LAS DANZAS DE LA MUERTE

Ángel Moreno García

Era más de media noche,

antiguas historias cuentan,

cuando en sueño y en silencio

lóbrego, envuelta la tierra,

los vivos muertos parecen

los muertos la tumba dejan.”

(Espronceda, El estudiante de Salamanca, vv. 1 a 6)

“Los difuntos se levantan de sus tumbas, se envuelven en blancos sudarios, se congregan en el recinto de la iglesia y a las doce de la noche en punto salen por la puerta grande del templo a hacer sus nocturnas visitas. […]¿Cuál es el objeto de estas visitas fúnebres? Parece que los muertos van a visitar con un año de anticipación a aquellos que pronto han de ir a hacerles compañía. Cuando la muerte está próxima, las visitas menudean […] Esta creencia en los difuntos, exornada con los particulares mencionados, está bastante generalizada, especialmente entre la gente más sencilla  e ignorante de las aldeas.”

(“La leyenda de los difuntos”, leyenda tradicional gallega recogida por Leandro Carré Alvarellos).

            Estos fragmentos con los que abrimos el artículo nos recuerdan las leyendas del centro de Europa donde, durante la Edad Media, se creía que los muertos surgían de las tumbas por la noche y bailaban al son de instrumentos.

            Ello enlaza con las danzas de la muerte medievales.

Un maravilloso ejemplo de las mismas es la Dansa de la Mort de Verges (Gerona), que se representa desde el medievo cada Jueves Santo, ya que forma parte de la procesión de Semana Santa. En ella, diversos ejecutantes se visten de esqueletos y bailan al son de un tambor. Su origen se remonta a los siglos XIII y XIV cuando este tipo de manifestaciones populares-religiosas estaba extendido por toda Europa Occidental.

Ejecución de la Danza

Por otro lado, danzas de la muerte medievales recordarían las danzas orgiásticas de las culturas primitivas de Europa. Éstas se realizaban ante la muerte de un miembro del clan y consistían en movimientos convulsivos y descontrolados. El ritmo de estas danzas estaba basado en el instinto y en una continua improvisación determinada por la búsqueda desenfrenada del paroxismo. Generalmente estas danzas se realizaban en círculos, girando sobre un eje que podía ser el cuerpo del muerto o un tótem. En la Edad Media, además, se ha señalado que ayudaría a este tipo de danzas convulsas el ergotismo, enfermedad causada por el exceso de centeno. Gente de todos los estratos sociales danzaban tomados de las manos y accedían al estado de éxtasis debido al constante movimiento.

Sin duda, las expresiones artísticas que se produjeron durante la Baja Edad Media con alusión a este baile macabro se debió a la gris etapa histórica que predisponía a semejantes manifestaciones. Debemos tener en cuenta que la esperanza de vida era verdaderamente corta; las ejecuciones y los castigos físicos se mostraban en público; las guerras devastaban poblaciones enteras; la peste negra se llevó entre uno y dos tercios de la población, dependiendo de la zona, los terribles sermones y homilías de la Iglesia sobre la muerte…

Todos estos aspectos eran fenómenos comunes en Europa, por lo que la muerte era un aspecto cotidiano. Obtenemos, con ello, un ambiente propicio para el desarrollo cultural de las referidas danzas macabras.

Representación egipcia.

            Éstas se produjeron en las distintas facetas del arte: pintura, grabados, teatro, poemas, miniaturas aparecidas en libros de horas, esculturas…, esparcidas por toda Europa desde el siglo XIII. Contamos con abundantes ejemplos de ello: en el s. XIII aparece una leyenda, la de “Los tres vivos y los tres muertos”: tres jóvenes nobles, que disfrutaban en los bosques de una cacería, se encuentran con tres cadáveres en diversos estados de descomposición. Se produce un diálogo y los jóvenes expresan sorpresa, desagrado, pavor; los difuntos les aconsejan que cambien su modo de vida y que tengan presente la esencial transitoriedad y vulnerabilidad de la condición humana. La leyenda era ampliamente conocida, especialmente en la zona del Mediterráneo. Destacan la Danza General de la Muerte castellana, compuesta muy a finales del s. XIV o a principios del s. XV, la Dance Macabre francesa y la Wurzburg Totentanz alemana; los conocidos grabados de Holbein, en el siglo XVI; los frescos de Clusone, en Italia; las esculturas y pinturas de la Iglesia de los Santos Inocentes de París; se cree que se llegaban a representar: el espacio teatral era la iglesia o el cementerio con escenas dramáticas cortas, puesto que esta era la costumbre teatral en las obras litúrgicas que se llevaban a cabo en las iglesias; la Farsa de la Muerte de Diego Sánchez de Badajoz del s. XVI…

            Existen unas características comunes en todas las obras: se critican los vicios y los pecados terrenos como la avaricia, la gula, la tiranía, la ociosidad, la guerra, la usura; destaca el terrible papel de la Muerte personificada que llama a todos a seguirla; se evidencia la decadencia y la descomposición del cuerpo, que alcanza a todas las personas, independientemente de su condición social, dando una lección muy expresiva de igualitarismo, entre otras. Con ello, se alude a diferentes tópicos como son: “putredine cadaverum”, “memento mori”, “tempus fugit”, “ubi sunt?”, “de contemptu mundi”.

            Quedan tremendamente claros estos aspectos con el inicio de la Danza castellana antes aludida:

Yo só la muerte cierta a todas las criaturas

que son y serán en el mundo durante;

demando y digo, oh homne, por qué curas

de vida tan breve en punto pasante,

pues non hay tan fuerte nin recio gigante

que deste mi arco se pueda amparar;

                                               (vv. 1 – 6)

A la dança mortal venid los nacidos

que en el mundo soes, de cualquiera estado;

el que non quisiere, a fuerça e amidos

fazerle he venir muy toste parado.

                                   (vv. 57 – 60)

           

            Las danzas influyen posteriormente en diversas obras como los Sueños de Quevedo; también hay evocaciones en los autos de Calderón; en El Quijote, en el capítulo XI de la segunda parte, don Quijote y Sancho encuentran a una compañía de cómicos que representan Las Cortes de la Muerte; durante el s. XIX se recuperan temas y ambientes medievales y populares-tradicionales, de modo que encontramos en los prerrománticos y románticos el eco de las danzas macabras (Goethe, Espronceda); Henri Cazalis  escribió un poema sobre la muerte que sirvió de inspiración a Camille Saint-Saëns para su conocido poema sinfónico Dance Macabre, opus 40, y en “Fósiles”, parte del Carnaval de los animales  donde utiliza el motivo principal de la anterior obra,  con una conocida transcripción para piano realizada por Liszt; también resuenan las danzas en Poe o Baudelaire, entre otros.

Danza de la Muerte

            La muerte es tan aterradora en tiempos oscuros, de crisis, que cobra una importancia notable en todos los órdenes de la vida para que no nos olvidemos de su presencia con la óptica histórica que a cada cultura y período corresponde. Ya hemos comprobado que durante parte del medievo fue una temible constante.

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