LA CONJURA DE EL ESCORIAL

Juan Angulo Serrano

          Como continuación de mi crónica anterior sobre Sangre de mayo, es obligado referirme ahora a la otra película histórica que realizó nuestra filmografía el pasado año.

          Vaya por delante mi reconocimiento a su director, Antonio del Real, por abordar este género tan ajeno a sus realizaciones anteriores. Según sus propias declaraciones, llevaba más de un década queriendo filmar este episodio tan controvertido de nuestra historia, que no había podido acometer hasta ahora por falta de financiación.

          Fui a verla con otras cuatro personas. Al preguntarles su opinión, la respuesta fue unánime: les encantó el vestuario y la ambientación, una gran parte en escenarios reales – Catedral de Toledo, El Escorial, Pastrana, Úbeda….-  Coincido en que es lo más destacable, junto con un encomiable intento de fidelidad histórica y alguna actuación excelente. Pero poco más puede decirse a su favor.

       La conjura de El Escorial es una obra fallida. ¿Por qué digo esto? Porque en estas facetas fundamentales – puesta en escena, guión e interpretación – existen tales contrastes de calidad y realización que hacen que la cinta chirríe constantemente

ESCENARIOS

        Da la impresión de que este capítulo, junto con el actoral, se llevó casi todo el presupuesto, en detrimento del rodaje de exteriores, exiguos y pobres, como las persecuciones por los bosques, la escena de amor en el “charco” – no se me ocurre mejor descripción – en la que el alguacil se declara a la morisca, el encuentro en Ostende entre Escobedo y D. Juan de Austria o la toma aérea final del Escorial que, aunque no mal realizada, tiene la misma calidad de imagen que si hubiese sido rodada con el helicóptero de “España Directo”. Por ello, cuando se comparan con las escenas en interiores, – estupendas las que se desarrollan en el Monasterio –  o la ejecución frente a la Catedral de Toledo, que fue la única secuencia que llegó a emocionarme, parece que estuviésemos viendo dos películas distintas.

INTERPRETACIÓN

          No esperaba que fuera tan coral, lo cual es de agradecer. Suponía que, como en anteriores ocasiones en que el cine ha tocado este tema, la Princesa de Éboli acapararía el máximo protagonismo, considerando además que la interpreta Julia Ormond, posiblemente con el “caché” más elevado de todos. Lo hace con su habitual solvencia, soportando unos primeros planos en los que no se ocultan las arrugas de su rostro. Además, en el momento de su detención, nos obsequia con un sugerente y audaz “streeptease” seguido de un desnudo integral, valiente para su edad.

          Juanjo Puigcorbé, como Felipe II, raya la genialidad, prestando a su  personaje unos matices de ambigüedad, autoritarismo e ironía que espero que sean tenidos en cuenta para los próximos Premios Goya. Destacan también Joaquín de Almeida, como Escobedo;  Jürgen Prochnow dando vida a Espinosa; el alguacil o Rosana Pastor como Dª Juana de Coello, mujer de Antonio Pérez. El resto cumple con profesionalidad, salvo dos que, debido a su importancia, vuelven a evidenciar los contrastes a que me refería.

       Lamento tener que incluir aquí a un buen actor como Jordi Mollá, que no se cree en absoluto su papel del cura guerrero y político, Mateo Vázquez, que encima no se adecua para nada a su físico. Y no digamos el tono de voz que utiliza. Pero la que desentona con más rotundidad es Blanca Jara interpretando a la morisca Damiana la cual, cada vez que aparece, te hace sentir como si vieras a un trapecista que va a realizar por primera vez el triple salto mortal y estas esperando a que se pegue el casi seguro tortazo. Guapa es. Bastante. Pero hace una interpretación tan plana como el mar en la playa de Santa Pola.

GUIÓN

           Muy meritorio en cuanto a intentar acercarse lo más posible a la realidad histórica. Destacaría la calculada ambigüedad con la que se tratan,  tanto la posible implicación de Felipe II y el Duque de Alba en el asesinato de Escobedo, como las dudosas relaciones entre el Rey y la de Éboli, hechos no probados históricamente pero sobre los que existen indicios.

          Sin embargo, las secuencias “inventadas” tienen tales fallos e incongruencias que rozan el ridículo, como la escena de la lucha, casi al final, de Mateo Vázquez junto con otro amiguete contra un montón de sicarios, queriendo emular al Burt Lancaster y al mudo de El temible burlón o El halcón y la flecha.  Y no digamos la incomprensible actitud de los criados de Escobedo, que primero intentan matarle y al poco están dispuestos a dar su vida por defender unos papeles del secretario. Y la violación del negro es tan gratuita como interpretar un miserere en Pachá.

        Siendo justos, tampoco puede pedírsele mucho más a un director que, entre otros, tiene títulos tales como Desde que amanece apetece o Y decirte alguna estupidez, como, por ejemplo, te quiero. Reconozcámosle su buena intención y alguno de los logros ya apuntados.

NOTA: Después de escribir este artículo, me entero de que no han considerado a Juanjo Puigcorbé para los premios Goya. Notable injusticia. Sí han incluido a Rosana Pastor. Me alegro. Tanto La conjura de El Escorial como Sangre de mayo compiten por la mejor dirección artística. Espero que se lo lleve alguna de las dos. La primera también cuenta para el premio al mejor vestuario. Lógico.

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