ESE DICHOSO GERUNDIO QUE TANTO INCORDIA

José Guadalajara

No resulta fácil escribir bien, pues ni siquiera los escritores –o algunos que pasan por  serlo- lo hacen. ¡Cientos de originales llegan a las editoriales con problemas de puntuación, malas concordancias, caótica sintaxis y léxico impropio! Muchos, o la mayoría de éstos, son desechados: unas veces porque no gusta la historia o argumento que tratan o cómo se cuenta; otras, porque no encajan, no interesan o, simplemente, no están bien redactados.

No hace mucho me hablaba un editor de la enorme cantidad de originales que recibía y del problema con el que se encontraba en ocasiones: la necesidad de descartar una novela con un buen argumento o idea debido a que el estilo de quien lo contaba se resentía de una auténtica falta de correspondencia con la gramática. Dicho llanamente: el supuesto escritor no sabía escribir, lo cual es bastante grave, pues la literatura, según creo y defiendo, ha de ser mucho más que un argumento, por muy bueno o excelente que éste pueda ser.

Pero el asunto va aún más allá, puesto que, incluso, muchos libros publicados –novelas, por ejemplo- adolecen de errores que demuestran el escaso escrúpulo o conocimiento del escritor o, todavía peor, del descuido de esos profesionales de la revisión textual que son los correctores. Con frecuencia me encuentro con novelas publicadas por editoriales prestigiosas que no han depurado los fallos más elementales de erróneas concordancias o bien de “comas” mal empleadas, como la simple introducción de éstas entre el sujeto y el predicado, un error tan infantil como fácil de solucionar.

Tanto en la escritura como en el habla descubrimos con mucha frecuencia malos usos lingüísticos y ataques directos a la gramática, peor vistos cuando éstos se encuentran sobre papel impreso o soporte informático y llevan la firma de un supuesto escritor.

En esta sección de Hablar bien… escribir mejor pretendo dar noticia de algunos de esos vicios de la lengua, costumbres y hábitos antigramaticales que afean tanto nuestro idioma. Es verdad que, a pesar de todo, nos seguiremos entendiendo, pero podría suceder en esto lo mismo que le aconteció al perezoso del Libro de Buen Amor, quien perdió un ojo a causa de su desidia para desplazar la cabeza y evitar así una gota que le caía directamente sobre el mismo desde el tejado. Además, no es solo este posible quebrantamiento del idioma la única razón que se me antoja que debe mover al escritor u hablante para usarlo bien, sino un motivo estético, ya que el correcto uso del código de la lengua y la preocupación por el estilo engalanan, a través de la expresión, al escritor y hablante y nos muestran a la vez la interioridad de sus mundos intelectuales.

Vengamos ahora al caso de uno de esos usos incorrectos del idioma, muy frecuente en los que hablan y también, por desconocimiento o despiste, en los que escriben. Me refiero al “tan temido” gerundio, en cuyo empleo ha de extremarse el cuidado. Confieso que, en muchas ocasiones y en algunos casos, yo mismo tengo que detenerme un instante para ver si ha sido empleado correctamente. Cierto es, sin embargo, que hay también delitos gramaticales flagrantes en el empleo de esta forma verbal que no albergan ninguna duda. Inadmisibles son frases como éstas:

Busco a un corrector de estilo conociendo bien la gramática.

El novelista se cayó rompiéndose la mano.

¿Pero por qué son inadmisibles? se pregunta, tal vez, algún lector.

El primer ejemplo nos muestra un caso de gerundio correspondiente a un verbo que no expresa acción, sino proceso intelectual, como es el verbo “conocer”, y que es utilizado aquí como complemento de “corrector de estilo”. El segundo ejemplo nos pone delante el célebre gerundio de posterioridad. Ni uno ni otro uso son correctos.

La función del gerundio, como forma verbal que es,  implica acción y cambio, a la vez que referencia a acciones desarrolladas con anterioridad o simultaneidad a la del verbo principal. Tanto en uno como en otro ejemplo no se cumplen estas condiciones.

Así, el buscado “corrector de estilo” al que alude la primera frase corregirá  ciertamente muy poco el estilo si emplea el gerundio de esta manera; en tanto que, en el segundo ejemplo, en el que se quieren expresar las consecuencias de la “caída” del novelista –es decir, la posterioridad de esa acción- se obtiene una frase errónea en la que se hacen simultáneas ambas acciones o, incluso, anterior la segunda de ellas, lo que suscita falsas interpretaciones, confusiones y ambigüedades y se escapa de la intención real comunicativa del emisor: no se expresa así lo que quería haber expresado.

Lo correcto, como ya todos habrán deducido, hubiera sido:

Busco a un corrector de estilo que conozca bien la gramática.

El novelista se cayó y, como consecuencia, se rompió la mano.

No pocas veces se encuentra uno en el habla -y, lo que es peor, en la escritura- con empleos del gerundio análogos a éstos. Se olvida, de este modo, su uso correcto en oraciones como: pensando en ti, me sentí lleno de recuerdos; nos encontramos a un niño llorando y bailando en la discoteca, conocí a Ana.

Debemos ser cuidadosos con este dichoso gerundio que tanto incordia y medir bien su alcance y empleo correcto, no vaya a ser que nos suceda como a aquel desdichado que se tiró desde el viaducto y que, según el periodista que dio la noticia en el diario, ya estaba muerto al mismo tiempo de tirarse.

Se lanzó al vacío muriendo en el acto.

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