PENTAGRAMA, SÍMBOLO MÁGICO DE UNIÓN Y SÍNTESIS

Candela Arevalillo

1º Cornelius Agrippa von Nettesheim (1531)Desde la incipiente idea de «sección áurea» de Platón y Euclides, entre los años 400 y 300 a. C., pasando por Vitruvio, llegamos al s. XV en el que Leonardo da Vinci, inspirándose en las proporciones numéricas del hombre y su entorno expuestas en De Architectura del mencionado arquitecto romano del siglo I a.C., fue capaz de materializar en una simbólica y magistral imagen su visión centralizada del hombre, dentro del universo creado mediante unas proporciones áureas; unas medidas ideales consideradas, tanto en la Edad Media como en el Renacimiento, la encarnación de la Lógica Divina.

Dentro de esta veloz retrospectiva, es imprescindible mencionar, por un lado, a su contemporáneo Cornelius Agrippa von Nettesheim (s.XV) al que pertenece la imagen adjunta y en el que la corriente neoplatónica jugó un importante papel en sus teorías; y, por otro, a la extraordinaria abadesa Hildegarda de Bingen, líder monástica, escritora, médica, y compositora del s.XII que, por ser mujer, su amplia actividad ha pasado prácticamente inadvertida e infravalorada. En una de sus obras, Liber Divinorum Operum, desarrolló una teoría en torno al hombre universal al que adjudicaba una proporción basada en el número cinco y el pentagrama; una figura geométrica que se configura al extender piernas y  brazos. Todo un microcosmos que se puede inscribir en un cuadrado y en una esfera perfecta, tal y como veremos, posteriormente, en la conocida imagen que Leonardo dio a conocer al mundo.

Profundizando en los orígenes de esta estrella de cinco puntas, comprobamos que ha estado presente en la historia del hombre desde tiempos remotos. Los restos arqueológicos más antiguos aceptados por la Ciencia datan del año 3500 a.C. En la ciudad de Ur, de la antigua Mesopotamia, encontramos los primeros textos en escritura cuneiforme e inscripciones realizadas en sellos, como símbolo de poder imperial.

2º SothisEn Egipto, la estrella de cinco puntas encerrada en un círculo representaba, dentro de su mitología, la Senda del Duat o Mundo de los Muertos. En la ilustración adjunta, que corresponde a la tumba del rey Seti I, aparece la diosa Sopdet con la estrella que la caracterizaba denominada Sothis «Brillante del año nuevo”. Hace alusión a una de las fases más difíciles de la muerte, considerada como una etapa de transición dentro de la existencia, en la que hay que sumergirse en el denso submundo de las tinieblas antes de vislumbrar la luz de una nueva vida; un proceso que podríamos relacionar, a otra escala y dentro de nuestra cultura, con la famosa “noche oscura” del alma, de San Juan de la Cruz.

En la tradición hebrea, se asociaba con los cinco libros del Pentateuco; los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Pero es allá por el año 500 a. C. cuando esta figura simbólica adquiere un gran protagonismo, gracias a la visión aritmética y geométrica del universo del filósofo y matemático Pitágoras. De hecho, la palabra pentagrammon proviene del griego clásico: penta=cinco y gramma=lo que está escrito. En total, cinco líneas muy sugerentes, entre otros motivos, por su trazado unicursal, ya que esta figura pentagonal se puede trazar por el movimiento de un punto sin pasar dos veces por el mismo lado y, a su vez, es capaz de esconder entre sus líneas el número áureo phi 1,618. Éste siempre estará presente en todos los objetos geométricos en los que haya simetría pentagonal, bien porque sean pentágonos, o porque aparezca la raíz cuadrada de cinco. Además, teniendo en cuenta la gran simetría de este símbolo, es posible dibujar una nueva estrella en su interior, manteniendo las proporciones, con una recursividad hasta el infinito.

Según los conocimientos heredados del pasado, este símbolo geométrico representa gráficamente la unión sagrada de la materia y el espíritu. Para ello, en cuatro de sus ángulos están representados los cuatro elementos clásicos griegos: tierra, agua, fuego, aire. Tales de Mileto propuso como Principio o Arché de todas las cosas: el agua. Después, Anaxímenes consideró el aire, Heráclito: el fuego, y Jenófanes: la tierra. Los pitagóricos añadieron la idea del quinto elemento que Aristóteles acabó denominando quintaesencia o Éter, substancia más sutil de movimiento circular frente al movimiento rectilíneo de los otros cuatro elementos.

3º PentagramaEn la tradición cristiana, el pentagrama se usó para representar las cinco heridas o estigmas de Cristo. También lo veremos representado en rosetones como, por ejemplo, el de la iglesia burgalesa de San Juan de Castrojeriz,  en la catedral de Amiens, en la de Notre-Dame de París,… incluso aparece como sencilla marca de cantería. En definitiva, una estrella visualmente atrayente, con un profundo significado, al que sólo podía acceder el estudioso perteneciente a un reducido sector intelectual de la sociedad de aquellos tiempos.

Como vamos comprobando, este enigmático símbolo ha estado presente constantemente en la historia, unas veces, llamativamente visible, y otras, oculto en lugares tan recónditos como en la manzana que Lucifer- “el portador de la luz”- entregó a Eva en la conocida escena bíblica del Pecado Original.

En realidad, en el Génesis no se menciona que el famoso Árbol del Bien y del Mal fuese un manzano; fue en la Edad Media cuando empezó a aparecer la manzana como elemento iconográfico representando a tan controvertido fruto. Sin embargo, podemos decir que el primer artesano que lo plasmó, aleccionado por una adecuada documentación, no escogió esta fruta al azar. Podemos observar un caso precoz de representación plástica en uno de los capiteles del s. XI en la iglesia de San Martín de Frómista (Palencia).

Si se parte una manzana por el ecuador, podemos contemplar un significativo carpelo de cinco puntas; una poderosa “semilla” en forma de pentagrama, delimitada por una circunferencia, en donde se puede ver esquematizada la figura humana. El ángulo superior representa la cabeza y, con ella, lo más noble: la conciencia espiritual del Ser que sólo puede estar compuesta de algo tan sutil como el Éter. En los cuatro ángulos restantes, se aplican cualidades humanas relacionadas con los cuatro elementos: Aire = Mente; Agua = Emociones; Tierra = Cuerpo; Fuego = el ímpetu de la Voluntad.

4º pentagrama en manzanaY así, a través de esta reveladora imagen simbólica, “el Verbo se hizo carne”. Pero, como bien se expone en la escena bíblica del Árbol del Bien y del Mal, toda manifestación está sometida al Principio de Polaridad, lo que implica que esta representación simbólica del Hombre en Evolución tenga su contraparte o polo opuesto en el Hombre Involucionando en la Materia. Gráficamente, esta versión invierte la figura provocando que el ángulo, correspondiente a la cabeza y a los aspectos más espirituales, quede hacia abajo. Con ello, se estaría haciendo referencia a una etapa primigenia de la existencia humana, lógica y natural; recordemos que primero, antes de que el hombre se aventurara por el mundo creado, Dios tuvo que hacer a Adán de barro, insuflando su Espíritu, su Aliento vital, en la más densa materia (Génesis I:26).

Sin embargo, algunas sociedades satánicas adoptan esta variante con connotaciones negativas por estar acorde con sus tendencias predominantemente materialistas, egoístas e individualistas de las que se alimenta la figura simbólica de la Bestia: mecanismo social de naturaleza instintiva que adquiere fuerza destructora en el momento en el que una inteligencia humana perversa, representada simbólicamente por el Anticristo bíblico, la dirige provocando un estancamiento moral, dentro del mundo material, que impide el desarrollo evolutivo del individuo hacia un estado de conciencia holística o crística.

Como dato curioso, añadiremos que a partir del año 1478, en el que fue instaurada la Santa Inquisición durante el reinado de los Reyes Católicos, el pentagrama invertido fue usado para simbolizar la Cabeza del Chivo, convirtiéndose por primera vez en la historia, al igual que el símbolo de la serpiente, en un símbolo del Mal llamado también Pie de Bruja.

Volviendo de nuevo al famoso Hombre de Vitruvio, de Leonardo da Vinci, realizado en uno de sus diarios alrededor del año 1492, comprobamos cómo el hombre, esquematizado a través de ese número cinco que los griegos denominaron “semilla” por todo el potencial que posee a la espera de ser manifestado, toma una posición centralizada adaptándose a un cuadrado. Esta forma geométrica cuadrada, sólida, estable e inamovible, una vez más, hace referencia a los cuatro elementos básicos de la naturaleza, proporcionando el plano terrenal para que se manifieste la perfección de la esfera.

5º Hombre de VitruvioEsta representación simbólica culmina con el poder centralizador de la esfera, ya que todos los puntos de la circunferencia son equidistantes respecto a su centro. Por su capacidad para unificar todos sus componentes, se produce una estrecha relación entre macrocosmos y microcosmos; una interrelación conjunta que se proyecta en el universo mediante un movimiento dinámico y eterno que no tiene principio ni fin, tal y como vemos representado en la forma circular de la serpiente uróboros. En consecuencia, durante este proceso en el que, materia y espíritu se funden armónicamente, el ser humano –cuerpo y mente- se integra en el grandioso mecanismo inteligente del Cosmos.

Podemos concluir diciendo que el pentáculo acabó convirtiéndose en un símbolo de conocimiento; de unión y síntesis; perfecto y mágico. En la Antigüedad se le atribuyeron cualidades sagradas, incluso  mágicas, porque este tipo de imagen simbólica no requiere ningún lento proceso intelectual de comprensión; va directa a los rincones más inaccesibles de la psique humana siendo asimilada, inconscientemente, de una forma integral, evocando internamente vivencias ancestrales que están grabadas en el Inconsciente Colectivo de la Humanidad.

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