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LA RIOJA ALTA: TIERRA DE VINOS, CASTILLOS Y PALACIOS

Luis Moratilla

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Era septiembre. Unos amigos, aprovechando la llamada fiesta de la recolección, nos invitaron a visitar su pueblo, Pradoluengo, situado en un pequeño valle en la provincia de Burgos.

Debido a su proximidad con la Rioja, mi mujer y yo decidimos adelantar en un día nuestro viaje y así conocer parte de esa comarca. La zona que recorrimos fue la denominada Rioja Alta, y he de reconocer que el itinerario que diseñé tuvo aciertos, pero también algún que otro fallo.

El viaje desde Madrid, muy cómodo, se inició la mañana del jueves. Tras superar Burgos, el itinerario prosiguió por la autopista que une esta localidad con el País Vasco, para, a la altura de Pancorbo, y después de ser curiosamente sobrevolados por un elevado grupo de buitres, quizá buscando comida en el entorno, tomar la nacional 232 que nos conduce a la Rioja.

Nuestra primera parada fue Sajazarra. En un principio, queríamos que fuera corta, ya que deseábamos comer en Casalarreina, pero Sajazarra nos conquistó: es un pueblo pequeño, pero precioso, para pasearlo sin prisas, acercarse a su castillo, construido en el siglo XV y del que dicen que es una de las fortalezas más bellas de La Rioja (no se puede visitar al ser de propiedad particular); proseguir rodeando la muralla (siglo XIII), de la que aún se conserva la puerta del Arco, situada entre la iglesia y el Ayuntamiento viejo; deambular junto al río o admirar su iglesia de Santa María de la Asunción (iniciada en el siglo XIII) o sus distintas casas solariegas, así como adquirir vino en la bodega “Castillo de Sajazarra”, allí situada.

El reloj marcaba las dos de la tarde cuando nuestro paseo acabó. Nuestro coche estaba aparcado en la plaza del Ayuntamiento, junto a un restaurante con una fachada muy atractiva y un interior prometedor, por lo que decidimos comer allí. El local se llama Mesón Asador San Marcos (941 32 01 67). El precio se sitúa en torno a los 30 euros, y la comida fue bastante correcta. Lo peor, el vino de la casa, pese a que su muy amable propietario lo ensalzó generosamente. Siguiendo su consejo, nuestro menú consistió en patatas a la riojana y chuletillas, muy sabrosas. Me sorprendió que el plato más solicitado por otros comensales fuera el denostado chicharro, por lo que en mi próxima visita seguro que lo probaré.

De aquí marchamos a Casalarreina. Tenía mucho interés en conocer la villa y, especialmente, el convento dominico de la Piedad, y aquí comenzaron las decepciones del día, quizá también debido a que el azul del cielo se tornó gris y luego en una lluvia que ya apenas nos abandonó. Y es que Casalarreina es su convento y poco más. Fue construido en el siglo XVI. La iglesia es de estilo gótico y de una sola nave en forma de “T”, con siete retablos.  El tema de la portada de entrada a la iglesia es el Hombre Antiguo (Adán: paganismo) salvado por el Hombre Nuevo (Cristo: cristianismo). Hay muchos símbolos del mundo pagano y del mundo cristiano.

En su tímpano hay una representación de la Piedad, y en el segundo cuerpo, de la Última Cena, el Camino del Calvario, el Prendimiento, la Flagelación y la Resurrección. El coro está formado por cincuenta asientos altos y veintiocho bajos. Posee también un precioso claustro de dos plantas; la alta, con techumbre de madera.

El convento está habitado por no más de quince monjas y cuenta con treinta celdas  y, aunque es fácil de localizar, os doy su dirección: Pza. Santo Domingo de Guzmán, 5, tfno.: 941 324 033.

Esto es lo que dicen las guías, pero también quiero contaros que la persona que nos lo enseñó estaba indignada y con razón. En el claustro se estaban realizando unos trabajos, en teoría de modernización, pero sin respetar su origen. El suelo de la planta superior, intacto desde su construcción, estaba siendo reemplazado por otro de mármol; por supuesto, en nada parecido al original. El interés, según nos indicó, tanto de políticos como de autoridades eclesiásticas en que los trabajos tuvieran un mínimo respeto por las formas originales era nulo. Además, en las obras se había destrozado un buen trozo de la balaustrada, algo que, según ella, apenas importaba a la dirección de obra.

Era ya tarde, anochecía y, como antes señalaba, también llovía, así que de aquí nos dirigimos a la ciudad que iba a ser nuestro alojamiento, Nájera, ciudad con nombre medieval, aunque a mi parecer, de medieval solo tiene el nombre. Solo recuerdo como atractivo el entorno del monasterio de Santa María la Real.

El hotel se llamaba Duques de Nájera (c/Carmen, 7,  941410421 www.hotelduquesdenajera.com ). Su aspecto en Internet nos impresionó, pero las fotos eran engañosas. La primera dificultad fue localizarlo. La calle en la que está situado es muy estrecha y en la exigua fachada apenas hay nada que indique que allí está el hotel. La pequeña puerta de entrada tampoco facilita la búsqueda. Solo debo destacar su buena situación, junto al entorno monumental y sus amplias habitaciones, bañera de hidromasaje incluida. Las vistas, sin ningún interés, están ocultas con amplios cortinajes. Además, si vais con mucho equipaje, acabaréis agotados antes de llegar, ya que es imposible aparcar en su entorno, ni siquiera en doble fila para descargar las maletas. Más fácil de encontrar y con más cómodo aparcamiento y mejores vistas nos pareció el hotel San Fernando (941363700, paseo San Julián, 1).

Era la hora de la cena y estábamos junto a la calle del tapeo por excelencia: la calle Mayor. Es una calle peatonal llena de bares, cafeterías y mesones: cenamos en uno de ellos. El día finalizó con un paseo por los alrededores del rio, incluida una visita a la plaza donde se sitúa el monasterio, bellamente iluminado por la noche.

Santa María la Real de NájeraAl día siguiente, y tras el desayuno, también en un bar de la calle Mayor, visitamos el monasterio (tened en cuenta que los lunes está cerrado). Fue mandado construir en el siglo XI por García Sánchez III de Navarra como sede episcopal y como futuro panteón real para su familia. De la primitiva  construcción solo se conserva la cueva de la Virgen y algunos sepulcros. La iglesia se terminó ya iniciado el siglo XVI. Tras pasar por diversos propietarios, los franciscanos, finalizando el siglo XIX, deciden instalarse en el monasterio. Su traza arquitectónica pertenece a los estilos gótico y renacentista.

La iglesia presenta en su cabecera varios contrafuertes cilíndricos y su retablo mayor es barroco, presentando una preciosa talla románica en madera policromada de una Virgen del siglo XII. Dentro del presbiterio encontramos el sepulcro renacentista de los duques de Nájera. Lo más impresionante y valioso es el panteón real, construido en el siglo XVI y que conserva un total de treinta sepulcros, entre los que se encuentran los de diversos reyes. Sobresale el de doña Blanca de Navarra, con sarcófago de piedra y relieves. Al fondo del panteón está la cueva donde, según dicen, el rey don García halló un altar con una  imagen de la Virgen mientras perseguía a su halcón de caza, decidiendo levantar en ese lugar el monasterio al encontrar, hermanados milagrosamente, a su halcón y la perdiz que perseguía. Destaca también el coro, que tuvimos la suerte de contemplar, ya que solo se enseña a determinadas horas; tiene una hermosa sillería tallada en nogal del gótico castellano.

Tras la visita, nos dirigimos al muy próximo museo najerillense (Pza. Navarra, 12. 941360101), donde, además de admirar los restos paleolíticos, romanos o medievales que conserva, pudimos contemplar diversos objetos relacionados con las labores tradicionales de la comarca así como una bella colección de cerámica popular.

El día prosiguió en dirección a San Millán y Valvanera, pero de eso ya hablaremos en un próximo capítulo. Ahora quiero volver a mi reflexión del inicio, y deciros que, si buscáis pueblos para callejear, yo no repetiría este recorrido, sino que después de Sajazarra, este sí, imprescindible, visitaría otros pueblos cercanos, como Treviana, Cuzcurrita, Tirgo o Briones, para finalizar en San Vicente de la Sonsierra, localidad junto a la cual podemos admirar el maravilloso conjunto arqueológico de Santa María de la Piscina, con recinto amurallado, ermita románica del siglo XII (según dicen la más bella de La Rioja), antiguo poblado con viviendas semirrupestres y necrópolis datada entre los años X y XIV y que cuenta con 53 tumbas. En dicha población también hay un hotel, recientemente inaugurado y llamado Villa Sonsierra (www.villasonsierra.com, 941334575) donde podríamos pernoctar para iniciar, al día siguiente, la visita, esa sí, muy aconsejable como ya os comentaré, al entorno de Valvanera.

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