NO TENGO FE

Es fácil creer, así porque sí, por pura inercia desde la infancia, que es cuando en muchas personas empiezan a sembrarse las creencias religiosas. Pero es difícil creer, porque, si como seres racionales y con espíritu crítico rastreamos en el origen de la creencia, nos daremos cuenta sin dificultad de que ésta surgió para responder a dos impulsos muy arraigados: la necesidad de explicar lo aparentemente inexplicable y el instinto de conservación de la especie, a lo que cabría añadir el deseo de retribución post mortem ante la injusticia social. Esto ya se encuentra perfilado en la civilización mesopotámica, cuyo pensamiento religioso fue el primero en confiarse a la escritura.

Más tarde, como una canica que se arroja desde la cima de una ladera nevada, fue incrementándose el tamaño de esa bola descendente, y la primitiva creencia se abarrotó de palabras, dogmas, pecados, castigos, prescripciones y esperanzas, sustentado todo ello en la fe y en unos textos que escribieron hombres, pero que, para conferirles autoridad y carácter sobrenatural, se los puso bajo el dictado de un dios.

Así, el mundo entero se llenó de mesías. Unos tuvieron mucho éxito; otros, se fueron sin pena ni gloria. Y hubo cientos.

5 comentarios en “NO TENGO FE”

  1. Yo tampoco tengo fe. Pero querido amigo, como tú insinúas, creo que hay que diferenciar la fe de la «credulidad.»
    Esta segunda encuadraría a la mayoría de los creyentes.
    No obstante, también tener «credulidad » sin reflexión racional sobre ciertas verdades «seudocientificas» (o científicas que escapen a nuestro nivel de conocimientos) puede ser algo parecido a un acto de fe.
    ¡ Filtremos todos los paradigmas !

  2. Rafael Ubal López

    Esto de tener o no tener fe, no considero que esté en este sentido adecuadamente planteado desde la perspectiva del «tener», como quien se planteara: «yo tengo o no tengo dinero» ya que, hablando con propiedad, la fe a la que aquí se alude ni se tiene ni se deja de tener… si nos referimos a las propiedades del hierro (Fe) en nuestra sangre, sí que podemos hablar de tenerlas o no tenerlas, como también podemos hablar acerca de tener la fe concedida por el notario en relación a la posesión de un título de propiedad, así como en el ámbito del derecho también podemos hablar con propiedad de «tener buena fe»; aquí la «buena fe» se refiere al “estado mental” de la persona que ejercita un derecho o cumple un deber: creer que se está actuando de manera adecuada. Sin embargo, desde una perspectiva metafísica y/o religiosa la introducción del verbo tener, a mi me parece inadecuada. Yo estoy más, en consonancia con planteamientos del estilo argumental propio del clásico Epicuro, por ejemplo, cuando a este respecto se hace la siguiente reflexión: «Siendo Dios omnipotente y bueno, o bien quiere evitar el mal y no puede, o puede y no quiere, o ni puede ni quiere, o puede y quiere. Si quiere y no puede, entonces no es omnipotente, lo cual no es propio de Dios. Si puede y no quiere, entonces no es bueno, lo cual no es propio de Dios. Si ni puede ni quiere, entonces no es ni omnipotente ni bueno, por lo que no es Dios. Y si quiere y puede, que es lo propio de Dios, ¿de donde proviene, entonces, el mal?» o cuando afirma: “No es impío el que rechaza a los dioses de la mayoría, sino el que atribuye a los dioses las opiniones de la mayoría”… Aquí se está planteando la cuestión desde la perspectiva del «ser o no ser» no desde el «tener o no tener».

    1. José Guadalajara

      Gracias por esta reflexión a propósito de la mía. El caso es que, tras la aniquilación del dios, merced al pensamiento de Epicuro que tú aportas, la fe religiosa parece todavía más endeble y gratuita. Tan endeble que solo la tiene aquel que sitúa por encima de la razón sus sentimientos y deseos. Un análisis crítico sobre el origen de las religiones pone a las claras sobre el tapete que éstas responden tan solo a argumentos humanos. Todo el edificio se derrumba acudiendo a los principios y formación de todas las creencias religiosas. Así que, querido amigo, no «tengo fe», porque, antes de la «bola», fue la «canica».

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