CASTILLOS: UN LENGUAJE -NO VERBAL- DESVELADO

Candela Arevalillo

1º castilllo de Magaña, Soria s. xv
Castillo de Magaña, siglo XV

El simbolismo se ha llegado a definir como el arte de pensar en imágenes. Este sistema de expresión, comunicación e intercambio es intrínseco en el ser humano mientras éste percibe e interpreta el mundo que le rodea. Y en ese constante fluir de ideas, sentimientos y vivencias en general, que acaban siendo asociadas a imágenes concretas, surge la imagen simbólica que tanta fuerza adquiere en nuestras vidas: imágenes convertidas en metáforas que se van transmitiendo de generación en generación. Por este motivo, toda imagen resulta ser una valiosa fuente de información, un compendio de datos que recibimos a través de un lenguaje simbólico no verbal, tal y como comprobaremos a continuación.

Dentro de la historia de la humanidad, la difusión ideológica mediante imágenes fue y es de gran importancia, convirtiéndose en un imprescindible instrumento de comunicación. En el periodo histórico medieval al que nos vamos a trasladar, y cuando aún la escritura no se había convertido en un generalizado vehículo de transmisión del pensamiento, al predominar un considerable grado de incultura en un alto porcentaje de la sociedad, la escultura, la pintura y la arquitectura religiosa o la monumental se convirtieron en importantes medios de propaganda de carácter político, social o religioso.

A raíz de esta introducción, nos preguntamos: ¿Qué mensaje simbólico transmitió la imagen de un castillo, incluida la torre del homenaje, y qué aspectos formales más destacados se utilizaron para ello? El principal motivo para levantar castillos lo hallamos en el deseo imperialista de reyes y grandes señores; un proceder al que va unido la consiguiente necesidad de controlar el territorio conquistado, porque todo lo que se obtiene en propiedad hay que saberlo defender. A esta inquietud originaria habría que añadir y hacer destacar el importante factor de prestigio y poder que estas construcciones confieren, debido a que estos castillos pertenecían a la monarquía y la alta nobleza, desde donde imponían su dominio jurisdiccional.

Partiendo de la etimología latina de castellum, cuyo significado es “fuerte”, este tipo de construcción está ineludiblemente asociado a la idea de un lugar resistente y poderoso en muchos sentidos. Por otro lado, desde el punto de vista de la semiótica, la autoridad y el poder jerárquico se expresan mediante dos rasgos morfológicos principalmente: el tamaño y la altura. El tamaño de un edificio y el tipo de material empleado son relevantes a la hora de valorar el poder económico de su dueño; pero, además, la altura proporciona una fuerza especial a toda construcción y un poderío que vamos a analizar.

3º piramide_socialEl origen de estas fortalezas se remonta a los tiempos más primitivos de la historia del hombre. No obstante, la auténtica edad de oro de los castillos fue en especial la Edad Media por su sistema político y militar. Para la construcción de estos castillos se requería, por lo general, un terreno convenientemente elevado. Es evidente que la localización de determinadas construcciones fortificadas en zonas montañosas responde fundamentalmente a motivos defensivos y estratégicos. Sin embargo, a esta necesidad de mantener un control militar exhaustivo sobre el entorno, incluiríamos también, dentro de las zonas pobladas, el imprescindible recurso de dominio psicológico del señor sobre sus súbditos.

La ubicación en zonas elevadas, aparte de los beneficios estratégicos, sociales y psicológicos que pueda reportar, responde también a otro factor respaldado por el campo de la Física, igualmente valioso, pero menos tratado. Nos referimos a las propiedades físicas que acompañan a toda forma triangular: una estructura geométrica que hemos trasladado imaginariamente a la zona montañosa que ocupa el castillo de Morella (Tarragona), utilizado como ejemplo para esta ocasión.

Partiendo de la base del terreno montañoso, cuando realizamos un movimiento ascendente con la intención de cerrar el triángulo imaginario, comprobamos que dos de los canales de energía confluyen en el vértice superior: un punto angular en donde se concentra el máximo de tensión y fuerza. Es decir, la energía que circula en ascenso se acaba concentrando justo en el vértice superior del triángulo que, por analogía, hemos situado precisamente en la cima de la montaña en donde, a su vez, se asienta la fortaleza. Para desarrollar mejor esta idea, utilizaremos otro ejemplo: la punta de una lanza. En este caso, comprobamos que por su forma aerodinámica, el vértice superior de ésta concentra toda su fuerza y poder para “cortar y abrir” el aire durante el proceso de lanzamiento.

De esta forma, aparte de los motivos más evidentes y habitualmente aceptados y empleados para la construcción en zonas elevadas, y aunque se actúe desconociendo el porqué de una forma consciente, este factor físico-energético aporta un valioso elemento más a tener en cuenta a la hora de elegir una orografía elevada para la construcción de esta arquitectura político- militar.

Para completar esta idea, hemos incorporado una imagen muy recurrente en la que se puede observar gráficamente la sociedad feudal estratificada. En esta imagen piramidal, una vez más constatamos que el ápice superior está ocupado por la poderosa y omnipresente figura del rey, situada por encima del resto de los estamentos; una figura monárquica que “recibe” y, a su vez, “proyecta”.

4º Castillo_de_Torre lobatón_(torre_del_homenaje)
Torre del homenaje (castillo de Torrelobatón)

Resumiendo, podemos decir que el mensaje que se percibe de una forma inmediata es el de Poderío, Fuerza, Resistencia, Seguridad y Protección: conceptos que se condensan y sintetizan en la representativa Torre del homenaje. En los siglos medievales no era suficiente con conquistar una plaza, también había que defenderla y recordar al vencido quién era el nuevo soberano del lugar. El recio torreón llamado la Torre del homenaje se convirtió en la imagen simbólica más representativa de este concepto de soberanía absoluta.

Si este diseño arquitectónico lo comparamos, grosso modo, con la morfología de los tradicionales bastones de mando o los báculos de autoridad eclesiástica, e incluso si lo trasladamos al campo de la grafología, encontramos de nuevo que la verticalidad del trazado posee, además, importantes connotaciones no solo de autoridad, sino también de autoafirmación y asertividad: condiciones idóneas para defender ideas, derechos y territorios.

Para una comunidad feudal, la Torre del homenaje emitía un claro y contundente mensaje de poderosa omnipresencia sobre un colectivo humano y unos territorios sometidos. Por ello, durante este período medieval, la conquista de una población amurallada conllevaba el desmochar la parte superior de la torre del homenaje, es decir, la zona que corresponde de la base de las almenas hacia arriba; porque la almena en sí misma es el símbolo de la resistencia física de la fortaleza; pues el desmocharlo suponía la humillación intrínseca de sus defensores y, al mismo tiempo, el acatamiento hacia los nuevos dueños de la población.

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