¿QUÉ ES LA HISTORIA NOVELADA?

Julián Moral

En principio, pudiera parecer que no existe una clara línea divisoria entre novela histórica e historia novelada, aunque resulte evidente que tienen diferente enfoque y estructura narrativa. Pero, teniendo en cuenta que la “Historia siempre se escribe a partir del presente”, desde la auténtica realidad de los hechos, tanto en la historia novelada como en la novela histórica todo lo que se escriba tendrá un matiz de probabilidad.

Fotografía de Tim Rebkavets en Unsplash

Desde esa perspectiva podríamos señalar que la historia novelada enriquece literaria y subjetivamente –con mayor o menor acierto– la información documental de hechos, biografías, leyendas, etc. Sería un intento de aproximación –rigurosa se supone– a lo histórico, adornado con la recreación literaria grandilocuente o sobria, en lenguaje actual o recurriendo al arcaísmo lingüístico, pero sin crear ficción ni personajes imaginados.

La historia novelada, pues, tendría un carácter eminentemente histórico y no novelesco; en algunos casos –en opinión de reputados filólogos– sería un ensayo con ingredientes lírico-literarios. La obra, por ejemplo, de Ernest Renán, escrita en el siglo XIX, Vida de Jesús, a pesar de su carga filosófico-teológica y su intención biográfica crítica, se lee, en ocasiones, como una novela cargada de erudición literaria. Renán despoja la biografía del profeta de Nazaret de lo sobrenatural de la leyenda, buscando su sentido más histórico, aunque no por eso deje de ser un ensayo biográfico.

El núcleo de la historia novelada se basa esencialmente en los testimonios de historiadores y cronistas referidos a la época y hechos abordados. El objetivo es llegar hasta el lector a través de una narración en la que la aportación literaria complemente y distancie la obra de la especialización y academicismo de un tratado, artículo o manual de Historia al uso.

Pero hay que reconocer que esa delgada línea divisoria no es una frontera que se deba delimitar sin más. Existen novelas históricas cuya construcción y técnica narrativa se aproxima grandemente a la historia novelada. Amin Maalouf en Las cruzadas vistas por los árabes señala en su Introducción: “Pues más que un libro de historia, hemos pretendido escribir, partiendo de un punto de vista preterido hasta ahora, la auténtica novela de las cruzadas”. El propio Maalouf califica su libro de novela, a pesar de las dudas que se puedan derivar de su lectura.

Por ello, convendría definir las diferentes gradaciones de las creaciones literarias que van de la novela histórica a la historia novelada o viceversa, algo que, evidentemente, no es el objetivo de estas breves líneas, pero que el lector puede encontrar, si lo desea, en la clasificación realizada por el escritor José Guadalajara en un artículo “Las cien caras de la novela histórica”, publicado en esta misma página web.

No obstante, señalaremos que los trabajos definidos como historia novelada fueron muy frecuentes en la primera mitad del siglo XX, con historiadores, entre otros, como Antonio Ballesteros Baretta (1880-1949), con obras como Alfonso X el Sabio o el El cántabro Juan de la Cosa. También su mujer, Mercedes Gaibrois Riaño (1891-1960) cultivó esta forma de exposición histórica, como podemos apreciar en su Historia del reinado de Sancho IV de Castilla o como J. Lucas-Dubreton en El rey huraño, una biografía dedicada a Enrique IV de Castilla.

Fotografía de Annie Spratt en Unsplash

Hoy en día es raro encontrar historiadores que recurran a esta forma narrativa de acercamiento a los hechos del pasado, pues predominan en sus libros y artículos la exposición científica, el rigor académico o las referencias bibliográficas, como sucede en historiadores como Julio Valdeón, Luis Suárez, Emilio Mitre, Manuel González, Francisco García Fiz y otros, por limitarnos ahora al estudio del periodo medieval. Esta afirmación, ni mucho menos, implica la falta de rigor de los que escriben historia novelada, que fundamentan igualmente sus obras en datos históricos contrastados. No obstante -no debemos perder esto de vista-, existe también una historia novelada, muy actual, que se adentra en los hechos históricos de una manera más informal, pues sus autores transmiten éstos imaginando cómo pudieron suceder, hasta tal punto de que pueden inventarse tramas, documentos, personajes o relaciones sociales sin albergar ningún tipo de escrúpulo historiográfico.

En relación con la novela histórica, se suelen conjugar en bastantes de ellas elementos de recreación histórica con otros propios de relatos de intriga o de aventuras. Estos ingredientes a veces actúan como pretexto y otras tienen mayor importancia que la trama histórica con la que se funden con mayor o menor acierto. Por ello, en algunas novelas históricas actuales prima la acción sin cuidar la credibilidad contextual y de los personajes. La introducción de elementos ficticios con los propiamente históricos requiere un equilibrio narrativo que -sin alterar los elementos de la realidad- los haga encajar con calidad literaria en el relato.

Quizá una de las características esenciales de una buena novela histórica (con independencia de su mayor o menor éxito editorial, que no siempre tiene que ver con su excelencia literaria; de hecho, muchas de ellas están incluso muy mal escritas) sería la virtualidad de convertir –a partir de la fidelidad de los datos, crónicas y documentos que se manejen– contextos y personajes históricos en contextos y personajes literarios creíbles.

Y, por otro lado, encajar en el relato personajes ficticios que no traicionen la psicología del contexto histórico, elevándolos así a la categoría de personajes reales del momento que se novela. Es ésta una exigencia literaria que con frecuencia no se consigue en las novelas históricas, en las que personajes (reales o de ficción) y situaciones se mueven más bien en la realidad actual en la que el autor escribe.  Eso sin hablar ahora de anacronismos y errores en que suelen incurrir, dando preferencia a la acción sobre los procesos íntimos e históricos del relato.

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