de hechos, me he conformado con la tercera.

RESEÑAS:

PUENTES DE PAPEL

VÍDEO DE PRESENTACIÓN

Estatua de Juan de Goyeneche en Nuevo Baztán

En Nuevo Baztán presentamos la novela en el mes de marzo de 2023. Compartimos con los asistentes nuestras impresiones sobre Una voz interior desafinada, adentrándonos en su argumento, personajes, contenido. Juan de Goyeneche, promotor de este pueblo madrileño, no asistió al acto, pero sus edificios dieciochescos acogieron nuestras palabras como si no hubiera transcurrido el tiempo y nuestra voz, menos desafinada, se hubiera alzado por encima de la literatura.

UN FRAGMENTO:

Comenzó a recoger pliegos de papel Ingres, carboncillos, pinceles, lapiceros y demás utensilios con un semblante más serio del habitual. Yo, entretanto, me ponía el pantalón vaquero y me abrochaba con lentitud los botones de la blusa mientras comparaba la libertad de la negra araña –caminando a sus anchas y sin obstáculos por el techo– con mi dificultad para apoyarme en alguna superficie libre de bártulos. He de reconocer que el estudio de Fabio me impresionaba. Ambos, artista y estudio, constituían una naturaleza indisoluble, viva y endémica, como si una única respiración se escuchara misteriosa entre sus antiguas paredes. Al entrar en él, siempre me quedaba sobrecogida, envuelta en una especie de gasa donde el mundo de fuera perdía todo su grosor y consistencia. Fabio, con su mandil de pintor y su porte elegante, semejaba a un alquimista de otro tiempo, capaz de transmutar la materia más simple en una realidad prodigiosa.

Cuando me atrevía a husmear entre los objetos y lienzos allí acumulados, siempre parecía una niña traviesa que, de una forma expectante, deseaba encontrar algo mágico que la pudiera sorprender y trasladar a un mundo insospechado, como al aprendiz de brujo en aquella película de Disney.

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