MITO DE LOS ARGONAUTAS Y EL VELLOCINO DE ORO

Julián Moral

jasonargonautas-polyLa gran mayoría de los mitólogos señalan la extraordinaria complejidad del mito Argonautas-Vellocino de Oro y de su múltiple información simbólica. La leyenda del vellocino comienza con la huida de Friso y Heles volando en el carnero sagrado para escapar a su propio sacrificio propiciatorio, inducido por Apolo con el fin de que Zeus interviniera a favor de Atamante en el conflicto que se dirimía en relación con la continuación o proscripción de los rituales agrícolas en honor de la Gran Diosa Tierra.

En la huida, Heles cae al mar al cruzar sobre el hoy estrecho de los Dardanelos. Friso, que “aterriza” en la Cólquide (sur de Rusia), entrega el vellón (Vellocino de Oro) a Eetes, rey de esta tierra, que lo manda colgar de una encina sagrada en el bosque de Ares, junto al santuario de Prometeo, vigilado por un dragón o serpiente.

Por otro lado, Pelias, a la sazón rey de Ptiótide (Tesalia), para excusar la pretensión de su sobrino Jasón, le promete la devolución del trono si consigue el Vellocino. El objetivo de Pelias es mandarlo a una misión compleja y peligrosa. Jasón acepta el reto y se pone en marcha la expedición marítima de la mítica nave Argo, emprendida por gran número de héroes que parten de Yolco con el objetivo de arrebatar al rey de la Cólquide el preciado vellocino y dar digna sepultura a los huesos de Friso, muerto en aquella tierra y con sus restos expuestos según el ritual colquídeo.

Finalmente, los argonautas, con la ayuda de la maga Medea, hija de Eetes, dan sepultura a los huesos de Friso, se adueñan del Vellocino y regresan a Yolco (en algunas versiones por una intrincada geografía fluvial y marítima) sorteando mil peligros. Medea instiga la muerte de Pelias por las propias hijas de éste y ella y  Jasón (que renuncia al trono) se establecen en Corinto, aunque su peripecia vital-sentimental terminará de forma trágica. La versión más aceptada del final del héroe es su muerte por aplastamiento (de gran simbolismo en la mítica griega) producida por la caída del mástil de la Argo abandonada, mientras el héroe descansaba a su sombra.

tumblr_inline_nn5kb2eMz41t7ihdd_500Apolonio de Rodas, vinculado a la Biblioteca de Alejandría (nacido alrededor del año 300 a. de C.) nos lega el relato más completo de este poema mitológico, que tiene sus referencias pretéritas en relatos míticos y folklóricos anteriores. Apolonio de Rodas no narra un viaje contemporáneo a él, sino con unos personajes y una geografía de los tiempos mítico-heroicos.

En opinión de reputados mitógrafos, el lenguaje poético de los mitos quizá se pueda datar a últimos del paleolítico, asociado a rituales mágicos, religiosos, totemismo… A través del tiempo, estará sujeto a remodelaciones, reelaboraciones o adulteraciones en función de los cambios sociales. En el caso del mito o mito doble que nos ocupa, aparecen referencias, entre otras, en Homero y Hesíodo y, posteriormente, en Herodoto, Píndaro, Sófocles, Ovidio, Valerio Flaco…, y, en la actualidad, en numerosos estudiosos del mismo.

Como todo relato arcaico, los elementos históricos y míticos se mezclan dialécticamente en la parábola literaria, enriqueciendo y, a la vez, difuminando el hilo ideológico del mito. Pero parece claro que el viaje de los argonautas se realizaría antes de la guerra de Troya (se suele dar para ésta la fecha de 1200 a. C.) en la época micénica. Esto es, la generación de héroes argonautas precedió a la de los héroes de la guerra de Troya en dos o tres generaciones.

Centrados ahora en penetrar el sentido oculto del mito del Vellocino, ya en el siglo I a. C. Estrabón sugería que los argonautas navegaron en realidad en busca del oro aluvial de la Cólquide que se recogía en pieles de carnero colocadas sobre artesas para lavar los minerales. Otros autores, con una visión más esotérica, mencionaban un libro hecho de piel de cordero que contenía los secretos alquímicos. Para Robert Graves el mítico carnero pudo ser una representación arcaica de Zeus, que se cubría con un vellón teñido de color púrpura marino para atraer las lluvias. A todo el borde del vellón se habría cosido a su vez un fleco de hilos de oro (la lluvia es oro para los campos) formando bucles como la lana, por lo cual sería conocido como Vellocino de Oro. Por ello este autor ve, en el ir, venir y perseguir el Vellocino, “un conflicto religioso entre los partidarios de la diosa Luna matriarcal de los pelasgos y los del dios Trueno patriarcal de los griegos (…); un conflicto entre sistemas sociales irreconciliables”.

La cultura de la Hélade anterior a las invasiones griegas se sustentaba en arcaicas instituciones tribales (gens, fratría, tribu) con sus antiguos dioses animistas y totémicos que suponían una cierta y compleja superestructura ideológica cuyos ejes vertebradores podrían ser la matrilinialidad, los rituales de fecundidad, los ciclos agrícolas y la preeminencia de las divinidades de filiación femenina. La Gran Diosa, la Madre Tierra, sería la mítica diosa manifiesta, real y sensible a las necesidades vitales de los ciclos naturales. Tras las sucesivas invasiones (eolios, jonios, aqueos, dorios), las concepciones sociales y morales de uno y otro pueblo pervivieron largo tiempo y en algunos aspectos se fundieron y enriquecieron en una dialéctica de confrontación, asimilación y sincretismo. Los invasores aqueos ya tenían la filiación patrilinial y daban el último impulso en la Hélade al patriarcado, al nuevo Panteón Olímpico y a una cada vez más definida vocación de Estado e imperialismo militar y comercial.

argo-jason-y-los-argonautas-efe-2008070220253201hg2e podría decir que el mito argonautas-Vellocino refleja, entre otros simbolismos, el antagonismo entre antiguas y nuevas relaciones sociales (matriarcado-patriarcado, autarquía-comercio, agricultura-ganadería) que, a su vez, tendría su reflejo en el antagonismo en la superestructura ideológico-religiosa y en la asignación de preeminencias a los nuevos dioses olímpicos, organizadores de la nueva y predominante vida social, en detrimento de las antiguas deidades más conectadas con el animismo-totemismo y los ciclos naturales. Este trastrocamiento de las viejas relaciones sociales es en el que se encuentran inmersos los argonautas. La conquista del Vellocino en manos de Eetes (descendiente de Eolo y un referente protector de la vieja religión femenina-matriarcal) se convierte en un símbolo de sincretismo ideológico para la unidad social y política de los pueblos de la Hélade.

¿Quién será el héroe­ y héroes de la hazaña? Para Paul Diel “el héroe mítico es el representante del empuje colectivo, la personificación del impulso espiritual”. Una visión con una fuerte carga de idealismo pero que nos puede acercar a la comprensión del héroe y a un cierto conocimiento del simbolismo del mito. Porque Jasón, como Eetes, es descendiente de Eolo, héroe epónimo de los eolios. Él y la mayoría de los argonautas son pelasgos del clan minia vinculados a clanes y tribus totémicas. Además, Jasón, como muchos de sus camaradas, está educado en las viejas creencias de la Triple Diosa y el totemismo, aunque no rechazan el Panteón Olímpico. De hecho navegan pidiendo la protección de Zeus, Apolo o Atenea, y su capacidad de sincretismo religioso y social y sus cualidades y talentos personales les hacen verdaderos héroes con capacidad de “empuje evolutivo” para llevar a cabo la misión. Pero, además, Jasón es un héroe pactista, diplomático y pragmático que consigue el Vellocino con inteligencia, seducción y alianzas. Organizador habilidoso, Jasón es el héroe perfecto para la misión, el líder democrático capaz de impulsar la unión de lo viejo con lo nuevo haciendo el menor derroche posible de violencia y buscando siempre decisiones democráticas que resaltan la importancia del grupo al mismo nivel que el líder. En fin, un héroe y unos héroes más humanos que divinos.

Analizando el mito desde la perspectiva de la hazaña o epopeya marítima, hay que señalar que las exploraciones griegas en el Mar Negro constituyen otra de las bases del mito y leyenda de  los argonautas y que no están desligadas del tiempo histórico, la geografía física y humana, ni las relaciones internacionales. Si seguimos a especialistas cualificados en la materia, debemos comenzar señalando que familiarizarse con la navegación sería un proceso lento y con reticencias muy al final del paleolítico. La cultura griega y las tradiciones de raíz agrícola y ganadera (los reyes de los poemas homéricos eran los grandes poseedores de tierras y rebaños) recelaban de la navegación al cercano mundo oriental. Pero las élites griegas y las estructuras de control social que el gran antropólogo Marvin Harris definía como “Estados Prístimos”, ya se debatían –en los tiempos del encuadre histórico del viaje- entre la autarquía y el comercio. Recordemos las críticas y nostalgias de Hesíodo, cuyo padre había sido comerciante con negocios en Asia Menor, en su obra Días y Horas.

Desde los tiempos prehoméricos el comercio de GreciLorenzo_Costa_Argonautasa con el Mar Negro se encontraba muy condicionado por la intermediación estratégica de Troya. Abrir nuevas rutas podría ser, pues, uno de los objetivos del viaje de los argonautas. Hay quien insinúa la hipótesis de la piratería. Sea como fuere, las tensiones eran un hecho y se reflejan en la leyenda, la literatura y el mito: deidades protectoras de los argonautas (Zeus, Apolo, Atenea, Artemis, La Gran Diosa) y peligros, monstruos mitológicos, islas flotantes…, que los argonautas tienen que afrontar en su errar por un mar tenebroso y poco explorado.

Por ello, y con independencia de la dimensión mítica y la parábola literaria, el viaje de los Argonautas representa también la deslocalización, el intercambio de ideas y conocimientos. Digamos, una globalización primitiva: la ruptura con un mundo rural cerrado, algo que, efectivamente, entraba en contradicción con lo arcaico y que el mito recrea en las resistencias y dificultades que deberán sortear los héroes con inteligencia y voluntad, amén de la ayuda de las fuerzas del Panteón Olímpico que apoyan la apertura. Una gran epopeya que pone en escena la lucha entre actitudes sociales conservadoras (comunión con las fuerzas de la naturaleza y deidades asociadas) y actitudes sociales emergentes representadas por los héroes-semidioses, que encarnan la voluntad, la inteligencia, la innovación, el trabajo en equipo e, incluso, una clara tendencia a dejar de confiarlo todo en la ayuda de la voluble voluntad de los dioses, que no dejaba de ser más que la voluble dinámica de la naturaleza.

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