Editorial: Punto Rojo

Fecha de publicación: octubre 2017

Número de páginas: 128

ISBN: 9788417205270

Ilustraciones: Carmen Arevalillo

Éramos entonces tú y yo y ni siquiera lo sabíamos.

Voz que me llama. En el muro de tiza velo tu nombre.

La obra

MUJERES DE CERA consta de 58 poemas creados entre los años 1995 y 2017. Supone una incursión en el mundo sentimental y amoroso, a veces de un modo muy directo; otras, con la abstracción del mensaje, que nos depara diferentes efectos connotativos.

El título responde a las fluctuaciones de ese sentimiento, centrado sobre todo en el proceso de transformación y en las alteraciones que la vida lleva consigo. La cera es una metáfora de la plenitud y decadencia del fuego pasional, del deseo y el amor, difuminados en el humo que lleva en sí la memoria de lo vivido.

El libro tiene diez ilustraciones realizadas en acuarela por la pintora Carmen Arevalillo, además de un facsímil de uno de los poemas (Laberinto), que deja ver la evolución del proceso creativo al compararlo con el texto impreso.

El amor, el desamor y el paso del tiempo son los temas esenciales de este libro, entrecruzados con otros motivos que le sirven de contrapunto: el deseo, la nostalgia, la ilusión, el fracaso…

INCIPIT

«Aquí comienza el libro». Lo escribí a lápiz en una buhardilla, aunque el tiempo me procuró después otros espacios. Conservo un viejo sobre con todos los poemas, fechados, pero, entre ellos y éstos, la cera ha moldeado caprichosas formaciones minerales.

Evocar un mundo

La cera es materia maleable que arde con pasión y se derrite. El humo desprendido diseña evanescentes figuras que se deshacen en el tiempo. Estas Mujeres de cera son cristalizaciones encendidas, habitantes de la memoria.

OSCILACIONES

Entre el amor y el deseo

desfila un cortejo acrobático

de palabras.

Entre la cera y el humo,

la llama se consume indolente

a tu mirada.

Queda en lo profundo

una revelación inconfesable.

REFRACCIÓN

Esa pincelada es gota de crepúsculo

sobre el lienzo manuscrito de la memoria.

Los dedos del pintor perfilan

ahora

ese antiguo espejo

donde se refugia tu nombre.

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