TAMBIÉN LA LLUVIA… Y ALGO MÁS

Juan Angulo Serrano

A muchos nos ha sorprendido gratamente Icíar Bollaín por haberse atrevido a componer una casi superproducción como ésta, acostumbrados a su estilo intimista. Su rodaje, realizado totalmente en Bolivia, parece ser que resultó bastante complicado. Intervinieron miles de figurantes.

Me gustan las buenas películas del cine dentro del cine, y ésta lo es. Doblemente histórica. Se nos narra el rodaje de una cinta sobre Cristóbal Colón, Bartolomé de Las Casas y Antonio de Montesinos en la ciudad de Cochabamba, justo en el momento en que se produjo la Revolución del Agua en el año 2000, que inició el cambio político en Bolivia y que, posteriormente, llevó a Evo Morales a la presidencia. El Gobierno cedió la explotación del agua a una empresa americana, que elevó su precio de manera desorbitada y, parece ser, que tenía prohibido recoger el agua de la lluvia. De ahí el título.

Destacaría sobre todo lo demás su guión y su montaje. Se entrelazan ejemplarmente hasta seis distintas acciones: el rodaje de la película, los ensayos, la revisión de las copias, la elaboración del como se hizo, la Revolución y una introspección en la psicología de los distintos personajes, con pocas pero enérgicas pinceladas. Ello facilita, además, un ritmo trepidante. Se te hace corta y te quedan ganas de ver más. Claro que el guión lo firma Paul Laverty, habitual colaborador de Ken Loach.

Los que somos simples aficionados a la Historia sabemos algo de Bartolomé de Las Casas, de su defensa de los indios, su lucha con el poder y su famoso libro Brevísima relación de la destrucción de las Indias y la influencia que tuvo. Lo que yo no conocía, y aquí se nos cuenta, es que fue Antonio de Montesinos quien le abrió los ojos, e influyó poderosamente en su actitud, cuando se negó a darle la comunión por tener un repartimiento – donación de tierras que recibió por ir a América–. Y que estuvo presente en el famoso sermón del dominico, durante el Domingo de Adviento del 28 de diciembre de 1511. Por su fuerza y belleza, me atrevo a transcribirlo literalmente (seguro que recibiré la aprobación y benevolencia de nuestro insigne editor):

Ego vox clamantis in deserto

Para os los dar a cognoscer me he sobido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír». «Esta voz [os dice] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.

La declamación de este sermón por parte de Raúl Arévalo, que interpreta al sacerdote, es uno de los momentos más emotivos.

Ya que entramos en la interpretación, sobresale el siempre eficaz Luis Tosar, pero le superan Karra Elejalde como Colón -recibió el Goya al actor secundario- y Juan Carlos Aduviri, actor boliviano que interpreta dos personajes: el del indígena que encabeza la revuelta contra Colón y también el que lidera la Revolución del Agua. Feo pero soberbio. Gael García Bernal está adecuado.

Además de la del sermón, hay escenas impactantes, como la de las indias que se niegan a simular el ahogamiento de sus hijos; la elevación y colocación de la cruz; la conversación por el móvil en inglés de Tosar frente a Aduviri; la comida de los actores; la quema de los rebeldes; el ensayo del dictado de la carta de Colón a los Reyes, etc. etc. También la idea subyacente de que los del cine explotan a los indios en estos tiempos, de la misma manera que hicieron los conquistadores españoles.

No obstante, me pareció algo traído por los pelos la conversión psicológica del productor –Luis Tosar–, que deja todo por salvar a la hija herida del indio. Sentimental pero poco convincente, aunque da lugar a las escenas más trepidantes, atravesando toda la revuelta de Cochabamba en un coche.

 Se trata de las pocas películas españolas recomendables de 2010, año nefasto para nuestro cine, tanto en calidad como en respuesta del público. Fue elegida para representarnos en los Oscar, pero no llegó a la final.

Tenía méritos suficientes para conseguir el Goya, pero se encontró con una absoluta obra maestra: Pa negre, que recibió nueve. Yo le hubiera dado más.

Hablaré de ella, bajo la excusa de que se desarrolla durante nuestra postguerra. No es otra película más sobre dicha contienda. Mucha gente se ha negado a verla por aquello de…”otra película sobre la Guerra Civil…” No exactamente. Sólo hace de marco. Podía haber sucedido en cualquier otro lugar o país en el que haya vencedores y vencidos, explotadores y explotados Y no es maniquea, pues se producen actitudes terribles tanto en uno como en otro bando.

Dirigida por Agustí Villaronga, es lo mejor de nuestro cine en mucho tiempo. Demoledora. La sensación de malestar que me produjo verla duró hasta el día siguiente. Pero no porque tenga imágenes desagradables –solo un par de ellas– sino por la tesis que plantea. ¿Hasta dónde puede llegar el ser humano para conseguir sus objetivos, aunque éstos sean loables? ¿Cómo puede ello influir en el desarrollo de la infancia? Contada con una gran sobriedad por unos actores en estado de gracia, vemos todo desde los ojos de un casi adolescente – maravilloso Francese Colomer– que, desde su inocencia, se pregunta, y nosotros con él, qué es lo que está ocurriendo y por qué, sufriendo al final una maduración rápida traumática. El guión es magistral, y te va llevando desde una conclusión a otra hasta el momento cumbre en el que la genial Laia Marull nos empieza a desvelar la verdad cuando, aproximadamente a la hora del inicio, se presenta en una casa a dar el pésame por una muerte. La escena del vaho sobre el cristal dice más que un largo discurso. Ha sido rechazada a priori por algunos, al haber sido estrenada en su idioma original, el catalán  -ya se ha traducido al castellano–. Arguyen que no es española. Existe un notable anticatalanismo, justificado en muchos casos. Pero el arte no debe entender de fronteras ni lenguajes.

Transcribo la frase promocional que, con tan pocas palabras, la  resume perfectamente: “Las mentiras de los adultos crían pequeños monstruos”. Al terminar de verla, te preguntas con una gran congoja: ¿Cuál será el futuro de este chaval?

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