LA TORRE DEL GALLO (JAVIER OLIVA)

José Guadalajara

Javier Oliva tiene el don de la palabra. Cuando estás con él, su voz se prolonga en constantes historias y aventuras en las que su emoción asciende hasta altas temperaturas si habla de lo último que ha escrito o de sus proyectos literarios. Y es que para él, la pasión literaria arranca desde sus días de colegio en Madrid y se ha prolongado hasta la conclusión de novelas como El sueño de Judas (publicada en 2007), El cooperante y Operación mellizas, que están a la espera de editor. Ahora acaba de poner en las librerías La Torre del Gallo, publicada por la editorial Ledoria, que presentó en Sigüenza el 6 de agosto del año en curso.  Como él mismo afirmó entonces: “Sigüenza me ha dado mucho. Es un punto de referencia en mi vida. La escritura de esta novela ha sido para mí la forma de devolver algo a la ciudad”.

Mi primer contacto con Javier Oliva se produjo a través del foro literario Ábretelibro durante las Jornadas literarias del año 2008 celebradas en la Casa Encendida de Madrid. Hemos conversado por medio de los “post” insertados en dicho foro, quizá el más importante de cuantos foros literarios hay en España, pero también en otras muchas ocasiones en la “Tertulia de las siete y siete” del Café Ruiz, en donde, junto con otros escritores, hemos devanado en horas vespertinas los entresijos del mundo editorial y literario.

Las novelas de Javier Oliva, marcadas por la afición viajera del autor y por su formación académica de periodista, rezuman dinamismo e intriga en clave de novela de aventuras o de trama policíaca. Se desarrollan con brío y agilidad dentro de un estilo directo y ameno. La Torre del Gallo, con algo más de setecientas páginas, es un viaje en el tiempo y desde el tiempo: el que es y el que aún no es.

LA VOZ DEL AUTOR

La torre del galloMi vida ha estado unida a Sigüenza desde poco después de mi nacimiento en Madrid. Desde que tengo uso de razón, muchas facetas de mi existencia, algunos hitos únicos en la vida de cualquier persona, se encuentran irremisiblemente entrelazados y fuertemente encadenados a la Ciudad del Doncel. El primer amor, el primer desamor, la primera borrachera… son hechos que, en mi caso, sólo puedo contar con un escenario común.

Es tanto lo que me ha dado Sigüenza, lo que he vivido y desvivido en ella, que sentía no tanto la obligación moral, sino más bien el impulso irresistible de rendirle cuentas y tratar de devolverle algo de lo que en estos 45 años he recibido. Ésa fue la razón por la que me planteé escribir una historia que mostrara la ciudad al lector, y no tanto su patrimonio monumental, a todas luces visible por cualquier que tenga a bien acercarse, sino sus costumbres, su ambiente, su forma de vida.

Sobre el pasado de Sigüenza se ha escrito todo, y el presente se está plasmando ahora mismo a través de los medios de comunicación. Por lo tanto, desde un primer momento descarté una novela histórica (otra más en el mercado…) o una narración contemporánea. Buscar ese punto de originalidad, de despertar la curiosidad del lector, tanto el autóctono como el foráneo, fue la razón de que trasladara la acción de La Torre del Gallo a un futuro inmediato, un saltito de 33 años hacia delante (la historia se desarrolla en un más que entendible y comprensible año 2044) de tal forma que Sigüenza fuera recordada por todos los que la conocen, pero cambiada, desconocida e intrigante para cualquiera. Por eso coloqué a uno de sus personajes principales viejo y desmemoriado, y a otros jóvenes y con toda la vida por delante, para que el contraste hiciera descubrir al lector las bondades de la ciudad.

La escritura de la novela no fue fácil. Marcar la pauta, conseguir una trama compleja con más de 30 personajes que, desde el principio, fueran como la familia del lector, me costó un esfuerzo de imaginación y seis meses de corregir un guion que se resistía a nacer en condiciones. Pero gracias a mi cabezonería, y a la ansiedad por plasmar Sigüenza en una historia que provocara las ganas de conocerla, me fueron descubriendo poco a poco el camino. Tres meses de redacción y otros tantos de escritura cerraron todo un año fructífero y redondo.

Ahora bien, con todo más o menos atado, se me planteaba el reto de modelar una historia que lo contara todo sobre la ciudad, algo que por un lado resultara entretenido, muy entretenido, y por otro hiciera que el lector, sin darse cuenta, se quedara a vivir en la ciudad. Después de buscar muchos enfoques para contar la historia, descubrí que la mejor forma para transmitir mi ilusión era la vida misma, desarrollar la trama como ha ocurrido siempre, como ocurre hoy en día, a base de dimes y diretes, de cotilleos, de secretillos escondidos, de rencillas olvidadas y renacidas, de cuchicheos, murmullos, guiños silenciosos que cuentan un mundo, gestos que lo dicen todo. En definitiva, como anticipaba, la vida misma, es decir, suscitar en el lector esa faceta de cotilla que todos escondemos y por la cual nos queremos enterar de los más íntimos secretos de los demás.

La Torre del Gallo es la vida en Sigüenza, es la posibilidad de entrar en un círculo de amigos que llevan toda la vida juntos y que se cuentan sus andanzas desde que eran niños hasta un futuro inmediato, donde todos se guardan algo en los bolsillos de la memoria y lo sacan a relucir en el momento más insospechado, quizá más inoportuno, donde todos son capaces de hablar de todo menos de lo que le ocurrió a la joven y bella Violeta Márquez de Coca. ¿Por qué?

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