EL LEGADO DEL PINTOR (ROBERTO ESPAÑOL)

José Guadalajara

Primero fue un nombre nombrado; al día siguiente, una mano extendida en la Feria del Libro de Rivas Vaciamadrid. Esto sucedió en el mes de abril de este año, el 23. Nos presentó la nombradora de nombres, Natividad Martínez de la Puente, actriz, que me habló de él, de sus novelas y de su cine.

Conversamos frente a la caseta de Escritores en Rivas, un rato efímero, y, entre libros, me mencionó libros; yo también le nombré algunos. Después se acercó al mostrador y se llevó una dedicatoria dentro de un alquimista, envuelta en el tiempo. Por mensajes, me contó que era prosa de altura y, allá arriba, recogí algunas nubes.

En el cielo de los creadores fuimos sembrando pasos: opiniones escritas, voces de teléfono, conversaciones crecientes, cercanías y coincidencias. Le propuse entrar en la Asociación de Escritores y, a los pocos días, su nombre se puso de pie entre los nuestros. Su primera colaboración ha sido un relato titulado «El Cerro del Telégrafo», que los entendidos y curiosos pueden leer en el libro Rivas, esas historias desconocidas.

Roberto Español es de habla vivaz y gestos transparentes, entusiasta en el uso de la voz y las palabras. Transmite vitalidad y una decidida vocación de escritor. Se desenvuelve con el equilibrio de los novelistas de trama que saben conjugar densidad y movimiento, que enganchan al lector y no lo sueltan. Escribe con paciencia y desenvoltura, enhebrando hilos que tejen inquietantes y misteriosas páginas de un argumento que derrocha lances y emociones.

El legado del pintor, su última novela, es como un río que pasa bajo un puente, impetuoso y vivaz, con ese flujo acuático de un argumento que dibuja espumas y remolinos entre las piedras. El lector, en barca o a nado, se deja atrapar por el sonido de las aguas mientras, también desde lo alto, contempla el armónico panorama de las orillas y los afluentes.

Roberto nos deja con esta novela un legado de pintores que, sobre un lienzo de nubes, escriben una historia imaginaria.

La voz del autor

A partir de ciertas edades, sucede que los años vividos se miden, más que por números, por las experiencias adquiridas y disfrutadas; en especial, por aquellas que proceden de la consecución de sueños largamente anhelados. La mayoría de las veces recordamos las fechas en función de las cosas que hicimos en aquella época concreta, de las lecciones (y desengaños) que nos tocaron vivir o del contexto en el que nos tocó bucear.

A veces, muy pocas, los sucesos confluyen en una línea positiva, luminosa, optimista, que te anima a seguir adelante, tras la estela de lo ya vivido, sabedor de que estás en el buen camino. Estoy seguro (y habló con carácter premonitorio) de que yo recordaré el año 2023 por una gran cantidad de experiencias y hechos enriquecedores, entre los que se encuentran la publicación de mi quinta novela El legado del pintor, el arranque de la producción de mi primera película El cristal entre las cenizas y el descubrimiento de una banda de soñadores forajidos (a la cual me uní), cuya arma común es la palabra  y cuyo delito es plasmarla en papel, que se esconden y reúnen de manera poéticamente clandestina, al mando de la cual se encuentran un tal José Guadalajara y una tal Candela Arevalillo. Evítenlos, rehúyanlos… o correrán el riesgo de acabar proscritos, como ellos. Como yo.

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