EL HOMBRE SALVAJE

José Guadalajara

avila33Hace unos meses, ya de noche, en compañía de Félix Jiménez, cuya novela 52 semanas y un día acabábamos de presentar, me acerqué fugazmente a la puerta principal de la catedral de Ávila. Lo primero que llamó mi atención fueron dos figuras humanas que flanqueaban las jambas y que, de inmediato, me hicieron exclamar: “¡Son dos hombres salvajes!”.

En la oscuridad de la noche y dado lo fugaz de la visita, apenas si pude apreciar más detalles, pero se me quedó grabada la inesperada imagen, porque nunca había visto representaciones de estos seres míticos a la entrada de una catedral.

El hombre salvaje, mitad humano, mitad bestia, constituye un arquetipo presente en las más ancestrales tradiciones. Su presencia puede rastrearse, como en el caso descrito, en la iconografía, pero también en la literatura y el folklore. Se encuentra, bajo diversas formas, en la culturas mesopotámica, griega y latina, si bien su consolidación como tal figura es una creación característica de la Edad Media.

Hay diversas teorías sobre su origen y significado antropológico, todas ellas confluyentes en la idea de que el hombre salvaje representa los deseos ocultos de la sociedad o, dicho de otro modo, los instintos reprimidos del hombre civilizado. Su vida en lugares apartados, en bosques, desiertos o islas; su aspecto grotesco, su fealdad, su lascivia, su violencia y su manera de vestir son componentes característicos del hombre pre-civilizado. El hombre salvaje es un símbolo del estado natural, del instinto, de la vida primitiva al margen de las normas y de la pura supervivencia.

Los aludidos hombres salvajes de la portada de la catedral de Ávila son expresiones de una tosquedad humana resaltada a través del vigor muscular de los cuerpos, los rasgos fieros y deformes de los rostros, la vestimenta silvestre de hojas de árboles con que se cubren y las cachiporras que blanden en los brazos como signo de su salvajismo y rudeza. Hombres, en fin, en los límites entre lo bestial y lo humano, cuyo aspecto denota su primitivismo y su apartamiento del mundo social y sus pautas morales.

La literatura medieval española, en donde hacen a menudo acto de aparición, los retrata de modo similar a estas imágenes esculpidas de la catedral de Ávila. Así, por ejemplo, Gutierre Díaz de Games, en su Victorial, se refiere a ellos como “unos hombres que eran todos cubiertos de lana de los pelos de sus cuerpos, bien como animales, e non vestían ropa ninguna”. También en el género de la llamada novela sentimental, característico del siglo XV, es frecuente encontrarnos con estos curiosos personajes, tal como sucede en Diego de San Pedro y su Cárcel de amor: “Vi salir a mi encuentro, por entre unos robledales do mi camino se hacía, un cavallero assí feroz de presencia como espantoso de vista, cubierto todo de cabello a manera de salvaje”.

1_salvaje_kyburg_heraldicaEstos hombres salvajes literarios encuentran también en los mitos y en el folklore su razón de ser. De sobra es conocida su presencia en leyendas e historias reales, como sucede en los casos de los numerosos niños extraviados en las selvas que han sobrevivido siguiendo las costumbres y pautas de los animales. De ahí surge, por ejemplo, el mito de Tarzán. Pero todos conocemos también las legendarias historias contadas a raíz de las esporádicas visiones de seres peludos vagando por los bosques o las montañas o el hallazgo de gigantescas huellas de pies de tipo humano que han servido a la imaginación para crear personajes como el Big Foot, el Yeti, el Sasquatch, el Chuchcunaa o el Yowi, dependiendo del punto geográfico mundial en el que nos situemos: California, Himalaya, Canadá, Siberia o Nueva Gales del Sur. Muy conocida en este sentido es la película filmada por Roger Patterson en 1967 en la que aparece la figura simiesca de un ser bípedo caminando por un bosque de California.

Pero retornemos al mundo medieval y a los hombres salvajes de la iconografía y la literatura. ¿Qué representan?  Me atrevería a señalar que su presencia entre las jambas de la puerta principal de la catedral de Ávila es una invitación a desprenderse de la corteza humana antes de traspasar el umbral del recinto sagrado. El pecado, la bestialidad, el primitivismo y todo lo simbolizado por el hombre salvaje deben apartarse antes de penetrar en el mundo de lo sobrenatural. Esos hombres representan la transgresión y, por lo tanto, el espíritu puro que debe morar en el interior del templo es el del hombre civilizado en orden con la sociedad y consigo mismo.

Una imitación, tal vez procedente o inspirada en este modelo es, dentro de la literatura de la Edad Media, un tipo característico de juglar denominado caballero salvaje, cuyo aspecto y atuendo debían de recordar al de estos referidos hombres salvajes del folklore. Menéndez Pidal se refiere a ellos, pero expresa su ignorancia acerca de qué actividades desarrollaban, aunque sospecha que tal vez fueran una especie de luchadores, guerreros o domadores de fieras.

Inspirado o no directamente el caballero salvaje de la juglaría medieval en el modelo ancestral del hombre salvaje, parece, no obstante, que hubo de haber algún contacto. En una obra en cuaderna vía del siglo XIII castellano se recoge esta descripción de los míticos hombres salvajes, denominados aquí “omnes monteses”­. El fragmento se corresponde con uno de los textos más notables del mester de clerecía: el Libro de Alexandre.

Entre la muchedumbre de los otros bestiones,

falló omnes monteses, mugeres e barones,

los unos más de días, los otros moçajones,

andavan con las bestias paçiendo los gamones.

Non vistíe ningún dellos ninguna vestidura,

todos eran vellosos en toda su fechura,

de noche como bestias yazíen en tierra dura,

qui non los entendiesse avríe fiera pavura.

El motivo del hombre salvaje, perfectamente documentado y parte consustancial del folklore, se ofrece en este libro con todo su crudo realismo. Tanto hombres como mujeres, viejos y jóvenes, conviven junto a las bestias paciendo lo mismo que ellas. Desnudos, cubiertos de pelo y durmiendo al raso, pueden causar pavor si alguien se encuentra con ellos de improviso.

Desde luego, esta imagen mítica no anda demasiado lejos de la de los hombres salvajes contemporáneos,  hombres como los de de la famosa secuencia de Patterson en 1967 (puede verse en Youtube).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio