CUESTIÓN DE REGISTROS: IN TABERNA QUANDO SUMUS

Pedro Centeno Belver 

labiosDice un sabio refrán que “en boca cerrada no entran moscas”, y podemos con cierta razón decir que cobra sentido de muy diversas maneras. Por un lado, ¿quién no ha deseado alguna vez haber estado en silencio justo al terminar de proferir una sentencia en un momento inoportuno? Ciertamente, creo que muy pocos se escaparán a esta tesitura por más Phrónesis aristotélica que practique. Sin embargo, no van estas reflexiones por tal camino, sino por otros derroteros que no por menos inconvenientes son más razonables.

En efecto, hablo de aquellas ocasiones en las que por darse más importancia o tratar de elevar su “registro lingüístico” el interlocutor emplea indebidamente algunas expresiones. No quiero con esto decir que se deba hablar de una forma o de otra cuando nos dirigimos a alguien, independientemente de cuál sea su estatus social, entre otras cosas porque cada uno es libre de elegir sus palabras siempre y cuando atiendan al respeto y, en cierto modo, a algunas convenciones establecidas. Antes bien, me refiero a aquellas ocasiones en las que se emplea un vocabulario menos frecuente o, en todo caso, inoportuno.

Lo relevante aquí, creo, es que debemos ser conscientes de que el uso de un repertorio lingüístico más amplio de nada sirve si no comunica correctamente las tesis que estamos debatiendo. Así, cuando Sancho se expresa con maravillosa grandilocuencia en El Quijote, por rudos que resulten a veces sus argumentos, no dejan de ser menos válidos. En conclusión –y desde mi punto de vista- antes de emplear una expresión que no conocemos correctamente es mejor callarse o mudarla por otra.

Porque tampoco es menos cierto que el caso contrario deja de atender a las razones de uso común. En efecto, de nada me serviría dirigirme a otra persona de manera tal como “llegué hidrópico, de modo que me acerqué quedo a la cocina y tras saciarme comencé a ingurgitar…”, mezclando cultismos y arcaísmos, si apenas se me va a entender o, en el mejor de los casos, voy a parecer rara avis.

Por tanto, la cuestión que nos planteamos va más allá del uso tópico de las palabras. Así, si es recomendable para el estudiante trocar una que no sepa escribir por otra sobre la que no tenga dudas, lo es también en ocasiones dejar para mejor momento el uso de un vocablo o expresión.

Y el amable lector se preguntará de dónde viene tan curiosa reflexión. Pues, como no puede ser de otra manera, de aquel lugar donde se resuelven los asuntos más importantes de la vida cotidiana, los negocios más importantes y las decisiones más profundas. Ironías aparte, evidentemente, me refiero al bar. Por ello el título de este artículo, pues cuando estoy en la taberna no me ocupo de los asuntos humanos y mi opinión se torna casi axioma, máxime cuando el vino que tanto alaban Khayam y el Archipoeta azota las mejillas. Así, con gracia hemos venido anotando algunos casos curiosos que otro colaborador de esta página y el que aquí escribe hemos escuchado compartiendo un café.

Porque no es pecata minuta, o cosa de poca importancia, escuchar cómo tal asunto o aquél otro son peca minuta, pues ¿qué sería, por ejemplo, de la Divina Comedia si los pecados se mudaran en esas adorables manchitas en el rostro por pequeños que fueran?

Por ello, podemos decir con razón que no es lógico, o que es incongruente, que algo haya sucedido de tal manera –y no de otra-, de modo que hacemos de la incoherencia una ingruencia¸ aunque, bien pensado, este vocablo puede venir más de incongruente, o viceversa, que no viceversamente. (Acláreme el lector si se me ha entendido, pues yo aún no he descubierto qué me querían decir en ese momento).

Asimismo, sólo en el bar podemos, cómo no, escuchar algo del tipo están los vecinos que echan trina, que tengo a bien poner en minúsculas con el fin de que la competencia no pueda estar que trina.

Y esto cuando no hablamos de política… No me cabe duda de que los dirigentes de nuestro país están convencidos de su valía para encabezar las listas electorales; pero lo que no me queda tan claro es hasta qué punto serán tercos en su empeño para llegar a encabezonar las listas, que si bien es una locución que se llegó a emplear, actualmente está obsoleta.

Pero si nos ponemos trascendentales, recuerdo a mi admirado Sancho y me maravillo también cuando escucho –y ya van más de una y de dos ocasiones-, al ponernos epicúreos, que gusto con sarna no pica. El problema de esto es que al escuchar estas cosas, yo, que vengo a filosofar de vez en cuando, he de dar la razón a quien de tal manera se expresa, pues si de por sí la sarna con gusto no pica, ¿qué razón habrá de tener el gusto, con afecciones o sin ellas, para provocar algún escozor?

Y así tantas otras, querido lector, que escuchamos habitualmente por querer ser más pulcros en el estilo. El problema que se añade a esto, claro está, es que desviamos la atención con su mal uso y lo que se pretende decir para dar más empaque al argumento se acaba volviendo en contra. Por tanto, quede aquí mi consejo, pues lo gracioso de los ejemplos no evitaría ser prolijo, de modo que te invito a que seas tú quien participes con anécdotas de este estilo en el foro de esta página, donde seguro que encontraremos más de una agradable sonrisa.

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