Dos romances del siglo XVIII sobre el Anticristo y el Juicio Final

José Guadalajara

Pudiera parecer extraño en un primer momento que un siglo racionalista como el XVIII diera acogida a manifestaciones literarias del tipo de las presentadas en este artículo, pero de sobra es conocida la persistencia en el plano artístico e ideológico de una forma de pensamiento antiguo que se desarrolló a lo largo de este periodo y que no sintonizó con el espíritu reformista de una minoría ilustrada. El mismo fray Jerónimo Benito Feijoo, considerado como el primer ensayista español y hombre de un talante profundamente intelectual, se refirió en un discurso de su Teatro crítico universal a las opiniones que en su época suscitaba aún la creencia en la venida del Anticristo y el fin del mundo, materia que había sido objeto de constantes especulaciones desde la Edad Media y que todavía parecía tener cabida en la mente de algunos hombres de esta primera mitad del siglo. En el referido Teatro, Feijoo, que abomina de los que especulan tanto sobre fechas de aparición como de los posibles rasgos de identidad del Anticristo, escribe párrafos como el siguiente:

Entiendo que Dios, con especialísima providencia, para beneficio nuestro permite que estos desdichados abracen como verdades tan visibles quimeras. Su ceguedad nos sirve de luz para conocer más claramente el error y advertir que los que se separan de la Iglesia católica, parece que no solo pierden la fe, mas el juicio y el sentido común [1].

La cordura propia de este fraile benedictino no fue, por lo que parece, un rasgo mental compartido por otros muchos hombres del periodo, ya que los escritos de carácter profético, aunque en menor medida que en otras épocas, siguieron circulando por la Europa de aquellos años. Esta cautelosa actitud no debe, sin embargo, inducir a un fácil error derivado de la lectura de palabras como las del párrafo transcrito, pues, si bien Feijoo repudiaba cualquier tipo de especulación sobre los últimos tiempos del mundo, esto no implicaba que rechazara lo que consideraba un dogma de fe, es decir, la certeza de que un día habría de llegar el temido final y aparecer el Anticristo. Sus creencias en este sentido concuerdan totalmente con la ortodoxia, y su opinión en materia apocalíptica se atiene además a una vieja bula de León X del año 1516, en donde se intimaba a que ningún predicador anunciara la aparición del Anticristo ni la llegada del Juicio Final.

Un nuevo fragmento extraído del Teatro crítico servirá de muestra para verificar el pensamiento de Feijoo sobre la incuestionable realidad del Anticristo y, en este caso, sobre un aspecto concreto referido a su origen, puesto que el fraile benedictino no admitía opiniones como las que aseguraban que aquél habría de proceder de la unión de un padre y una madre vinculados a la Iglesia:

Según el unánime consentimiento de los Padres de la Iglesia, del cual no podemos apartarnos, el Anticristo ha de nacer de padres judíos, luego no ligados con profesión religiosa, pues ésta, ni la hay ni se admite entre la gente judaica (p.433).

En este contexto, situado en el año 1735, según se deduce de palabras del propio Feijoo [2], quizá sea necesario ubicar también a Lucas del Olmo Alfonso, el autor de los dos romances editados en este artículo. Desconozco, no obstante, los límites de sus coordenadas vitales, si bien determinados indicios me permiten ofrecer una cronología aproximada para su actividad como escritor de romances.

En primer lugar, conviene tener en cuenta este último aspecto. Lucas del Olmo, a la luz de los catálogos que he consultado, es exclusivamente autor de una numerosa colección de textos romancísticos, publicados en diferentes prensas españolas a lo largo del siglo XVIII [3]. Consta que un buen número de impresores se interesó por su producción poética y que las ediciones de sus romances se multiplicaron al menos desde el 1715, año en el que el impresor Esteban de Cabrera publicó en Córdoba su Curioso y nuevo Romance, en enigma, como se saben las cosas que puede alcanzar la oración con Dios Nuestro Señor (Aguilar Piñal, 1991, entrada 1.215) y que contiene la data más antigua que he encontrado entre los pocos romances de Lucas del Olmo que aparecen con año de edición.

Este impreso resulta de una notable importancia para aproximarse a la cronología literaria y aún biográfica de Lucas del Olmo, puesto que, en relación con el año consignado más arriba, puede deducirse que al menos hubo de nacer a fines del siglo XVII, como mínimo en la década de los noventa o incluso antes. Otros datos permiten corroborar este espacio temporal: así, la existencia de impresos procedentes de las prensas sevillanas de Francisco de Leeffdael son de considerable ayuda para atestiguar la difusión de sus romances en el primer tercio del siglo XVIII. Un total de dieciséis, en el referido catálogo de Aguilar Piñal, proceden de este impresor, a los que hay que añadir otro romance más editado por su viuda. Todos ellos carecen de año de impresión, pero se sabe que la prensa de Leeffdael permaneció activa entre los años 1700 y 1717 y que su viuda se hizo cargo del negocio editorial al menos hasta 1733 (Delgado Casado, 1996). También los romances publicados por los herederos del impresor Tomás López de Haro ratifican esta cronología, puesto que éstos, instalados en la calle Génova de Sevilla, publicaron al menos ocho romances de Lucas del Olmo. La actividad de esta prensa sevillana, como puede verse en la entrada correspondiente del Diccionario de Delgado Casado, se sitúa entre los años 1696 y 1722.

Por otra parte, dos referencias extraídas de dos romances del repertorio conservado del autor pueden servir de indicio para precisar aún más su cronología. Aunque, como he indicado en líneas anteriores, la mayoría de las hojas impresas que contienen los romances de Lucas del Olmo carecen de año de impresión (no así el nombre del impresor y la ciudad de procedencia), hay alguna en donde se consigna también este dato. Esto puede comprobarse en dos romances que, junto con el ya citado de 1715, han sido datados: son los impresos de Francisco Xavier García, fechado en Madrid en 1760, y el de la llamada Imprenta de la Cruzada, también en Madrid, con año de 1764 (Aguilar Piñal, 1991, entradas 1.216 y 1.198).

Junto a estos datos referentes a los años de impresión –que no nos sirven sin embargo para establecer una cronología exacta-, varias alusiones contenidas en el cuerpo de algunos romances permiten una mayor aproximación al conocimiento de las hipotéticas coordenadas temporales de Lucas del Olmo. En el llamado Romance de la baraja, por ejemplo, aparece una interesante mención que nos hace pensar de inmediato en la posible contemporaneidad del autor con los hechos narrados. De ser así, podría verificarse que su actividad poética ya hubiera comenzado al menos en el año 1690, dato que parecen confirmar los siguientes versos del citado romance, en donde el tiempo verbal utilizado denota un cierto grado de actualidad: “un caso que ha sucedido / en Brest, ciudad rica y bella / con un discreto Soldado / en el año de noventa” [4].

Esta cronología parece certificarla también otra alusión histórica contenida en la Nueva relación y curioso romance en que se refiere como…una doncella…de Valencia se enamoró de un Caballero… [5], cuya acción, como en el romance anterior, se sitúa también en la época del rey Carlos II, más en concreto en los años de la guerra que enfrentó a los franceses y a las naciones de la Liga de Augsburgo, entre las cuales se encontraba España. La doncella de este romance, disfrazada de caballero tras haber sido víctima de un engaño amoroso, sienta plaza en el ejército del citado rey en Cataluña, uno de los escenarios, junto con Flandes, de este conflicto internacional desarrollado entre 1689 y 1697, año éste en el que se firmó la paz de Ryswick por la que Luis XIV devolvía todas sus conquistas, entre ellas la ciudad de Barcelona que había ocupado en 1696.

Poco más he podido averiguar sobre Lucas del Olmo Alfonso, cuyo nombre y apellidos él mismo gusta mencionar con harta frecuencia al final de cada uno de sus romances como parte integrante del propio texto. Así sucede, por caso, en los dos romances que se editan en este artículo, si bien se omite en ambos el segundo de los apellidos. En otras ocasiones, la identidad del autor se hace también patente en el título del propio romance, lo que es bastante habitual en el conjunto de su producción, como bien puede apreciarse ahora en los romances del Anticristo y el Juicio Final. En muchos, incluso, se alude a su lugar de nacimiento: así, en un pliego editado en Sevilla por Francisco de Leefdael se precisa que su autor es “natural de la Ciudad de Xerez de la Frontera”, dato que en otro pliego –el Curioso Romance al desnudo pecador– presenta una ligera variación, pues se afirma en cambio que es “vecino” de la dicha ciudad (Aguilar Piñal, 1991, entradas 1.138 y 1.231),  lo cual no tiene por qué anular el dato sobre su nacimiento en la referida localidad gaditana.

Lucas del Olmo, que tuvo hermanos que también compusieron romances [6], debió de ser hombre de acendrada piedad y viva religiosidad, a tenor de lo que deja entrever su obra poética. No parece, sin embargo, que perteneciera a la Iglesia, pues se sabe que al menos tuvo una hija, cuya filiación se hace constar de modo palmario en el título de un romance que escribió ella misma: el Romance de la Pureza de María Santísima Nuestra Señora, “compuesto por una hija de Lucas del Olmo Alfonso”[7]. Este dato, como es obvio, no resulta concluyente para desestimar su pertenencia a la Iglesia, pues la referida hija podría haberla tenido antes de haber profesado. No pareciera, de todos modos, demasiado oportuno airear este dato en caso de que Lucas del Olmo hubiera sido un sacerdote, por lo que me inclino más a admitir su condición de laico piadoso.

La producción romancística del autor conoció una importante difusión: impresores de Sevilla, Córdoba, Valencia, Málaga, Barcelona, Madrid y Valladolid se interesaron por su obra y, según parece, todavía a finales de siglo, y probablemente a principios del XIX, sus romances continuaron circulando las más de las veces en pliegos de dos hojas impresos por ambas caras. Con frecuencia, algunos de estos romances constan de varias partes, como es el caso, por ejemplo, de los que edito ahora en este artículo, aunque son otros muchos los que también se publicaron siguiendo este criterio. Sin duda, Lucas del Olmo debió de conquistar cierta fama, según pone en evidencia el interés que a lo largo de los años siguió concitando su obra, así como que otros romances no escritos por él –los de su hermano y su hija- aparecieran amparados bajo su nombre.

El tema casi exclusivo de toda su producción poética es el religioso, si bien escribió algún que otro romance de asunto profano. De esto último ha quedado constancia por lo menos en cinco composiciones, en las que el amor, la mujer y la espada son sus motivos predilectos, como dejan ver títulos tales como El villano de Gauci; El esclavo de su dama, Don Félix de Roxas; Las particularidades de las señoras mujeres y Las excelencias, preeminencia y nobleza de la espada [8]. En algún caso llega a destilar su ingenio alguna puya misógina, aunque al final se retracte diciendo que todo ha sido pasatiempo y un “rato de desvarío”, como sucede en el romance que dedica a las “particularidades” de las mujeres, a quienes promete alabar en una próxima composición.

Esta vena mundana de Lucas del Olmo se oscurece ante el numeroso caudal de romances de tema religioso que nos ha dejado. De su lectura se colige el evidente propósito moral que animaba al autor y se constata también el carácter firme de su religiosidad. Debió de ser un hombre piadoso y celoso de su fe, además de intransigente en punto a la auténtica verdad, que para él solo podía encontrarse en el seno del catolicismo. Así lo proclama en unos versos de su Contador espiritual: “Que en todo el mundo no hay / mas que una Ley verdadera, / que es la Ley de Jesu-Christo, / porque las demas son sectas” [9]. No menos categórica es su intención moralizante, puesta constantemente de manifiesto a lo largo de sus versos. He aquí un ejemplo tomado del Romance al desnudo pecador que remeda el bíblico vanitas vanitatum:

Dexa las pompas del Mundo,

las galas, y los afeytes,

porque todo vendrá a ser,

gusanos que han de roerte,

que deste Mundo no mas

por mas que hagas, y agencies;

solamente llevarás,

la mortaja tosca, y breve[10].

La temática religiosa de Lucas del Olmo comprende hagiografía, historia sagrada, exégesis teológica, interpretación bíblica, devoción y catequesis. En este marco se insertan los dos romances que se editan en este artículo, aunque, en realidad, tal como los presenta el propio autor, se trate más bien de una única composición estructurada en dos partes, procedimiento habitual en su modo de actuar como escritor. Ambos romances constituyen un todo orgánico sobre escatología cristiana.

Romances del Anticristo y del Juicio Final

  1. a) Catalogación, año de composición y de publicación

Aguilar Piñal (1991) recoge en su catálogo tres entradas  (1.203-1.205), en donde da cuenta de los ejemplares conservados de estos romances de Lucas del Olmo. Son los siguientes:

Devoto y contemplativo romance, en que se describe el Juicio Final y Venida del Ante-Christo y sus Engaños: Escrito por Lucas del Olmo Alfonso, natural de la ciudad de Xerez de la Frontera [Grab.][s.l.s.i.s.a.] 4 hs., 20cm.[Dos partes].

Romance de la venida de el Ante-Christo, por Lucas del Olmo Alfonso. [Grab.][Sevilla, Herederos de Tomás López de Haro, s.a.] 4 hs., 20cm. [Dos partes].

Juicio Final [Grab.][Córdoba, R. García Rodríguez, s.a.] 2 hs., 20 cm.

Del primero existen ejemplares, siempre según el referido catálogo, en la British Library de Londres (sig. 11.420 h.6) y en la Biblioteca Municipal de Málaga (sig. 1789-7); del segundo, en la Universitaria de Sevilla (109-51, 47), y del tercero, en la Nacional de París (sig. Yg. 1.178).

Por mi parte, he localizado otros dos ejemplares en la Biblioteca Municipal de Rouen:

– Mt m 20.507-3-AT. Devota y contemplativa relacion, en que se describen las senales que precederán antes de llegarse el fin del mundo. Primera parte (y segunda parte, en que se refiere el juicio final, y el último día del mundo. [Valladolid, Fernando Santaren] 8 hs.

– Mt m 22.418-1-C. Juicio final, Primera (y segunda) parte. [Córdoba, Rafael García Rodríguez].

Además de estos ejemplares, se ha conservado al menos uno más, actualmente en manos privadas y cuya edición es la que se ofrece en este artículo. Es posible que proceda, más que de un pliego suelto, de un cuaderno extraído de un libro, ya que así lo sugiere su disposición y tamaño, así como su foliación en la primera hoja (realizada a mano y con tinta en el margen superior izquierdo, y que sugiere una continuidad en la paginación), aunque este detalle, debido a la falta de numeración en los siguientes folios, también pudiera deberse a un extraño capricho de alguno de sus anteriores propietarios. Desconozco, por otra parte, si esto guarda también alguna posible relación con la famosa cifra 666 del Anticristo, puesto que el número anotado en el referido margen es el 66.

El cuaderno está formado por cuatro hojas impresas a doble cara, en las cuales el texto ha sido distribuido en dos columnas; además, conforme a una práctica muy común en Lucas del Olmo, consta de dos partes: la primera tiene 264 versos, mientras que la segunda, 272, rematadas ambas por un colofón en donde el propio Lucas del Olmo reafirma su autoría. Las dos, a su vez, están precedidas por un pequeño grabado en la primera página, encima del cual se encuentra el título del romance. Éstos son los títulos que abren cada una de las composiciones:

Primera parte de los romances del Juicio Final, y venida del Ante-Christo. Compuesto por Lucas del Olmo Alfonso.

Segunda parte del Juicio Final. Compuesto por Lucas del Olmo Alfonso [11].

El impreso carece de nombre de impresor, ciudad y año, a diferencia de los otros ejemplares conservados y que he consignado más arriba. Las características gráficas de época me permiten fecharlo, no obstante, como anterior al 1815, año de la 8ª edición de la Ortografía de la RAE en donde se prescribía la sustitución de ciertas grafías (“q”, “x” e “y” por “c”, “j” e “i”). El texto de Lucas del Olmo conserva sistemáticamente las primeras: quantos, quando, asquas, etc.;  luxurias, exercitos, baxad, etc. y  martyrios, reynos, deleytes, etc.

Por otro lado, es posible que otras peculiaridades gráficas arcaicas remitan a un año anterior al citado, pues el texto mantiene christianos, obscuridades y prophecias, cuyas grafías “ch”, “b” y “ph”, presentes en palabras como éstas, ya fueron suprimidas (o cambiada por la “f” en el último caso) en la 4ª edición del Diccionario de la Lengua Española del 1803[12]. Sin embargo, esto no es razón suficiente para fijar en este año el término a quo, ya que, a pesar de la norma, y quizá por conservadurismo o cultismo, estas grafías no se perdieron del todo en años posteriores, tal como sucede, por ejemplo, en palabras como Christo o christiano, que he encontrado escritas de este modo en un impreso de 1809.

Tampoco me atrevo a fijar de manera concluyente el año a quo en 1763, 3ª edición de la Ortografía de la RAE, en la que se estableció que los signos de exclamación e interrogación, usados hasta entonces solo al cierre de cláusula sintáctica, también habían de emplearse en apertura. El impreso sigue en esto la práctica anterior a la norma del referido año. Por el contrario, que no se dé la “ss” intervocálica puede ser una prueba más determinante para concluir que estos romances fueron impresos después de 1763, ya que fue a partir de este año cuando se prescribió la eliminación de ese dígrafo.

Por otra parte, palabras como inmortal y enmendemonos, que encontramos, por ejemplo, en los versos 221, 257 y 265 del Romance del Juicio Final, quizá respondan al criterio adoptado en la Ortografía de la RAE de 1770 con respecto al uso de la grafía “nm”, que prescribía esta alternancia frente a lo estipulado años antes en la Orthographia de 1741, según la cual delante de la “m” habría que añadir otra “m”: vg. “immortal”.

En definitiva, nos encontramos ante un impreso varios años posterior al año de escritura, acto que hubo de tener lugar quizá en el primer tercio del siglo XVIII. Que un ejemplar del Romance del Anticristo fuera impreso por los herederos de Tomás López de Haro nos lleva a los años 1696-1722, periodo en el que cabe situar la actividad de esta prensa sevillana. Por otro lado, ningún dato interno de los textos suministra información sobre la época en la que pudieron haber sido escritos, pues la referencia contenida en los versos 167-168 del Romance del Juicio Final en la que Roma se pone como paradigma, junto con Sicilia, para referirse a unos hechos que provocaron enorme conmoción, tanto podría ser una indicación de época –que, en todo caso, no he logrado concretar- como una cita histórica de más remota localización: “vísperas sicilianas” o “saco de Roma”, por nombrar ahora como ejemplo estos dos episodios de un recuerdo histórico perdurable y que tal vez pudieran tener alguna relación con los versos aludidos.

  1. b) Contenido

No es extraño que un hombre como Lucas del Olmo abordara en su repertorio romancístico una materia como la apocalíptica. Y no es extraño porque, al margen de sus hipotéticas creencias sobre la llegada del Anticristo y el Juicio Final en su tiempo, esta materia permitía hacer profundas calas en la conciencia moral colectiva. Por el análisis del conjunto de su obra, he podido constatar su preocupación por esta dimensión moral del ser humano, preocupación que también se advierte sin dificultad en estos dos romances de contenido apocalíptico.

Entrar a juzgar si estos planteamientos son exclusivamente el producto de una honda fe religiosa orientada hacia el catequismo o, a la vez, una creencia cierta en un inminente final del mundo es asunto de más comprometida solución, aunque nos encontremos en el Romance del Anticristo con afirmaciones como las siguientes:

Alerta, alerta, Christianos,

cesen los yerros tan grandes,

sirvamos á Dios, oíd

con brevedad un instante,

como ha de venir el Fin,

y que el Mundo ha de acabarse,

y perderemos la vida,

y la eterna Dios lo sabe. (vs. 41-48)

Ante esto cabe preguntarse: ¿Creía en verdad Lucas del Olmo en sus propias palabras, que aquí están tocadas por una apremiante urgencia, o son éstas un simple instrumento al servicio de la moralidad? En todo caso, Lucas del Olmo creía sin duda que tanto la venida del Anticristo como el Juicio Final habían de ser considerados dogmas de fe, certificados, como él mismo afirma, por los Santos Padres, los Doctores de la Iglesia y la Sagrada Escritura. Que esta creencia la enmarque en sus romances en un ambiente de terror y de actualidad puede no significar sino un deseo de hacer más eficaz su mensaje.

El Romance del Anticristo consta de 264 versos, en los que he podido distinguir  la siguiente estructura de contenido:

  • Vs. 1-40: Lamentación en tono moral sobre la condición humana.
  • Vs. 41-96: Advertencia sobre la llegada del fin del mundo.
  • Vs. 97-212: Características e historia del Anticristo.
  • Vs. 213-224 Exaltación del catolicismo.
  • Vs. 225-252: Destrucción del mundo.
  • Vs. 253-264: Conclusión y colofón.

El tono moral, característico de toda la composición, se advierte ya desde los primeros versos del Romance del Anticristo. Tópicas apelaciones al lector sobre la frágil condición humana y la desvalorización de la vida, en un claro contraste entre la “mortal carne” y el “alma inmortal”, constituyen los aspectos más destacados de los primeros 40 versos de este romance, prácticamente un pórtico de preparación para el posterior desarrollo de la materia apocalíptica. El autor se nos presenta entre exclamaciones y advertencias, a la vez que asume un protagonismo indiscutible en el relato: “Atended mi voz, que suena, / como clarin lamentable” (vs. 13-14). El discurso moral se orienta hacia la censura de toda clase de actividades humanas consideradas pecaminosas, entre las cuales no escapa ni la misma Literatura. Lucas del Olmo criticará no solo a los “que se aplacen” con la lectura de cuentos, novelas y comedias, sino incluso a  los lectores de romances. Naturalmente, cabe pensar que no se estaría refiriendo a romances piadosos del tipo de los que él mismo escribía, aunque, como se ha señalado más arriba, hay otro género de romances, es cierto que los menos, que no escaparon tampoco a su inventiva. Por lo demás, la enumeración de esos “supuestos pecados” deja muy pocas opciones al descubierto, ya que la condena de todo lo terrenal es absoluta: músicas, juegos, libros profanos, bailes, amores, penas, lujurias, enojos, venganzas, etc.

Continuador de la vieja tradición apocalíptica, Lucas del Olmo, tras una doble llamada de atención –“alerta, alerta, Christianos”-, explicará, a partir del verso 41, cómo habrá de producirse el fin del mundo. Éste vendrá precedido por una serie de señales prodigiosas de carácter cósmico y telúrico que serán el preludio de la venida del Anticristo, cuyas características y detalles de intervención entre los hombres ocupan en el romance un total de 116 versos, parte central de este poema.

Entre los versos 97 y 212 se desarrolla, en efecto, la vida de este personaje. El Anticristo, nacido de viles padres y en lugar lejano –no indica el autor si será en la ciudad de Babilonia, conforme a la tradición-, es presentado como un hombre de poderes excepcionales: sacará los tesoros del mar, seducirá a los hombres, hará milagros, conquistará reinos con poderosos ejércitos, derribará templos…

Su reinado, de acuerdo en esto Lucas del Olmo con los textos tradicionales, durará tres años y medio [13]. Predicarán contra él los profetas Elías y Enoch, que, a la postre, serán asesinados en Jerusalén por el Anticristo, “el atrevido cobarde”. No obstante, la resurrección milagrosa de estos dos profetas hará comprender a los hombres la falsedad de este hijo de perdición, contra quien se amotinarán todos los que le siguieron y confiaron en su Ley. La versión de la muerte del Anticristo que nos ofrece Lucas del Olmo dista mucho, sin embargo, de la suministrada por la tradición apocalíptica, emanada de dos fuentes bíblicas principales que, aunque presenten entre sí una diferencia importante, son las han sido utilizadas indistintamente para explicar la caída del Anticristo (Daniel, 12.1 y Pablo, II Tesalonicenses, 2.8). En Lucas del Olmo, por el contrario, son los hombres amotinados los que acabarán con la vida de “este Dragón soberbio”, que permanecerá tres días muerto en la plaza de Jerusalén hasta que su cuerpo hediondo –ya su espíritu estará en el Infierno- reviente y se convierta en polvo, que el aire levantará del suelo provocando “espantosos huracanes”.

Tras un breve paréntesis constituido por los versos  213-224, en los que el autor pondera la conversión de todos los hombres a una única fe, se describen los pavorosos acontecimientos que pondrán término a este mundo: rayos de fuego, cielo cubierto de nubes rojas, volcanes en erupción, destrucción de ciudades, cataclismos terrestres y ocultación del sol, la luna y las estrellas. Para Lucas del Olmo han concluido ya “los seis mil años” que, según arcaicas tradiciones, habría de durar el mundo (Daniélou, 1948 y Luneau, 1964).

El romance se cierra con una conclusión de ocho versos, rematada por un colofón de cuatro. La primera es una apelación a la auctoritas y una confirmación de los acontecimientos pronosticados, ante los que no cabe plantear ninguna objeción, pues tal posibilidad es contraria a “la Ley de Dios”. El colofón, muy habitual en la práctica romancística de Lucas del Olmo, contiene una mención al autor del romance y la promesa de una segunda parte.

El Romance del Juicio Final, continuación o, en efecto, la segunda parte del Romance del Anticristo, consta de 272 versos. Su estructura de contenido se ajusta al modelo siguiente:

  • Vs. 1-40: Convocatoria del terrible Juicio Final.
  • Vs. 41-76: Presencia de la Corte celestial y los demonios.
  • Vs. 77-112: Celebración del Juicio.
  • Vs. 113-124: Premios a los Justos.
  • Vs. 125-192: Castigos a los pecadores.
  • Vs. 193-224: Excelencias de la Gloria.
  • Vs. 225-236: Incertidumbre sobre el destino del autor.
  • Vs. 237-264: Moralización y temor al Juicio.
  • Vs. 265-272: Ruego y colofón.

De acuerdo con la escatología cristiana, tras la intervención del Anticristo y su muerte, a la que seguirá un periodo de 45 días dispuesto para la conversión y el arrepentimiento –de este lapso no se hace eco Lucas del Olmo-, vendrá la convocatoria del Juicio Final, “el sonido de la horrible / Trompeta sin melodía”, que tendrá lugar en el valle de Josaphat. El autor, como hará a lo largo de todo este romance (es un tópico de la literatura apocalíptica presente también en la iconografía), reiterará los aspectos más terroríficos de este acontecimiento con evidentes fines moralizadores. Este Juicio, como se deja ver entre los versos 41 y 76, estará presidido por la Virgen, la Cruz con todas las insignias de la Pasión, la Trinidad y los mártires, profetas y patriarcas. Asistirán también a él los demonios, quienes en número ingente acudirán desde las llamas del Infierno.

 Con la presencia de todo este concurso, se iniciará el Juicio. Destaca Lucas del Olmo los efectos terroríficos que sobre las almas ejercerá este acontecimiento, en donde el mismísimo Dios mostrará un airado semblante “con severidad crecida”. No hay duda de que el autor, como buen moralista que es, no escatima los medios literarios para sobrecoger a sus lectores con una generosa utilización del “terror didáctico”.

De inmediato, tras la valoración de las obras humanas o juicio propiamente dicho y de la insistencia en el aspecto dramático del momento –“ó qué horror será aquel dia!”-, se exponen (vs. 113-192) los diversos premios y castigos a que habrán sido acreedores los hombres según sus merecimientos. Lucas del Olmo, que sintetiza en cinco versos el estado de bienaventuranza alcanzado por los elegidos (vs. 120-124), se explaya a continuación con las atrocidades y castigos que habrán de sufrir los pecadores. La recreación en la crueldad y en el dolor con que se demora en los 64 versos de este apartado del romance contrasta con los 32 –justo el doble- que dedica a los gozos de los bienaventurados. Una vez más, el adusto carácter del moralizador está presente en esta desproporción en el tratamiento de la materia apocalíptica, puesto otra vez en evidencia en los últimos versos del poema: así, la propia duda manifestada por el autor acerca del bando en el que él mismo se encontrará en el día del Juicio -“de qual de los dos seré / si de llanto, ú de alegria?”- vuelve a estar tocada por ese aire terrorífico que caracteriza toda la composición. Las exclamaciones e interrogaciones de estos versos finales abundan en tal motivo y refuerzan la lección moral del romance, intensificada con la cita de cuatro auctoritates: San Bernardo, San Agustín, Hugo (¿de Estrasburgo?) y Nicolás de Lyra. Tras todo este apartado del poema (vs. 237-264), rematado por un último ruego de Lucas del Olmo dirigido directamente a Dios, concluye el autor con un típico colofón muy suyo, tal como en otros romances de su cosecha puede observarse.

El deseo de divulgar y rescatar de los impresos antiguos estos dos romances de Lucas del Olmo ha sido el objeto principal de mi interés por estos textos. Únase a ello el comprobar también cómo la materia apocalíptica gozaba de cierta vigencia aún en el siglo XVIII y cómo el pintoresco personaje del Anticristo seguía siendo utilizado como una eficaz arma arrojadiza para suscitar temores y provocar reflexiones de severa moralidad católica. Al margen, además, queda la posibilidad de que el autor creyera o no en la aparición real de este personaje, una cuestión que parece poder admitirse tras la lectura de algunos versos del Romance del Anticristo.

La edición de ambos romances se atiene a un criterio absolutamente conservador: mantengo una total fidelidad al impreso del que parto, tanto en la grafía como en la puntuación y acentuación. Solo en un  par de ocasiones me he permitido corregir lo que son fallos evidentes de impresión, que he enmendado y colocado entre corchetes en los textos.

PRIMERA PARTE DE LOS ROMANCES  DEL JUICIO FINAL, y venida del Ante-Christo.

Compuesto por Lucas del Olmo Alfonso.

Ha de la misera tierra!

Ha de este profundo Valle

de lagrimas, y lamentos,

asombro de los mortales!

    5   Ha de todos los vivientes,

que en aquesta mortal carne

vivimos, siendo inmortal

el alma, que de Dios nace!

Ha de todos los dormidos

  10   de los sueños arruinables

en cama de tantos vicios,

y en sueño de muerte imagen!

Atended mi voz, que suena,

como clarin lamentable

  15   en los oídos de aquellos

descuidados que se aplacen

de cuentos, y de Novelas,

de Comedias, y Romances,

de dichos, musicas, juegos,

  20   de gustos, de disparates,

de profanos libros muchos,

de instrumentos, y de bayles,

rencores, amores, penas,

venganzas, trafagos, males,

  25   logros, usuras, engaños,

luxurias, bestialidades,

agencias, enojos, iras,

daños, y calamidades,

siendo esto ofensa de Dios;

  30   y para que el hombre acabe

con su maldad olvidado

de Dios, y todo dictamen,

sin pensar, que desde el punto,

que el hombre á este mundo nace

  35   va caminando á la muerte,

y que en ella han de acabarse

todas las cosas del mundo,

y ninguno ha de llevarse

los tesoros que es estiercol,

  40   adonde el corazon yace.

Alerta, alerta, Christianos,

cesen los yerros tan grandes,

sirvamos á Dios, oíd

con brevedad un instante,

  45   como ha de venir el Fin,

y que el Mundo ha de acabarse,

y perderemos la vida,

y la eterna Dios lo sabe.

Ya tendrá el Mundo noticia,

  50   segun por los Santos Padres,

y Doctores de la Iglesia,

que á nuestra Fé se le añade,

y la Sagrada Escritura,

que dice por mil verdades,

  55   como ha de dár fin el Mundo

embuelto en llamas voraces,

convirtiendose en cenizas

los Edificios mas grandes,

los Alcazares heroycos,

  60   y los Palacios Reales.

No lloverá en siete años,

habrá grandes sequedades,

los arboles, y las plantas

sin duda, que han de secarse:

  65   abrirá la tierra bocas,

que querrá un hombre tragarse,

se secará todo el Mar,

bramarán los animales,

el Sol padecerá ec[ly]pse,

  70   la Luna habrá de bañarse

en sangre, á quien las Estrellas

tremulas han de mirarse,

y empañados sus Luceros,

topacios serán errantes:

  75   todo ha de ser balbuciente,

no habrá sazon en los panes,

no parirán las mugeres,

pocos habrán de casarse:

andarán, pues, los Planetas

  80   rebueltos, como inconstantes;

todo será horror, y asombro,

llanto, y penalidades,

muchos morirán de sed,

las fuentes han de secarse,

  85   porque la tierra por agua

dará fuego en maniantales.

Todo calor ha de ser,

muchos morirán de hambre,

titubearan los vientos,

  90   lloverán las Nubes sangre,

habrá temblores de tierra,

daño de muchas Ciudades,

no valdrá el oro, ni plata,

que el sustento ha de faltarles,

  95   y padecerá gran pena

el que de Dios se olvidare.

Vendrá luego el Ante-Christo,

que será de viles Padres,

y según las Profecías,

100   vendrá de muy lexas partes.

Este sacará el tesoro,

que oculta el Mar, y aráse

tan poderoso, que á muchos

engañará sin certamen.

105   A muchos por la riqueza,

por amores, á otros tales,

y en fin, dará á cada uno

aquello, que mas gustáre.

Fingirá muchos milagros;

110   hará cosas muy notables,

predicará contra Dios,

y su Fé, sin adorarle:

perseguirá á los Christianos,

habrá á muchos de matarles

115   con martyrios muy acervos

despedazando sus carnes,

y metiendo  agudas puntas,

por el cuerpo, y muchas partes

hiriendo, azotando, y dando

120   dolores sin aliviarse.

Pasará Reynos distintos,

ganará muchos Lugares,

perderá á los Sacerdotes

el respeto, que se sabe;

125   traerá Exercitos consigo,

los prodigios á millares;

dará horror, temor, y miedo,

con escandalo muy grave:

y por tres años y medio

130   durará aqueste combate,

su mala predicación,

sus vilezas, y maldades,

destrozando tantas cosas,

vertiendo Christiana Sangre,

135   y derribando los Templos

de Dios, y su Santa Madre:

hasta que apiadado Dios,

como es universal Padre,

contra aquella mala bestia,

140   que tanto daño le hace,

enviará á Elías, y Enoch,

para que estos declaren,

y deslumbren de la Secta

tan maligna, y derogasen

145   la infame Ley, que les pone

á quantos ha de engañarles

de que contra él tendrán

argumentos muy notables:

pero viéndose vencido,

150   para pasar adelante:

por no saber, con la espada

responderá con certamen;

dándole muerte á los dos

el atrevido cobarde

155   dentro de Jerusalén,

sin temor de Dios bastante;

en cuyo tiempo la Iglesia

perseguida registráse

con San Juan Evangelista,

160   nuestro Pontífice amable

para Vicario de Christo

sin eleccion juntaranse.

Luego los difuntos cuerpos

verán, cercados zelages

165   de nubes, y claridad,

resplandores celestiales,

y que sus animas justas

al Cielo suben triunfantes;

de que enojados aquellos

170   que le siguieron constantes,

viendo prodigio como este,

todos han de amotinarse

contra este Dragón sobervio,

y con muy intolerables

175   clamores dirán á una:

muera, muera quien tal hace,

y en medio de aquella Plaza,

sin que lo remedie nadie,

contra él tomando armas,

180   y lo herirán lo bastante,

para que muera, y dará

con su espiritu en las partes

mas profundas del Infierno,

por sus delitos tan graves.

185   Entonces todos confusos

quantos diversos Linages

de Naciones hay Christianos,

Moros, Judios infames,

Hereges, y Calvinistas,

190   Arrianos, y otras partes

de Negros, y de Gentiles,

de Barbaros, y Salvages,

andarán todos rebueltos;

y sin saber que orden darse,

195   si seguir aquesta Ley,

que ha de ser inviolable,

ó seguir la de los otros,

ó si la que tienen baste,

y sin embargo parece,

200   que hacen mucho, y nada hacen.

El cuerpo del Ante-Christo,

aquel horrible cadaver,

en medio de aquella Plaza

dará horrores en mirarle,

205   tres días estará alli,

cuyo hedor intolerable

inficionará la gente,

sin haver quien con él pare,

hasta que rebiente, y luego

210   deshecho en polvos, los ayres

se lo llevarán, haciendo

espantosos huracanes.

Entonces el Gran Vicario

de Christo vendrá á exortarles,

215   y será toda una Ley

la que oy el Christiano guarde,

diciendo todos á una,

llamando con voces grandes:

¡Viva la gran Fé de Christo,

220   viva por eternidades;

yá somos Christianos todos,

yá es una Ley triunfante,

y la Catolica Fé

brille, como el Sol radiant[e],

225   y luego cubierto el Cielo

de Nubes, roxos sendales,

lloverán rayos de fuego,

que todos en tierra arden;

las peñas, riscos, paredes,

230   brotarán por todas partes

bolcanes de activo fuego

que todo queme, y abrase;

hundiranse los Castillos,

destruiranse las Ciudades,

235   quemaranse los Poblados,

no quedará piedra jaspe,

que todo será ceniza;

solo la tierra verase

luciente como el crystal,

240   no con tantas tosquedades

sola, sin habitacion,

que la pisen, ni la labren,

si no es los Niños del Limbo

solos en ella habitantes.

245   Retirará Dios el Sol,

porque en su Corte descanse

del curso de seis mil años,

que al Mundo pudo alumbrarle,

las Estrellas, y la Luna

250   irán á la misma parte;

quedando el Mundo en tinieblas

con tantas obscuridades.

Esto es lo que se ha de vér,

autoricen mis verdades

255   la multitud de los Libros,

y Doctores, que esto traen;

y quien negare lo dicho,

negará en razones tales

la Ley [de] Dios, ó será,

260   barbaro sin luz brillante.

A donde Lucas del Olmo

dá fin á esta primer Parte,

ofreciéndole al Lector

finalizar la restante.

NOTAS

[1] Jerónimo Feijoo, Teatro crítico universal, Madrid, Atlas BAE, 1961, t. IV, vol. 142, p. 431.

[2] Véase el año de escritura de este discurso del Teatro crítico en una alusión del autor contenida en el mismo: p. 426.

[3] Entre estos catálogos, el más completo es sin duda el de Aguilar Piñal (1991), que en su tomo VI, pp. 151-165, registra 129 entradas de romances pertenecientes a Lucas del Olmo. Parte de este repertorio ya aparecía recogido en Aguilar Piñal (1974), pp. 275-278. También en Valdenebro y Cisneros (1900) se encuentran diversas entradas sobre los impresos de Lucas del Olmo. Por último, aunque con escasa información, puede verse Ramírez de Arellano (1921), t.I, pp.435-436, autor que califica  a Lucas del Olmo de “romancista cordobés”.

[4] Romance de la baraja, impreso en Córdoba por Fausto García Tena. Un ejemplar de este pliego puede consultarse en la Biblioteca Nacional de Madrid (a partir de ahora BNM), VE/ 504 (104).

[5] Un ejemplar de este romance se encuentra en la BNM, VC/284/27.

[6] Se conserva la Verdadera relación, en que se declara la vida, y muerte del Bienaventurado San Alexo, escrita, según consta en el título, por “una hermana de Lucas del Olmo Alfonso”. De este ejemplar tengo noticia a través del catálogo de una librería de viejo.

[7] Editado sin año por José Antonio de Hermosilla en la ciudad de Sevilla, el ejemplar que manejo procede de la misma fuente señalada en la nota anterior. Consta que este impresor estaba activo en 1732.

[8] De todos ellos hay impresos antiguos en diversas bibliotecas (Aguilar Piñal, 1991, entradas 1.251-1.255 y 1.259-1.260).

[9] Tomado del ejemplar conservado en la BNM, VE/ 504 (96).

[10] BNM, VE/ 501 (10).

[11] En adelante, para abreviar, los denominaré respectivamente Romance del Anticristo y Romance del Juicio Final.

[12] Curiosamente, en los romances se alterna “Profecías” (v. 99 del Romance del Anticristo) con “Prophecias” (v. 208 del Romance del Juicio Final). También aparece “Profeta” (v. 207 de este último romance). En este caso, todo parece indicar que el impreso es anterior a 1803.

[13] Al menos ya desde los días de Ireneo de Lyon en su obra Adversus haereses, compuesta entre los años 175 y 180), quedaron definidas las principales características del Anticristo, entre ellas la duración de su reinado: (José Guadalajara, 2004, p. 17), en donde se recoge el conjunto de rasgos propios del personaje según el citado autor del siglo II.

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