GEOMETRÍA SAGRADA: EL ORIGEN DE LA VIDA

Candela Arevalillo

1. Trinidad- TetraedroEn el anterior artículo, sumergiéndonos en el ámbito de la Cosmogonía, desarrollamos los primeros pasos para llegar a un arquetipo numérico y geométrico basado en los tres primeros números convertidos en patrón básico de la creación del universo. Éste sintetizaba de una forma óptima, el dogma de la Trinidad cristiana como manifestación divina; un patrón primigenio que gran parte de las antiguas religiones, también adoptaron para transmitir sus enseñanzas sagradas.

Sin embargo, este primer diseño gráfico triangular, apropiado para difundir principios metafísicos a un nivel teórico, se desarrolla en un mundo bidimensional con una visión incompleta de la realidad que se solucionará con el siguiente número. Si realizamos una retrospectiva, con el número 1 podíamos representar ese punto que lo contiene todo en potencia; con el 2, la línea, y con ella la manifestación dual del universo; y con el 3, la superficie que asimila los resultados de la actuación anterior. Pero es con el número 4 cuando surge el volumen que caracteriza a nuestro mundo material, originándose un tetraedro en tres dimensiones. Este concepto metafísico apareció muy pronto dentro de la iconografía medieval aunque, como vemos en la ilustración adjunta, se representa como figura plana de dos dimensiones.

Recordando a Platón, diríamos que el ternario es el número de la idea y el cuaternario es la realización material de dicha idea.

“Y en el Principio era el Verbo….y el Verbo era Dios” que, al manifestarse en todas las direcciones, se proyecta en forma esférica por ser capaz de abarcar el mayor volumen posible. Si la superficie geométrica más reducida  es el triángulo, y el tetraedro es la figura volumétrica más pequeña, la esfera, en cambio, es capaz de englobar todo dentro de sí, convirtiéndose en símbolo de Totalidad.

2. Semilla de la VidaA su vez, como el universo manifestado está regido por el principio de polaridad, se generan dos matrices de tetraedros que se reflejan, creando el número 6: número perfecto según Euclides, imperfecto según la Biblia, por faltarle una unidad para alcanzar la perfección del número 7. Aun así, el número 6 nos sorprende por su amplia información materializada en la conocida Estrella de David o Sello de Salomón. Cuando su profundo simbolismo se focaliza en el microcosmos humano, hablaríamos de una Tríada Superior, que abarca los aspectos de Voluntad, Intuición y Mente Abstracta, y una Tríada Inferior que incluye: Mente Concreta, Emociones  y Cuerpo Material. Dos triángulos íntimamente entrelazados que integran aspectos espirituales y materiales, igualmente valiosos, que deben evolucionar a la par para mantener el equilibrio y la armonía del Ser. En la Edad Media era habitual encontrar amuletos y talismanes que reproducían esta estrella de seis puntas, generalmente inscrita en un círculo, como símbolo de sabiduría divina. Se creía que estos dibujos mágicos protegían a su portador del influjo de demonios y espíritus maléficos.

Y a partir de esta estructura se inicia un proceso geométrico complejo a través de fractales, porque Todo lo creado se hizo “a imagen y semejanza” del Creador. (En el artículo anterior, definimos el concepto fractal como todo fragmento correspondiente a una unidad mayor que mantiene, a diferente escala, la misma esencia, composición y estructura que la del Todo al que pertenece.)

Curiosamente, no parece haber grandes distancias entre la ideología del pasado y la más actual que nos presenta Richard Buckminster Fuller (1895-1983),  ingeniero, creador de la cúpula geodésica, escritor y profesor universitario estadounidense. Tras largos años de profundas investigaciones también llegó a la conclusión de que la geometría analítica natural del universo estaba basada en matrices de tetraedros. Todo lo que existe está diseñado y conectado en un universo matemático perfecto a través de esta matriz isotrópica de vectores.

3. Beato LiébanaEs evidente que la numerología y la geometría resultan ser el lenguaje simbólico de las fuerzas de la creación del universo que nos ayudan a entender, mentalmente, lo que ya intuitivamente conocemos. Este entramado geométrico, denominado Semilla o Flor de la vida, está basado en triángulos que, partiendo de un punto central -agujero o vacío cósmico- generan una sucesión de tetraedros incluidos en siete círculos con simetría séxtuple, que acaban creando un total de diecinueve esferas entrelazadas que, a su vez, quedarán enmarcadas dentro de otra esfera mayor. Este patrón geométrico de creación, conscientemente, o por repetición imitativa, se ha ido plasmando en tratados filosóficos, científicos, religiosos, quedando reflejado a lo largo de los siglos en imágenes simbólicas repartidas por todo el mundo.

Son muchas las representaciones gráficas que encontramos de una de las fases más destacada de este proceso creador. Por ejemplo, de una forma rudimentaria la vemos esbozada en una miniatura del Beato de Liébana del s. X; también en una interesante versión románica del proceso creador de la Trinidad del s. XII (última ilustración) procedente de San Martin de Tours, en Artaiz (Navarra). Saltando a otros continentes, podemos contemplarlo en Abidos (Egipto), en el templo de Osiris del faraón Sethy I del período predinástico; en la India; en Israel, concretamente en las sinagogas de Galilea y Mesada; en la tumba de un caballero templario situada en la catedral St. Magnus del s.XII, en Kirkwall (Escocia); en las esferas donde apoyan sus garras los Leones guardianes del conocimiento de la Ciudad Prohibida, en Beijing, (China); etc.

Y como todo lo que existe en el universo está diseñado bajo las mismas pautas, también encontramos este proceso en la división celular dentro del campo de la Embriología. En la ilustración podemos observar la disposición que adquieren los blastómeros, células de la mórula, antes de que se inicie la especialización de tejidos.

Y, una vez más, se cumple el legendario axioma: Como es arriba es abajo; como es en el microcosmos es en el macrocosmos, porque el patrón de creación es el mismo, encontrándose presente en todo el universo.

4. EmbriologíaMientras elaboraba este artículo, un día al abrir casualmente la novela que estaba leyendo, me encontré lo siguiente: “Era como si de los acontecimientos extraordinarios o de las casualidades manifiestas se desprendieran los signos de un destino escrito con letras invisibles para los hombres, que sólo podían intuirse cuando un destello de la inteligencia o una revelación divina iluminaban fugazmente el libro donde permanecían grabadas desde siempre.” Fragmento de la novela histórica Signum del escritor José Guadalajara.

Efectivamente, retrocediendo al pasado podemos encontrar numerosos signos o señales de un conocimiento ancestral que siempre ha estado presente en la Historia porque es inherente al ser humano y a la vida, que se ha ido transmitiendo de generación en generación, consciente o inconscientemente, con letras invisibles, a la espera de que la mente humana esté capacitada para desvelar la información que estas señales o símbolos transmiten para comprender nuestros orígenes; proporcionando, a su vez, claves fundamentales para el futuro, ya que este patrón que se reproduce infinitamente mediante fractales, revela la estructura y el procedimiento, a través del cual, la energía creadora fluye y se manifiesta.

“Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol… eso mismo ya existió muchísimo antes que nosotros”. (Eclesiastés 1:9)

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