EL SEXO GRAMATICAL

José Guadalajara 

http://www.dreamstime.com/-image11992427Desde determinados medios sociales españoles muy vinculados a movimientos feministas y de “progresismo” social se ha tratado desde hace tiempo de reivindicar y, en su caso, de instaurar una “reforma” lingüística con el fin de borrar del mapa idiomático lo que estos grupos consideran sexismo en el lenguaje.

No me voy a referir en este artículo a todos los aspectos que esta “reforma” comprende, sino solo al espacio que afecta a la morfología lingüística y, más en concreto, a uno de sus componentes: el morfema de género.

Este morfema, como unidad mínima significativa de la lengua, sirve para diferenciar “gramaticalmente” lo masculino y lo femenino (el género neutro en los sustantivos desapareció del castellano al evolucionar éste a partir del latín) y se ha convertido en centro de una polémica –ha producido manifiestos, artículos, opiniones, libros, etc.- en la que se ha destacado la presencia de elementos machistas en el lenguaje.

Quienes hablan de ese machismo lingüístico lo argumentan sobre todo acudiendo al plano léxico, en donde palabras y expresiones como zorro, perro, hombrezuelo, hombre público y otras ofrecen diferentes acepciones según sean utilizadas en género masculino o femenino. En realidad, no carecen de razón al hacer estas afirmaciones, pues basta con comprobar el significado que en femenino adquieren estas citadas palabras y expresiones para darse cuenta del contenido peyorativo, negativo o degradante con el que, a diferencia de lo que sucede con el género masculino, están cargadas: zorra, perra, mujerzuela y mujer pública. En todo caso, también encontramos usos del género masculino para denominaciones degradantes, como sucede con la expresión putón verbenero, en vez de puta verbenera.

Sin embargo, si dejamos ahora el plano léxico a un lado y nos instalamos en el gramatical, a mí me parece que con el morfema de género debemos tener otra consideración. Nadie tendría que molestarse ni sentir que subyace un principio machista en utilizar el género masculino cuando pronunciamos o escribimos, por ejemplo, palabras como alumnos, amigos, bienvenidos o todos en expresiones como “los alumnos de Bachillerato saldrán de excursión”, “queridos amigos míos”, “bienvenidos a esta ciudad” o “gracias a todos por haberme prestado atención” que algunos transforman en los consabidos y cargantes y ridículos “los alumnos y las alumnas”, “queridos amigos y queridas amigas” (algunos dicen “queridos amigos y amigas”), “bienvenidos y bienvenidas” y “gracias a todos y a todas”. El colmo, por seguir en la brecha, lo constituyen expresiones del calibre de la siguiente, que yo he visto utilizada en alguna que otra ocasión: «Los y las jóvenes han visitado el Museo del Prado esta mañana».

A los que tales expresiones usan no estará de más recordarles algunos aspectos de gramática histórica, del valor exclusivamente gramatical del morfema de género y del carácter genérico del mismo, así como el principio universal de la economía del lenguaje.

genero-1Con respecto a la evolución fonética del género en castellano a partir del latín se hace necesario precisar que el castellano o español tendió a convertir la terminación de los sustantivos latinos acabados en us en o para el masculino, y los terminados en a en a para el femenino, aunque hubiera en latín sustantivos de género masculino y femenino con las dos terminaciones. Así amicus se convirtió en amigo, e Hispania en España, que eran respectivamente en latín masculino y femenino, como ahora también en castellano. Pero ¿qué pasa con ulmus, por ejemplo, que ha evolucionado a olmo con género masculino en castellano, aunque fuera femenino en latín?

¿No nos enseña esto que el género gramatical no tiene por qué guardar relación con la terminación y menos con el sexo? ¿O es que el olmo tiene “sexo” masculino por acabar en o y foca necesariamente sexo femenino por terminar en a? ¿O es que solo hay focas hembras o rinocerontes machos? ¿Existe acaso el sexo gramatical?

Entonces, ¿por qué rasgarse las faldas o los pantalones cuando oímos a un profesor decir, por ejemplo, “los alumnos han llegado esta mañana tarde a clase”? ¿Para qué –digo yo- tanto alumno y tanta alumna cuando sobra con utilizar el género masculino, que es un morfema gramatical y que nada tiene que ver con la sexualidad ni, por supuesto, con un caso de discriminación machista? ¿O es que, como consecuencia de la lógica diferencial, deberemos decir también “las cebras y los cebros comen hierba en la sabana” y “he regado las flores y los floros del jardín”? ¿Me debo yo molestar acaso porque alguien me diga que soy un artista utilizando para ello el género femenino de esta palabra? En esta circunstancia deberían decir también que quien escribe este artículo es un articulisto –y no un articulista-, pues mi sexo sigue siendo el de un varón.

Basta de tonterías, por favor, que uno no es machista ni por asomo, pero está cansado de escuchar las cursilerías del todos y todas, del bienvenidos y bienvenidas, del compañeros y compañeras y otras similares por las que uno siente ya vergüenza ajena. Y que conste que hablo solo del morfema de género y no de las variaciones léxicas del tipo zorro y zorra, en las que sí pudo haber en sus orígenes ramalazos de signo peyorativo hacia la mujer, ahora muy difíciles o imposibles de erradicar debido a su fosilización léxica en la que, por otra parte, ya nadie percibe ni debería percibir por ello un principio de sexismo. Modificar esto supondría demoler toda una tradición lingüística de siglos y, en definitiva, cargarse el edificio del idioma. Además, estos términos son empleados hoy en día tanto por hombres como por mujeres sin que ninguno se pare a pensar si es machista o deja de serlo referirse a alguien con el término mujerzuela, porque ya esta palabra es simplemente una palabra.

El morfema de género masculino, además de ser un “comodín” válido para los dos sexos, presenta una ventaja incontestable que ya he señalado más arriba: la de la economía del idioma. Y es que si se opta, como hacen muchos y muchas, por la expresión del doble género se habrá de ser consecuente para seguir utilizándola cNoah'sArkada vez que se escribe o se abre la boca. No bastará, por lo tanto, con decir amigos y amigas y ciudadanos y ciudadanas y médicos y médicas y electricistas y “electricistos”, sino que, para ser coherentes, habrá que continuar con este juego idiomático en todo el texto. De esta manera, los partidarios del doblete tendrán que escribir cosas como ésta:

Transcurrió el año de luto y se entró en el año del medio luto sin que los jóvenes y jóvenas, cada vez más apegados y apegadas a sus nuevas costumbres, metidos y metidas en inacabables lecturas, descubriendo el universo a través de los libros, cambiaran nada en sus vidas. Seguían en el ámbito propio, olvidados y olvidadas de la ciudad, desatendidos y desatendidas del mundo…

Desde luego, Alejo Carpentier no lo escribió así en El siglo de las luces, pero tal vez sí deberían escribirlo así los partidarios del doblete para no incurrir en un deplorable caso de machismo lingüístico. Si quieren ser coherentes, que lo sean siempre, a no ser que prefieran no exhibir su ignorancia filológica cuando confunden el género gramatical con el sexo, ya que un sustantivo en masculino o femenino no está indicando necesariamente el sexo de lo que designa, entre otras razones porque a lo mejor ni lo tiene. El morfema de género es solo eso, una terminación, un morfema que permite la concordancia y que es una pieza más del engranaje morfológico del idioma.

Es evidente que un texto como el anterior, abordado desde el intento de cercenar el género masculino como genérico, resulta antieconómico, plúmbeo y ridículo. Piénsese en un libro, discurso o conferencia en los que se siguiera este modelo de referencias. Desde luego, llegaría un momento en el que el suplicio de los oyentes o lectores rebasaría, como en los ruidos, el umbral del dolor.

Terminaré con una broma para poner una sonrisa en los “dualistas”. No es original, pues ya ha sido repetida, pero desde luego me gusta, sobre todo porque estoy bastante de acuerdo con su contenido, que no con su forma: “El perro y la perra son el mejor amigo y amiga del hombre y la mujer”.

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