IDUS DE MARZO

Juan Carlos García Santos

            Para comprender lo que significan los idus que marcaban la parte central de los meses lunares del calendario latino debemos acercarnos a la organización del tiempo en Roma, organización que, por otra parte, sigue presente en la actualidad. De otro lado, es en marzo cuando llegamos al renacer primaveral en el medio natural y esto marca especialmente esa fecha central para este mes.

            El calendario romano, como el de otras culturas antiguas, en principio fue lunar y tenía diez meses. Naturalmente, se le daba un origen legendario y se relacionaba con el fundador de  Roma, Rómulo, teniendo cada mes a su vez varias divisiones y conmemorándose en determinadas fechas fiestas  dedicadas a diferentes deidades. Los meses, en origen, eran marzo (Martius, del dios Marte), que era el primer mes de año, abril (Aprilis, consagrado a Apru, la diosa Venus para los etruscos), mayo (Maius, dedicado a la madre de Mercurio, Maya), junio (Juinius, que normalmente se considera consagrado a Juno), julio (en origen Quintilis del quinto mes), agosto (en origen Sextilis del sexto mes) septiembre (en origen september del séptimo mes), octubre (october del octavo mes), noviembre (november, del noveno mes) y diciembre (december del décimo mes).

            Cada mes tenía tres fechas señaladas: las calendas eran el primer día de cada mes (de aquí procede la palabra calendario), las nonas, el quinto, excepto en marzo, mayo, julio y octubre, que eran el séptimo, y los idus que, en realidad, eran día central del mes lunar, el trece, excepto en marzo, mayo, julio y octubre que eran el quince. La forma de expresar los días del mes se hacía conforme a su posición con respecto a estas tres fechas, del mismo modo que los años se definían en relación con fechas importantes para los romanos como la fundación de Roma (753 a. C.) o de la creación de la República (509 a. C.).

            Se atribuye al segundo rey de Roma, Numa Pompilio, la inclusión de enero (Ianuarius, en honor a Juno) como primer mes, y febrero (Februarius, en honor a Februo, también conocido como Plutón) como último, el mes donde se llegaba al fin del año con el invierno. Pero en el año 452 a. C. este mes de febrero se situó en segundo lugar.  Será en la época de César, y con la llegada de Octavio al poder, cuando ya se conoce la estructura del año basada en el calendario solar egipcio, cuando definitivamente se adopte una organización más parecida a la actual de doce meses organizados a partir del ciclo solar. Después de la muerte de César, en los idus de marzo del año 44 a. C., el quinto mes en que había nacido pasará a tomar el nombre de su familia, julio, y más tarde, el sexto mes se dedicará al emperador Augusto, agosto.

            Del mismo modo que la luna y la interpretación de los ciclos naturales como deidades determinadas marcaban la organización del calendario original estipulando su división, así los días se dividían también, en este caso, en doce partes, sin considerar que la luz duraba menos en invierno que en verano, siendo la hora central de la jornada la hora sexta, de ahí la palabra siesta. La denominación de las horas latinas permanecerá durante mucho tiempo después de la caída del Imperio romano, sobre todo en relación con la regla a la que estaban sujetas las órdenes monásticas. La noche, por otro lado, se dividía en cuatro partes, vigilias, que marcaban el tiempo de las guardias en los campamentos de legionarios.

            Como se ha explicado, el mes de marzo era el que iniciaba el año romano y estaba dedicado al dios Marte, venerado por los latinos por ser el dios que presidía los combates, si bien, en su origen, tenía otro sentido, ya que, en realidad, estaba consagrado a la Diosa Madre, como ocurría con otros pueblos en la Antigüedad. Esta dedicación a la Diosa Madre del primer mes del año adquiere todo su significado cuando se reconoce la renovación que supone la primavera, la germinación de las semillas y, en definitiva, el momento en que la tierra dormida pasa a ser fértil.

            La celebración primitiva de las calendas, el primer día, del mes de marzo era la fiesta de las mujeres casadas, la Matronalia, en la que las mujeres tomaban el poder. La expresión en nuestra cultura de este festejo latino se encuentra en la celebración de Santa Agueda, ahora el 5 de febrero, en la zona centro de la Península Ibérica. En estos festejos se manifiesta la autoridad de las mujeres casadas en unos casos o bien es una celebración cerrada para las mujeres con hijos lactantes. En ambos se mantiene el sentido de renacimiento de la vida vegetal y de la fecundidad.

            Ya el catorce de marzo se celebraban los Mamuralia. Siguiendo a Ovidio, en este día había una procesión donde se azotaba a un hombre disfrazado con pieles que simbolizaba el invierno hasta que era expulsado de la ciudad. Se echaba al viejo Marte y se recibía al nuevo Marte que, en principio, era considerado dios de la vegetación, o sea se recibía el año nuevo,  la nueva floración.

            Por fin, ya en los Idus de marzo, se celebraba la fiesta de Anna Perena que, en realidad, se puede identificar con la llegada de la primera luna llena del año primitivo, la del mes de marzo. Es significativo que se utilice la recurrente cita de Macrobio donde se refiere que las ofrendas a Anna Perenna se hacían para que el círculo del año se completara felizmente, o sea para tener buenos augurios durante el nuevo año. En sus festejos parece que se bebía vino invocando una larga vida, y los jóvenes hacían el amor buscando la perpetuación de una vida fértil. El significado de los Idus de marzo es, pues, el del año nuevo, el de la primera luna llena y el del renacer propio de la primavera, el de los campos fertilizados con las lluvias de marzo que se cubren con el manto verde que producen las semillas germinadas.

            

Ovidio propone tanto un origen mítico como plebeyo para esta deidad de Anna Perena, pero, realmente, no es más que la expresión latina de una interpretación de los ciclos naturales de la que participan muchos pueblos en la Antigüedad. Sin embargo, es el mundo romano el que ha marcado su huella en nuestra cultura europea occidental y por ello los Idus de marzo se han relacionado en nuestro contexto cultural con el magnicidio de Julio César, que ya narraron autores como Suetonio o Plutarco y que más tarde fue inmortalizado por Shakespeare.

            No obstante, la significación romana de esta fecha permanece en nuestra cultura de otra forma. Aún hay celebraciones que marcan el inicio de la primavera como la de Mara (Zaragoza) en el sábado más próximo al 15 de marzo; también cabe resaltar la costumbre de los agricultores de hacer semilleros coincidiendo con el mes de marzo, con el primer viernes o con la luna llena de este mes, o los diferentes festejos que se agrupan a costa de la cultura cristiana en torno al carnaval.

              De todas formas, hay que reconocer que en el mundo urbano en que vivimos todo ese sentido asociado a la naturaleza se va difuminando. Su impacto en nuestro día a día no permanece porque ya no vivimos en plena relación con el medio natural y por ello solo queda evocada esta fecha por el asesinato de César. Sin embargo, el sincretismo de nuestra cultura actual recoge todos los significados que ha tenido el mes de marzo en el pasado, a lo que, lógicamente, contribuye la organización de nuestro calendario siguiendo el modelo romano. 

               

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