LA MALDICIÓN DEL REY SABIO (I)

Pedro Centeno Belver

Hace aproximadamente un mes que llegó a nuestras librerías la última novela de José Guadalajara, La maldición del rey sabio, ambientada en la penúltima década del siglo XIII. El autor de Signum, Testamentum y La reina de las tres muertes nos devuelve a la Edad Media con su mejor novela hasta el momento.

Este es el motivo por el que dedicaremos dos entregas a su análisis. En primer lugar, porque ofrece motivos suficientes en cuanto a técnica, estilo y argumento como para desarrollar una crítica acorde a su calidad literaria. En segundo lugar, porque hacerlo de esta manera nos permite abrir un diálogo con el lector de estas líneas, que tendrá tiempo para completar la lectura de la novela hasta la siguiente entrega, donde trataremos de abordar puntos que dejaremos apuntados este mes pero que no conviene desarrollar ahora para no ser prolijos. En tercer lugar, porque, más allá de que nos encontremos en la página del autor, tenemos motivos objetivos más que suficientes –los iremos destacando– para dedicar un espacio amplio y detenernos en aspectos que a veces pasamos un poco más por alto en la literatura moderna, muchas veces porque no nos los ofrecen. Y, finalmente, porque es adecuado en este punto revisar la evolución que ha experimentado nuestro autor desde Signum, su primera novela. Comencemos.

LA APERTURA

El primer aspecto que debemos destacar es, precisamente, la presencia de uno de los personajes más singulares de nuestra historia. De pocos reyes podemos decir que nos hayan legado una verdadera obra de cultura tan sumamente importante como para aparecer por sí mismo en los manuales de historia de la literatura. De la dirección de nuestro rey astrólogo emanaron las crónicas más importantes del medioevo, pero también cantigas o una obra esencial en el desarrollo de nuestra novela, el Libro de axedrez, dados e tablas.

La literatura más o menos moderna ha empleado el ajedrez cono hilo argumental con mejor o peor fortuna (en cuanto a ventas se refiere), si bien en pocos casos logran ser algo más que un best-seller (tal vez entre los pocos casos dignos se encuentre la Novela de ajedrez, de Zweig). Es posible esto suceda porque pocos de estos autores han vivido apasionadamente el mundo del ajedrez; José Guadalajara sí, y se nota. Independientemente de que a lo largo de la novela se vayan sucediendo las referencias, si entramos en la estructura, podemos apreciar su innegable influjo.

Toda partida de ajedrez, salvo que tenga un inesperado final al comienzo de la misma, se plantea en tres fases: la apertura, el medio juego y el final. Esta división, no exclusiva, por cierto, de nuestro juego y muy común en la literatura, es la que presenta La maldición del rey sabio, mostrando una concordancia entre los elementos argumentales y estructurales loable y muy compacta. La partida comenzará presentándonos los dos bandos en conflicto, con las principales piezas: un rey decrépito y admirable que devuelve la humanidad a esa figura histórica que, agigantada a lo largo de los siglos, se nos dibuja solemne. La gran virtud, una vez más, de la pluma de Guadalajara está en la capacidad de devolvernos a una realidad “auténtica”, si por auténtico entendemos verosímil.

Sin embargo, pese a este entramado que rige la novela en su “apertura”, donde nos adentramos es a una época histórica magníficamente ambientada. Podemos contemplar las disputas desaforadas entre jugadores frente a la templanza del bueno de Esteban de Gaceo o al propio rey, intempestivo por la enfermedad, frente al conspirador Sancho. Los bandos, claro está, blancas y negras, pero todos con sus claroscuros que configuran al personaje, alejándose del maniqueísmo y devolviendo figuras bien talladas y esmaltadas.

Más allá del hilo argumental, compacto, bien urdido y que plantea ya un primer enigma, nos encontramos el verdadero juego que propone José Guadalajara. El lector debe participar de la novela, anticiparse, prever lo que va a pasar, como en la negociación del precio de un manuscrito (por poner solo un ejemplo) sobre el que circulará parte de la trama. Y, sin embargo, siempre habrá un punto de incertidumbre, el que da que un buen jugador haya previsto tu movimiento. En este sentido, el autor mejora si cabe su producción previa elaborando, a la par, verdaderas miniaturas en cada movimiento de los personajes que se dibujan en la mente del lector.

Porque el lenguaje, la verdadera insignia de Guadalajara, sigue siendo elaborado, mimado, elegante y meticulosamente dispuesto con el fin de ofrecer sensaciones auténticas al lector. La verdadera innovación que esto plantea es que evoca ese tiempo pasado a partir de la propia expresión: los paisajes se van perfilando en tanto que las figuras no se quedan en meras excusas de cartón-piedra para hilar un buen argumento. En este caso, este –el argumento– también es bueno y se teje alrededor de una (de momento) intriga; pero, a la par, es pausado, armonioso, circula próximo a la realidad a la que nos transporta, a ese mundo diferente al nuestro, pero que tampoco es tan distinto…

…Y que está habitado por personajes de esa época. Tenemos una galería compuesta por físicos, astrólogos, miniaturistas, escribanos o, dicho de otro modo, peones, alfiles, caballos, piezas que se unen y disputan para desplegarse, atacar, sacrificarse, en fin, vivir.

Porque en el ajedrez, como en la vida, todos estamos delimitados por el escaque en el que nos encontramos, actuamos conforme a nuestras posibilidades. Y es en él donde desarrollamos todas nuestras pasiones, que las habrá. Más adelante se manifestarán conforme a una idea del amor concreta: la del amor cortés. En este sentido, también desde esta perspectiva se configura la época evocada. Pero, ¡ojo!, estamos en la apertura, y el buen jugador de ajedrez sabe que no debe sacar la dama hasta el final de la misma o en el medio juego… y esta no es una excepción.

Así pues, hemos presentado el microcosmos en el que nos desenvolveremos a lo largo de algo más de 350 páginas que bien quisiéramos que fueran más. Ya están todos los factores en juego, aunque apenas hemos avanzado algunas piezas. Y, repito, esta configuración responde al orden interno de la novela; ni mucho menos estamos ante una partida como excusa de una trama (como sí sucede en un “superventas” con nombre de número que se me viene a la memoria en este momento –donde, por cierto, la dama sale demasiado pronto–).  El verdadero protagonista es la historia, con todos sus matices, con sus ideas también, misóginas a veces, crueles otras; pero donde en un entorno en el que la sabiduría es bien considerada también habrá momentos de luz.

Sancho quiere el trono de su padre; el Astrólogo se ve amenazado por su hijo; se están llevando a cabo diferentes proyectos literarios bajo la dirección del Sabio: el libro de los juegos, las Partidas, etc.; el rey está enfermo; un musulmán vende un misterioso libro con mansubat… y alguien lo roba…

¡Usted mueve!, nos vemos en el medio juego.

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