EL LECTOR DE NOVELA HISTÓRICA

Sabino Fernández

9mqsrV0SPara gustos se hicieron colores: eso al menos dice el antiguo refrán castellano. Y uno puede pensar: ¿cómo es el lector de novela histórica?, ¿qué le gusta?, ¿tiene alguna particularidad que lo diferencie de otros lectores de otro género cualquiera?

Empezando por la última cuestión, yo creo que habiendo una generalidad de lectores, sí que hay alguna pequeña diferencia en el lector específico de la novela histórica. Pongamos, por ejemplo, el lector de aventuras o misterio. Su principal finalidad es el divertimento, la especulación de quien será el asesino o qué aventuras ocurrirán, de cuál es el destino de los personajes. Sin embargo, cuando hablamos de novela histórica pura el desenlace ya es conocido, el destino de los personajes se puede encontrar en cualquier enciclopedia, bien escrita bien digital.

¿Qué induce entonces al lector a adentrarse en una novela que apenas tiene incertidumbres ni claves por descubrir? En muchos casos es el afán de conocimiento en sí mismo. Comúnmente, el lector de novela histórica se entusiasma con lo que aprende con ese libro, que, por supuesto, podría aprender de cualquier tratado de historia, pero que sería mucho más aburrido y arduo. Son numerosos los lectores que dicen «esto lo aprendí en tal novela» y muy pocos los que reconocen haberlo aprendido en un libro de texto o en un tratado al uso sobre la temática en particular.

También está el componente de la inducción a la consulta. Muchos lectores inician su aprendizaje sobre una temática particular en una novela histórica, para, a partir de ahí, adentrarse en ella a través de libros mucho mas documentados y fiables. Y es que éste es uno de los peligros de la novela histórica y una de las responsabilidades de sus escritores: el que se crea a pies juntillas como verdad absoluta lo escrito en la novela. Por ello el escritor tiene la obligación de atenerse a ciertas normas de corrección en los datos históricos si quiere que su novela se califique de rigurosa y no de una mera fantasía, descalificándola automáticamente del género.

Una segunda búsqueda, común con algún que otro género como la ciencia-ficción, es la necesidad del lector de evadirse del tiempo presente. A todos nos agobia en cierta medida la problemática social, cultural, económica, de salud o de otros ámbitos que lleva aparejado el tiempo presente y nos gusta vernos transportados a otros tiempos donde la problemática es distinta. Si, por ejemplo, la novela transcurre en tiempos de la Gran peste en Europa leemos tranquilamente desde nuestro sillón cómo la peste bubónica hace estragos mientras que en la actualidad está erradicada en nuestro mundo occidental; leemos cómo se mueren de hambre mientras nuestra nevera está repleta, leemos cómo están llenos de mugre y solo pueden lavarse en un río helado, mientras nosotros nos duchamos con agua caliente a diario, leemos que son analfabetos mientras nuestras bibliotecas desbordan la casa, etc. Esa necesidad de trasladarnos en el tiempo nos la da la novela histórica, permitiendo que nos regocijemos de nuestro presente en lugar de apenarnos por nuestra situación.

Igual que la novela histórica nos traslada en el tiempo también nos traslada de lugar, lo que también condiciona muchas veces el gusto del lector. ¿A quién no le gusta verse en el Egipto faraónico o en la Roma imperial?, por poner dos ejemplos. Moverse entre pirámides, tumbas repletas de pinturas y jeroglíficos y embalsamadores de momias resulta tan atractivo que al lector fantasioso le entusiasman este tipo de lecturas. Es este tipo de lector, capaz de transportarse en tiempo y lugar, adentrándose en mundos alejados del nuestro el que más disfruta con la novela histórica, sin duda.

archivos_imagenes_peliculas_k_kate-winslet-the-reader-3De todas maneras, hay que adaptarse a los tiempos y hoy en día sabemos por los listados de ventas y la tendencia del mercado editorial que los misterios e investigaciones ligados a la Historia atraen con especial interés al lector medio. Esto ha hecho que se vaya transformando la novela histórica desde la antigua novela romántica que era la más demandada en el siglo XIX, pasando por una novela de aventuras estilo folletinesco en los años primeros del siglo XX, hasta llegar a la actual situación en que la novela tipo «thriller» histórico es la preponderante.

Hasta qué punto esto es lo que demanda el lector o es simplemente que el lector lo demanda porque es lo que se publica, es una disquisición filosófica de enorme calado y difícil respuesta. Pero el hecho está ahí y, por tanto, el lector actual pide una novela histórica en la que la trama tenga no solo la ambientación histórica espacio-temporal adecuada sino también una buena dosis de misterio, investigación o, al menos, alguna incógnita que lleven al mismo a algún tipo de incertidumbre.

Por supuesto estas directrices no son norma general. Se siguen escribiendo novelas históricas sin ningún tipo de misterio o investigación en curso, incluso con la mera narración de los hechos históricos sin demasiada “novelización”, y siguen teniendo su éxito entre los más puristas de los lectores del género. Es este tipo de lector, el más purista, el que exige un mayor rigor histórico. Esta tipología de lector busca la caracterización perfecta de los personajes históricos, el menor error en el contexto de la época y la mayor verosimilitud en las situaciones y personajes que forman parte de la novela, lo que exige del autor una preparación exhaustiva de su escrito y una contextualización rayana en la perfección. De ahí nace la gran dificultad que presenta la escritura de novelas históricas respecto a otros géneros.

Otro aspecto interesante es el bagaje lector del que se acerca a la novela histórica y su nivel cultural. Normalmente el lector medio no se inicia con novelas históricas. Son otros géneros como el misterio, las aventuras o el terror las lecturas iniciales, y a veces las definitivas, de un lector medio. Es ya el lector con alguna lectura a sus espaldas y el de nivel cultural medio-alto quien empieza a interesarse por las novelas con trasfondo histórico. El que haya surgido esta mezcla de misterio y aventuras con la historia ha acercado al lector de nivel cultural algo inferior o con un periplo de lecturas más corto a la novela histórica. Es probablemente a partir de ahí de donde dicho lector pega el salto a la novela de mayor rigor histórico en que apenas hay el componente extraño al género. Y ya solo unos pocos acaban dando el salto definitivo hacia los libros no novelados sobre historia.

Es, por tanto, y resumiendo, el lector de novela histórica un lector con cierta veteranía en la lectura, de un nivel cultural medio-alto, amante de la evasión del presente y gustoso de adentrarse en mundos y tiempos distintos al propio, ávido de información y conocimientos que suele ampliar tras la lectura de la novela. De ahí que el escritor tenga que responsabilizarse en gran medida de que su novela va dirigida a esa clase de público para colmar así todas sus expectativas.

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