ALFONSO X EL SABIO

EL LIBRO DE AXEDREZ, DADOS E TABLAS

Ángel Moreno

clerc9-XIIIemeSi algo llama la atención del reinado de Alfonso X es, sin duda, su labor cultural. En él encontramos la fusión del hombre político/militar y el hombre culto; tenía talento, energía, experiencia en las lides diplomáticas y militares; era ambicioso, hasta el punto de querer convertirse en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (su madre era germana, lo que le ayudó en su decisión), pero esta empresa fue demasiado costosa a nivel personal, político y económico (los recursos financieros de Castilla no aguantaron tal pretensión, la nobleza se oponía y tampoco contaba con el apoyo decido de su familia), y no llegó a buen puerto.

Además, optó por robustecer la autoridad real frente a la nobleza, hecho que le llevó al desastre: en la cuestión sucesoria, se rebelaron contra él su hijo Sancho y la nobleza.

Pero en el aspecto cultural, sí brilló. Aunque no llegó a ser emperador en lo político, podría decirse que sí logró ser el exponente del ideal del  “Imperator litteratus”.

La labor cultural, entendida en sentido amplio, fue de gran importancia en la corte alfonsina; sin duda, le animó el hecho de querer dar homogeneidad jurídica, lingüística y cultural a los extensos territorios que constituían su reino, acrecentados  por la exitosa actividad guerrera de su padre Fernando III.

A esta magna tarea se dedicaron grandes esfuerzos; uno de ellos, de suma importancia, fue el seminario o escuela de estudios en la que reunió a eruditos de todas partes. Gracias a esta organización, se tradujeron al castellano obras grecolatinas, hebreas, árabes, desarrollando el léxico, la gramática y la prosa castellanas de un modo considerable. 

La producción alfonsina trata diversas materias: históricas (General Estoria, Estoria de España), jurídicas (Las Siete Partidas, Espéculo, Fuero Real), científicas (Setenario, Las tablas alfonsíes, Picatrix, Lapidario), las famosas Cantigas de Santa María, escritas en galaico-portugués.

Dentro de estas obras encontramos una dedicada al juego, al enriquecimiento intelectual de lo lúdico, al ingenio que puede un noble demostrar. Gracias al Libro del axedrez, dados e tablas, rescatamos todo un testimonio de la época que nos sirve para adentrarnos en facetas que muchas veces pasan inadvertidas en este mundo de alta tecnología y desarrollo científico, y que apenas son citadas en los manuales.

En el prólogo de la obra, el rey justifica la práctica de estos divertimentos porque a Dios complace la diversión del hombre y éste la busca en los juegos, los cuales divide en tres tipos distintos: los que se practican a caballo, que sirven “en usu e pro de fecho de armas”; los practicados a pie, que “usan los omnes los miembros por que sean por ellos más rezios e reciban alegría”; y los juegos que se practican sentados como “axedrez e tablas e dados e otros trebejos de muchas maneras”, especialmente indicados para aquellos que no pueden montar a caballo, ni cazar y han de estar en sus casas, como los enfermos, los cautivos, los ancianos…

De estos tres juegos, el rey sabio se ocupa de los últimos, mostrando las múltiples e interesantes variantes que cada uno tiene.

piezas-ajedrez-arabe-siglo-ix-xiiEn el Libro de axedrez se muestran las reglas y se explica el valor de cada trebejo –las piezas-, que equivale, en la vida real, a la disposición social estamental; de ahí que encontremos paralelismos como “e d’estos XVI trebejos, los VIII son menores, que fueron fechos a semejanza del pueblo menudo que va en la hueste. E los otros juegos que son mayores, es el uno a semejante del rey, que es señor de la hueste”. Los trebejos, igualmente, se mueven en el juego por semejanza con su correspondiente real: “ca así como el rey non se debe arrebatar en las batallas, mas ir muy a passo  e ganando siempre de los enemigos e punando cómo los venza, así el rey de los trebejos no ha de andar más de una casa en su derecho”. Por lo demás, plantea diversas jugadas para resolver –los mansubat­-, ilustrado todo ello con maravillosas miniaturas.

Por otro lado, tenemos el Libro de los dados, donde se hace referencia al material para elaborar los dados, sus caras, peso, la distribución de los puntos…, previniendo de los engaños que comenten los tahúres.

Los dados también se usan en el juego de las tablas, tercer libro que explica, como los anteriores, los materiales más idóneos, número de tablas…, y juegos que existen con las mismas.

En cuarto lugar está el grant axedrez. Para éste, se necesita un tablero de doce “casas”, no ocho como el otro; cada bando posee veinticuatro piezas, de las cuales la más importante es el rey, del resto, desaparecen varias piezas para aparecer otras nuevas y más fascinantes, algunas de origen mitológico: el unicornio, el león, la “cocatriz”, la “aanca”…; en este nuevo juego, que alberga  diversas variantes, se emplean también los dados.

Observamos, pues, que el saber de Alfonso X era amplio, que se ocupó de los más diversos asuntos. Una muestra es este Libro del axedrez, dados e tablas, testigo mudo de los entretenimientos de otra época, que rescatamos y revivimos cuando jugamos una partida de ajedrez o de backgammon.

    ¿Siente los siglos que cargan las espaldas del peón o del alfil?

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