LAS AVENTURAS DEL VALEROSO SOLDADO SWEJK (I)

Pedro Centeno Belver

Una de las primeras cosas que hace todo buen amante de la literatura y de la historia al visitar un país es, no cabe duda, informarse sobre los principales acontecimientos, obras artísticas y literarias de nuestro destino. Si, además, este país se convierte en el lugar de residencia y trabajo, existe también el compromiso de “beber” esa cultura, hacerla parte de uno mismo y, de alguna manera, transmitir su riqueza. Por eso, voy a dedicar estos dos números veraniegos a la literatura checa y, en especial, a su novela más importante, El buen soldado Švejk (la “j” se lee como una “i” en el diptongo decreciente en español). La traducción española, como la inglesa, omite en el título “za světové války», que viene a decir “en la Guerra Mundial”. En este primer artículo contextualizaremos someramente esta gran novela, a la par que damos tiempo al lector para que pueda disfrutar de las anécdotas de nuestro soldado, para pasar, el próximo número, a un análisis bastante más minucioso de la obra.

La literatura checa, ya lo dijimos hace un par de números en esta revista digital, tiene muchos autores de gran calado y profundidad literaria, tanto desde un punto de vista técnico como temático y estilístico. Así, escritores como Kafka o Kundera nacieron en las tierras de la que fue Checoslovaquia, aunque, por diversas razones, eligieron otro idioma (alemán el primero, francés el segundo) para escribir las obras que les llevarían a la fama. Sin embargo, las letras checas ofrecen muchos ejemplos extraordinarios que merecen un espacio en las bibliotecas de todos los que disfrutamos con la literatura. Creo que merece la pena mencionar algunos nombres, pese a desviarnos esta vez del tema que nos ocupa, pues las mejores obras (no olvidemos nuestro Don Quijote) respiran de sus precedentes y se reflejan en sus sucesores. Sirvan, asimismo, como recomendaciones de lectura para este verano que, junto con la novela que presentamos este mes, ofrecerán muchos minutos de placer en estos calurosos días.

Un primer autor digno de mención es el gran poeta Karel Hynek Mácha (la grafía “ch” se pronuncia como nuestra “j”), auténtico exponente del romanticismo que me recuerda especialmente a nuestro José de Espronceda. Existe una buena traducción al español, editada en Praga, que vierte el poema manteniendo el verso, lo que siempre es interesante en un poema narrativo de este carácter. Muchos de los motivos clásicos del más puro Romanticismo (el reo, la seducción, la tenebrosidad,…) aparecen en esta composición con tanta fuerza como pueden hacerlo en El estudiante de Salamanca.

Otro poeta sumamente interesante es Jaroslav Seifert, también traducido al español en una buena antología del autor. Seifert es el único escritor checo con el premio Nobel y un auténtico placer para aquellos que intentamos “leer algo” en el idioma cuando nos iniciamos. Pese a ser un poeta muy rico en recursos que dota de gran belleza a todos sus poemas, la sencillez de su lenguaje a veces sorprende, por lo que se convierte, a la par, en su principal característica y virtud. Junto a él podemos mencionar a Vladimir Holan, que pudo obtener el premio Nobel que consiguió Seifert. Ambos autores, he de decirlo, han sido los primeros en ocupar las nuevas estanterías de mi casa y merecen una especial atención.

Uno de los autores más relevantes del panorama literario checo es, no cabe duda, Karel Čapek. La primera vez que entré en un teatro checo fue para ver, en el inicio del año académico, una adaptación más que interesante de una de sus obras más populares, La guerra de las salamandras, auténtica obra de imaginación que me impactó tanto por la puesta en escena como por sus innovaciones argumentales, acentuadas, cómo no, por el hecho de no entender, todavía, nada de lo que hablaban los actores. La novela se puede encontrar fácilmente traducida al español, así como otras obras de este significativo escritor. Además, dentro del panorama narrativo, podemos leer en español también a otro autor contemporáneo, Iván Klima, cuya literatura y testimonios no dejarán a nadie indiferente.

Pero acerquémonos ya a nuestro soldado. Al poco tiempo de llegar a la República Checa, en una conversación literaria, escuché a mi buen amigo José Antonio Rojo (o quizá era Josef Červený) hablar de nuestra novela como El Quijote checo. Evidentemente, la obra de Jaroslav Hašek es la obra más representativa de la literatura checa, al menos en lengua checa. Traducida a más de 50 idiomas, su lectura supone, hoy en día, un auténtico alegato contra la guerra y una verdadera obra de arte de la literatura humorística. He dicho bien, humorística. Como toda gran obra literaria, el traerla a nuestra página de novela histórica supone un grave error de simplificación; sobre todo, porque no es una novela histórica propiamente dicha. Sin embargo, la importancia de la obra y su relación con hechos históricos tan relevantes como la I Guerra Mundial hacen que la queramos presentar aquí como representativa de una Historia (con mayúsculas) que, debido al gran impacto de la segunda gran guerra, parece más olvidada.

Pero, ¿cómo se combina la guerra con el humor? Parece que una mezcla semejante no es compatible y que difícilmente puede encontrar solución, pero nuestro autor, que no en vano vivió en sus carnes algunas de las peripecias del valeroso soldado, sabe mezclar la idiotez de nuestro protagonista con la lógica extraña del mundo en el que vivimos.

Efectivamente, a veces parece que las extrañas respuestas del soldado, coloreadas por el fino humor centroeuropeo, son absurdas ante las situaciones que se presentan. Sin embargo, lo que realmente es absurdo son esas situaciones llenas de crueldad y belicismo que solo acarrean pesares, tristeza y muerte.

Asimismo, debemos destacar la compacta unidad que presenta cada episodio de nuestro protagonista. Es significativo que nos encontramos ante una obra que fue presentada por entregas, de manera que en cada peripecia podemos disfrutar de una nueva situación más o menos cómica que, como tal, mantiene su tensión por un corto periodo de tiempo para iniciar una nueva.

Muchas son las razones para iniciar la lectura de esta obra literaria que analizaremos en profundidad en el próximo número, pero entre las principales destacaría el hecho de vivir la historia desde una perspectiva que apenas hemos explorado en el tiempo que venimos acompañando a nuestro lector en esta Página. Perspectiva, además, enriquecida por la propia experiencia de nuestro escritor, que atribuye sin tapujos algunas de sus picardías para sobrevivir al propio protagonista, de modo que utiliza hábilmente su personaje para realizar una triple burla de la sociedad, de sí mismo y de su tiempo, con la guerra como trasfondo, caricaturizada hasta extremos insospechados con el fin de que, pese a ser un intento que todos sabemos vano, quede demostrada su brutalidad e inutilidad.

La presión a la que se ven sometidos los personajes que abren la novela (el silencio obligatorio del pueblo sobre los acontecimientos y la prohibición de cualquier tipo de manifestación ideológica sobre los países que se involucraron en la primera gran guerra) se deja ver en los personajes con un tinte entre expresionista y burlón, tonos que tan bien supo dibujar Josef Lada, el gran ilustrador de nuestra novela cuyos dibujos acompañan toda buena edición de la misma.

En el próximo número realizaremos una aproximación más detallada de esta inacabada obra, pero no queremos desaprovechar la ocasión de ofrecer la oportunidad al lector de avanzar en su lectura antes de trillar con más profundidad (nunca tanta como se merece) una de las obras cumbre del siglo XX.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio