LOS SIETE INFANTES DE LARA

Ángel Moreno

220px-Suso.6La épica medieval castellana, para nuestra desgracia, no destaca por la cantidad de textos conservados, pues son escasos, en comparación con la abundancia de la que hace gala la épica francesa. Sólo contamos con cuatro textos: Cantar de Mío Cid, Mocedades de Rodrigo, Poema de Fernán González y Cantar de Roncesvalles.

Por otra parte, los eruditos han conseguido reconstruir y dar noticia de otros poemas a través de las crónicas de los siglos XIII y XIV y de los romances. Un ejemplo de ello es el Cantar de los Siete Infantes de Lara (o Salas), recogido en distintas crónicas (Primera Crónica General, Crónica de 1344), que inaugura el primer ciclo de la épica castellana, la de los Condes de Castilla.

Compuesto a finales del siglo X, se sitúa en tiempos del segundo Conde de Castilla, Garci Fernández.

Nos narran sus versos las rencillas y disputas de las familias Bureba y Lara; después de varios episodios de muertes y venganzas, Gonzalo Gustioz, padre de los Infantes, es enviado a Córdoba, ante Almanzor, con una misiva que solicita la muerte del mensajero, aunque el caudillo moro se apiada y le encierra; entre tanto, sus siete vástagos son sorprendidos en una traición familiar y mueren decapitados. Gonzalo recibe las siete cabezas y, mientras las lava, recita un conmovedor planto. Para mitigar su profundo dolor, es consolado por una mora con la que tendrá un hijo, Mudarra. Pasados unos años, el hijo bastardo viaja a Salas para vengar a sus hermanos: mata a Ruy Velázquez, urdidor de la traición, y a Doña Lambra, su esposa.

Esta leyenda hizo que la iglesia de Salas de los Infantes exhibiera las supuestas reliquias de los siete cráneos; incluso dos monasterios se disputaron la autenticidad de los siete sepulcros.

Como siempre, animamos al lector a que se deleite con la lectura de este breve pero intenso texto que recoge escenas tan emotivas como la siguiente:

Besó la cabeça llorando e en su lugar la dexóve,

la de Fernant Gonçález en braços la tomóve.

“Fijo, cuerpo honrado, e nombre de buen señore,

del conde Fernant Gonçález, ca él vos bateó.

De las vuestras mañas, fijo, pagar se devía un enperador;

matador de oso e de puerco e de cavalleros señore,

quier de cavallo quier de pie que ningún otro mejor.

Nunca rafezes compañas, fijo, amastes vós,

e muy bien vos aveníades con las más altas e mejores.

¡Vuestro tío don Rodrigo malas bodas vos guisó:

a vós fizo matar e a mí metió en prisión,

traidor le llamarán quantos por nascer son!”.

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