LA FIRMA DE RAFAEL ALBERTI
Candela Arevalillo
Rafael Alberti, nacido en Cádiz en 1902, perteneció a la Generación del 27 como poeta, dramaturgo y prosista. En 1925 se le concedió el Premio Nacional de Poesía y a partir de entonces recibió galardones importantes como el Premio Miguel de Cervantes en 1983, incluso el Príncipe de Asturias, el cual rechazó por sus fuertes convicciones republicanas.
De su amplia producción literaria, ¿quién no conoce este poema suyo que tantos cantautores han interpretado?: “Se equivocó la paloma. Se equivocaba.” En cambio, nosotros no nos equivocamos al considerarlo todo un creador, un personaje capaz de plasmar su alma de artista en todo lo que hacía, como bien observamos en su firma, un gesto gráfico tan relevante con el que se le identifica socialmente.
Su firma habla por sí sola. Está diseñada con un trazado tan original e impactante que llega a convertirla en una obra plástica personalizada: fue capaz de transformar una grafía académica y establecida en una obra de arte. No hemos de olvidar que él inició su carrera profesional como pintor antes que escritor. De ahí esa facilidad para combinar e integrar pintura y escritura, como bien observamos en algunas de sus obras, convirtiendo las palabras en auténticas imágenes plásticas que danzan dentro de la composición pictórica como un elemento formal más.
Lo que verdaderamente nos llama la atención en su firma son esos largos trazos rectos que, de forma exagerada, rompen los cánones de la escritura convencional que todos hemos aprendido, junto a otro marcadamente curvo y ondulado que corresponde a la inicial de su nombre. Para comprender el significado de este dinámico y original trazado gráfico tenemos que hablar sobre la línea recta y curva, y el mensaje que nos transmiten a un nivel inconsciente.
¿Qué es una línea recta? Una línea es un punto que se proyecta en el espacio y el tiempo. Esta proyección requiere que nuestra voluntad, con toda su energía, se concentre y se mantenga para lograr un objetivo determinado. Dependiendo del trazado, de la posición que tenga esa línea, recibiremos un mensaje u otro. Porque, no es lo mismo una línea horizontal que nos transmite estabilidad, quietud, descanso, paz, que una inclinada hacia la derecha como es el caso de la firma de Alberti que implica dinamismo, sobre todo, realización, materialización, avance, progreso, y proyección sobre el mundo exterior. Nos evoca, además, fuerza, solidez, fuerte intencionalidad y voluntad hacia aquellos asuntos que deseó poner en marcha en cualquier faceta de su vida; recordemos que no solo fue un gran poeta y pintor, también estuvo intensamente comprometido a nivel social y político, siendo un miembro muy activo del Partido Comunista Español.
Los travesaños de su letra “t” se presentan como agujas punzantes que van directas al centro de la diana. Su aguda capacidad de observación le otorgaba gran habilidad para que sus comentarios fueran directos, eficaces y oportunos, no exentos a veces de mordacidad.
Frente a estas cualidades anteriormente mencionadas, nos encontramos con la flexibilidad y adaptabilidad que nos ofrece la curva de su inicial. Este trazado curvo, cargado de expresividad y suavidad, se pone en acción como un movimiento receptivo que va simbólicamente almacenando información, “estímulos externos” por donde transita, adaptándose flexible para después ser plasmados creativamente, tanto en su obra literaria como plástica. Para que esto se lleve a cabo, Alberti requiere que se respete su intimidad, su independencia de pensamiento y acción; un espacio vital imprescindible, como observamos en sus letras desligadas, para que su intuición se exprese entre flashes de inspiración.
La legibilidad de su firma nos permite sin dificultad identificarlo mostrándonos su satisfacción personal por quién es y cómo es, su claridad en intenciones, y su disponibilidad para responsabilizarse de sus actos y sus ideas.
Y con estas breves pinceladas grafológicas, hemos contemplado aspectos psicológicos de la personalidad de este gran poeta desde una perspectiva diferente.