LO DESCONOCIDO EN LA LITERATURA MEDIEVAL

José Guadalajara

medievalAl estudioso y al aficionado a la literatura de la Edad Media no se les puede pasar desapercibido uno de los aspectos más atractivos que depara el adentrarse en las obras de este periodo histórico: el desconocimiento.

A algunos no nos basta con el disfrute de los textos, sus argumentos y estilo, su marco sociológico, sino que, más allá de la propia literatura, nos atraen los elementos históricos y, sobre todo, el querer saber más acerca de lo que leemos. Confieso que esto último me seduce tanto o más que la obra en sí misma.

Y no crea el lector que la literatura medieval es escasa en estas posibilidades, sino, antes bien, al contrario. Con harta frecuencia nos encontramos con un desconocimiento casi total sobre muchos aspectos que nuestra sensibilidad histórica nos suscita. Repasaré en este esbozo algunos casos paradigmáticos que han dado pábulo a los investigadores para escribir cientos de artículos y monografías.

Todos sabemos que Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid, fue desterrado por el rey Alfonso VI, pero, ¿quién fue el escritor que nos contó su historia en el célebre Cantar de mio Cid? A mí, lo digo con absoluta emoción y sinceridad, me gustaría contar con la máquina del retroceso en el tiempo para poderme trasladar a ese instante en el que una mano empezó a escribir sobre el pergamino el famoso “de los sos oios tan fuerte mientre plorando”. Pero es que también desearía con todas mis fuerzas observar, por un momento siquiera, al copista (¿sería el enigmático Per Abbat?) que nos ha dejado el único manuscrito que conservamos actualmente de este Cantar.

Pero, ¿qué sabemos de Gonzalo de Berceo, de su aspecto físico, por ejemplo, y de su personalidad? Y no digamos ya del arcipreste de Hita, el célebre Juan Ruiz, que compuso el Libro de Buen Amor en el siglo XIV y que nos ha legado una imagen tan sugerente de sí mismo. ¿Quién sería este hombre? ¿Cómo desarrollaría su vida?

Pero el desconocimiento, por desgracia, es muy grande para tantos autores y escritos de este periodo. El magnífico Libro de Alexandre sigue ahí sin que sepamos quién lo escribió. Nada sabemos tampoco de los que compusieron los poemas de debate, como el de Elena y María; del autor y circunstancias del autor del primer romance; de los compositores de las jarchas; de los libros perdidos del infante don Juan Manuel; de la verdadera cara y carácter del marqués de Villena, cuyos libros mandó quemar el rey Juan II al arzobispo Lope de Barrientos. ¿Y qué decir del celebérrimo Fernando de Rojas, el autor de La Celestina? ¿Es verdad o no que se encontró escrito el primer acto de esta obra y que después decidió continuarlo? Si es así, ¿quién fue el que lo compuso?

201_2275Son tantos los desconocimientos en la literatura medieval (la Historia está plagada de enigmas y misterios irresolubles) que permiten a los investigadores lanzarse por los caminos de la especulación y las demostraciones. Vuelvo a reiterar que es esta posibilidad la que abre mi entendimiento y excita mi sensibilidad mucho más que la obra en sí misma. Así, en La Celestina, tanto o más que el propio texto, me interesa todo el misterio que la rodea.

Que las breves palabras de esta reseña sirvan para suscitar la curiosidad.

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