LINCOLN

Juan Angulo Serrano

Steven Spielberg ha querido volver a su cine más complejo y profundo, dejando para otro momento el más espectacular y comercial, con el que también nos ha dado estupendas obras, como E.T., Tiburón, Encuentros en la 3ª fase, Indiana, etc.

Según confesión propia, Lincoln es su película más europea. Tengo que estar de acuerdo. Casi toda transcurre en interiores y la acción brilla por su ausencia, salvo en la escena inicial de la batalla en el río. Un alto porcentaje del metraje es medios o primeros planos y, si no me equivoco, es en la que el diálogo tiene mayor preponderancia.

Transcurre durante los seis últimos meses de su vida que, como se sabe, fue truncada por el magnicidio de John Wilkes Booth en abril de 1865. Dijo un conocido crítico cinematográfico que lamentaba no haber leído algo más de la historia de los E.E.U.U. antes de verla. Haciendo caso de su comentario, intenté cubrir, someramente, mis grandísimas lagunas. Me sirvió de poco, ya que no profundicé suficientemente en ese espacio de tiempo concreto y, en algunos momentos, no sabía con exactitud quiénes eran y qué representaban los personajes que aparecían en pantalla. Si a eso le añadimos que son muchísimos, hubo momentos en los que me perdí. Por supuesto, no digo esto para desmerecer a Spielberg sino que, al tratar con tanta profundidad aquel corto y decisivo espacio de tiempo y la semblanza de un hombre tan carismático y fundamental de su corta Historia, da la impresión de que está dirigida principalmente a los espectadores de ese país. Sería como pretender que los norteamericanos comprendieran totalmente nuestro cine histórico, por ejemplo, la serie de televisión ISABEL que comentaba en mi anterior crónica. Personalmente, me ha dado motivos para indagar más en la vida y actitudes de aquel Presidente y en el decisivo periodo que le tocó vivir. (Wikipedia hace un resumen que ayudaría).

A pesar de mi ignorancia, parece evidente el total respeto a los hechos históricos, tal como se conocen. Daré una sencilla información a los que no la hayan visto y estén tan huérfanos de conocimientos como yo de aquellos tiempos: Lincoln era republicano y bastante liberal para la época, y los demócratas eran los más conservadores y favorables a la esclavitud. Por eso no hay que confundirse con los actuales posicionamientos de dichos partidos.

Desde un punto de vista histórico, para mí, y creo que para muchísimos americanos, desmitifica a un personaje modélico y emblemático, haciéndolo más humano, profundizando en sus contradicciones, dudas y actitudes poco éticas. Destacaría entre éstas que, aprovechándose de su influencia, intentara evitar que su hijo, como era su deseo, se alistara para la guerra, dejándose influir por su autoritaria y desequilibrada esposa. Y cuestionable, que dilatara el acuerdo de paz con los confederados para conseguir antes la aprobación de la Decimotercera Enmienda que abolía la esclavitud, lo que hubiera sido casi imposible con la guerra finiquitada, ya que, al incorporarse los congresistas demócratas del Sur al Parlamento, hubiera sido rechazada. Esta demora significó la pérdida de más vidas en ambos bandos. Y por supuesto que, con medios ilícitos, consiguiera cambiar el voto de varios demócratas a tal fin.

Fue el presidente que más poder tuvo nunca. Como siempre ocurre, el ejercicio de ese poder lleva implícito, para cualquier dirigente y en cualquier tiempo, la toma de decisiones a veces contrarias a su propia ética o a sus principios políticos. (¿El fin justifica los medios?). Vista Lincoln bajo esta óptica, es de una absoluta actualidad, tanto en nuestro país como en el resto del mundo. Y no digamos la utilización del lenguaje en la política, lleno de eufemismos, frases que pueden entenderse de muchas maneras, circunloquios, etc. Hay una que resume esto con total claridad. El congresista Thaddeus Stevens, que interpreta magistralmente Tommy Lee Jones, de izquierdas, intransigente y apasionado defensor de la aprobación de la Decimotercera Enmienda, para conseguir el apoyo de algunos congresistas demócratas suaviza su habitualmente furibundo discurso con la siguiente sentencia (no sé si literal): “No creo en la igualdad entre todas las cosas, sino en la igualdad ante la Ley”. De esta forma no dice con claridad lo que realmente le gustaría decir: que negros y blancos son iguales.

Para conseguir transmitirnos todo esto, Spielberg cuenta con la mejor baza de la película: la portentosa interpretación de Daniel Day-Lewis. Asombroso, aparte de su magnífica caracterización. En aquellos momentos de duda, su rostro fijo durante varios segundos y en primer plano nos hace sentir su lucha interna con casi imperceptibles modulaciones. Quedará para la Historia del cine. Irrefutable la concesión del último Oscar, que es el tercero de su carrera, hazaña no conseguida por ningún otro actor. Los otros dos los obtuvo por Mi pie izquierdo y por Pozos de ambición. No se prodiga mucho y se mantiene totalmente alejado del glamour, por lo que no es de los más famosos entre el gran público. Tengo que volver a verla en versión original para, una vez más instruido, sacarle todo el jugo y oír su propia voz, pues no me satisfizo su doblaje al castellano. A pesar de ello, confesaré algo: tengo debilidad por su interpretación en El último mohicano.

Los restantes actores, de reconocida solvencia, están perfectamente elegidos para sus roles y sus excelentes interpretaciones son imprescindibles en una cinta tan intimista. Destacaría a Tommy Lee Jones y Sally Field.

 Spielberg llevaba más de diez años intentando producir una película sobre Lincoln. Se barajaron multitud de guiones e intérpretes, entre ellos a Liam Neeson. El asunto del maltrato a los diferentes ya lo abordó en El color púrpura y en Amistad, que también giraban sobre la esclavitud, y en La lista de Schindler, posiblemente su mejor obra sobre los judíos.

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