TIEMPO Y VIDA EN LA CELESTINA

Ángel Moreno García

La celestinaNo tengo otra lástima sino por el tiempo que perdí de no gozarlo.

¿Cómo no gocé más del gozo?¿Cómo tuve en tan poco la gloria que entre mis manos tuve? ¡Oh, ingratos mortales!¡Jamás conocéis vuestros bienes sino cuando de ellos carecéis!

Con estas amargas palabras de Melibea, nos damos cuenta de la prisa por vivir que tienen los personajes de la gran obra de Fernando de Rojas. El ir y venir de Celestina, el ansia de Calisto por gozar de Melibea, entre otros hechos, retratan una ciudad plagada de conflictos internos y externos, con uno mismo y con los otros, dada la crisis social y política y de valores que se dio durante todo el siglo XV, el paso del organicismo feudal a la urbe humanista, la fragmentación de los valores feudales que dan paso al individualismo renacentista pre capitalista.

Los personajes viven los minutos, las horas, los días como si la muerte estuviera al acecho -y, efectivamente, se presenta con prontitud para todos ellos-; tienen que cumplir sus objetivos rápidamente, pues lo pasado es un triste recuerdo y sólo les importa el presente, ya que no saben qué deparará el futuro. Además, la vivencia ha de ser intensa. De ahí que la angustia sea evidente en los diálogos, en los planteamientos de la trama. Y para que nadie se olvide, está el reloj como símbolo por excelencia en las ciudades renacentistas, que recuerda la importancia de invertir bien el tiempo, de aprovecharlo, pues, para la moderna racionalidad, el tiempo es una mercancía.

Celestina, por ejemplo, llega a decir:

Muertas sí, cansadas no. Si de noche caminan, nunca querrían que amaneciese; maldicen los gallos porque anuncian el día y el reloj porque da tan aprisa.

Por ese ansia de vivir mueren los personajes celestinescos, por eso Celestina recuerda con pena toda su vida pasada y es consciente de la cercanía de la muerte:

Cerca ando de mi fin. En esto veo que me queda poca vida. Pero bien sé que subí para descender, florecí para secarme, gocé para entristecerme, nací para vivir, viví para crecer, crecí para envejecer, envejecí para morirme.

Harto tengo, hija, que llorar, acordándome de tan alegre tiempo y tal vida como yo tenía, y cuán servida era de todo el mundo.

7Pleberio apunta que:

El tiempo, según me parece, se nos va, como dicen, entre las manos. Corren los días como agua de río. No hay cosa tan ligera para huir como la vida.

El ambiente está plagado de pesimismo fatalista que impregna todo y a todos. Los personajes son conscientes de que no albergan esperanza ante la crisis del sistema feudal; no saben qué les deparará el mañana que es un presente angustioso. Como no hay salida, todos mueren: ese es el mensaje de Fernando de Rojas. La crisis se ha llevado el orden que parecía inmutable por una Fortuna mudable e incierta.

           

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