EL INFAME CASO DEL LAÍSMO

José Guadalajara

No por archisabido, voy a dejar de traer a esta Página el erróneo uso que muchos hablantes hacen de los pronombres personales átonos de tercera persona.

El error viene de antiguo.

Así, el enigmático copista del único manuscrito medieval conservado de El cantar de mio Cid, allá por el siglo XIV, ya alteraba o se confundía en el empleo correcto del pronombre “lo” en función de complemento directo y lo permutaba por un “le” de complemento indirecto.

El manuscrito de El cantar de mio Cid se cierra con este conocidísimo explicit que evidencia la referida alteración pronominal:

Per Abbat le escrivio en el mes de mayo…

Evidentemente, debiera haber escrito “lo escrivio”, ya que el “lo” de complemento directo es aquí el único empleo correcto de este pronombre, sustituto, en este caso, de “cantar” o “poema”. Per Abbat escribió este cantar; por lo tanto, “lo escribió”.

Pero dejando de lado ya este fallido uso del pronombre, incorrección conocida como leísmo, vengamos ahora al caso del “infame laísmo”, más molesto y contumaz, menos delicado y más terrible que el anterior.

Hace unos días, desde la terraza de un apartamento junto al Mediterráneo, tuve la dicha de escuchar el siguiente mensaje de carácter fático: “Dila que venga ahora mismo aquí”.

La orden procedía de los labios de un preocupado padre madrileño que solicitaba a una niña de unos “nuef annos” –ésta es la edad también de la jovencita de El cantar de mio Cid que ayuda en Burgos a Rodrigo Díaz de Vivar- que buscara y trajera de inmediato a su presencia a su díscola hermanita: “Dila que venga…”

Es cierto que suena horriblemente la transmisión de esa orden con ese “dila” lanzado a la cara como un cañonazo, estampido que con toda seguridad no capta el usuario del mismo, pues la costumbre, como apunta la sentencia de Cicerón, es casi otra naturaleza.

Hay, sin embargo, hablantes y oyentes que sí perciben de inmediato este furibundo ataque contra las esencias de la gramática y la estética del sonido, como perciben también la pólvora rugiente de otros infames ejemplos de laísmo: “La di un beso”, “la compraré un bonito peluche”, “la enseñó la casa”…

Puede que a algunos hablantes estas expresiones no les suenen tan mal, pero se trata en todos los casos del uso incorrecto del pronombre personal de tercera persona para complemento indirecto. Tanto si nos dirigimos a un hombre o a una mujer en los ejemplos anteriores, habrá que emplear siempre LE, pues el LA solo cabe cuando nos encontramos ante un complemento directo femenino, como sucede en los casos siguientes: “La besé en los labios”, “la encontró por la mañana” o “la recogerá cuando llegue”.

En fin, no digo nada nuevo, sino que simplemente recuerdo a los lectores o leyentes de esta Página una incorrección gramatical que perfora a menudo los tímpanos y envenena el movimiento de los labios.

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