PROTAGONISTAS INOLVIDABLES DE FICCIÓN EN LA NOVELA HISTÓRICA

Sabino Fernández

Es evidente que hay multitud de personajes de ficción en la novela histórica más o menos inolvidables, dependiendo de quién haya sido el lector. De todas formas, sí que existen en el imaginario popular de los ávidos seguidores de este género un grupito de «inolvidables». A veces son protagonistas de la novela, y otras, meros secundarios con tanto peso que han acabado eclipsando al protagonista. Yo aquí sólo pretendo mostrar algunos de los que me resultan imposibles de olvidar, por muchas novelas históricas posteriores que lea.

 Primero se hace indispensable definir qué es un personaje de ficción en una novela histórica. En teoría podrían serlo todos, porque aún si hablamos de Napoleón y ponemos frases en su boca, ideas en su cabeza o sentimientos en su corazón, muchos de ellos serán ejercicios de mera ficción. Por poner un ejemplo: el Akhenaton de EL FARAÓN de Pauline Gedge es, evidentemente, un personaje real, pero todo su desarrollo en la novela es ficción, pues no podemos saber cómo era, qué carácter tenía, cómo hablaba…

Para delimitar el tema, voy a referirme aquí solamente a los personajes que no existieron en la realidad y que son mera imaginación del autor. Los primeros que se me vienen a la mente son tres personajes de SINUHÉ EL EGIPCIO de Mika Waltari. El primero, por supuesto, el protagonista de la novela, Sinuhé. Existió un Sinuhé, al menos conocido, en el antiguo Egipto faraónico, citado en un papiro llamado «La historia de Sinuhé», pero no tiene nada que ver con el personaje de Waltari excepto en el nombre, por lo que puede considerársele un personaje puro y duro de ficción. Sinuhé es un nuevo Ulises, pues de médico real egipcio pasa a ser un desterrado perpetuo que viaja por muchas naciones: Siria, Babilonia, Creta, Jerusalén, Fenicia y el mismo Egipto con todos sus estados satélites. Arruinado por una mujer y acompañado por un fiel esclavo, con el que juega el papel de Quijote mientras el esclavo es Sancho en muchas ocasiones, el leal Sinuhé acaba siendo más fiel a su país que a su señor.

Sinuhé es un hombre íntegro, siempre entregado a su profesión y atormentado por sus errores, humanos al fin y al cabo. Pero una de las secundarias de esa novela que resulta inolvidable es la cortesana que acaba arruinando la vida de Sinuhé. Bajo el hechizante nombre de Nefernefernefer se oculta una maquiavélica y malvada mujer que no sólo arruinará económicamente a Sinuhé, haciendo que venda hasta su más mísera posesión por obtener sus favores, sino que conseguirá la total denigración moral del protagonista hasta el extremo de dejar a sus padres sin la vida eterna, quizá la más grave infracción en el Egipto de la época.

 Nefernefernefer tiene una maldad innata, que disfruta llevando a la máxima degradación a sus amantes, en este caso Sinuhé, pero que a la vez tiene un atractivo irresistible que hace que sea el prototipo de mujer fatal en todo el sentido de la expresión. El tercero en discordia en esa novela es Kaptah, el esclavo-criado-amigo de Sinuhé, pues representa las tres facetas. Es, como ya señalé, la antítesis de Sinuhé, y el perfecto Sancho del Quijote protagonista. Lleno de humor, con amor por la vida fácil y sin complicaciones, amante de la buena comida, deshonesto, pero poco, como reconoce el propio Sinuhé, representa el papel mundano, más preocupado de los sentidos que de lo espiritual.

 Otra novela clásica es BEN HUR de Lewis Wallace y, por supuesto, el personaje en cuestión es el protagonista de la novela, Juda Ben Hur, quien pasa de príncipe judío, bien relacionado con la aristocracia romana, a esclavo en galeras por un malentendido y luego a auriga de éxito en Roma, para acabar amansando su indómito carácter gracias a su conversión al cristianismo y a una mujer de esta religión con la que acaba casándose. Su historia es el recorrido desde la arrogancia, la buena vida y la superioridad hasta una caída a los infiernos, para resurgir de ellos con una rabia vengativa y la supresión de ese deseo maligno gracias a la redención cristiana.

 Evidentemente el protagonista es un producto del tiempo en que la novela se escribió, finales del siglo XIX, en el que el proselitismo cristiano y el romanticismo reinaban en las novelas históricas. De todas formas, resulta un personaje inolvidable, ya sea por la novela, regular en cuanto a calidad, como por la posterior película, llena de espectacularidad.

Un personaje muy similar es el de Benasur de Judea de la serie de cinco novelas de Alejandro Núñez Alonso. Benasur es un comerciante judío que se enriquece con el comercio marítimo, minero y especulativo, al más puro estilo de un brocker de la bolsa actual, y que finge lealtad a Roma pero que, en realidad, pretende arruinar en lo posible al Imperio Romano. Sin embargo, su contacto con Jesús y sus apóstoles hace que cambie por completo su carácter, frío y especulativo, por uno piadoso y dócil.

 Para concluir este breve recorrido por personajes ficticios, que probablemente tenga que tener una segunda parte, voy a citar otros dos muy conocidos de los lectores. Los dos son los personajes principales de EL NOMBRE DE LA ROSA de Umberto Eco. El monje detective es Guillermo de Baskerville, personaje que ya en el nombre homenajea a dos personajes: uno el filósofo, también franciscano, Guillermo de Ockham, de cuya famosa “navaja” se vale el protagonista para muchas de sus deducciones, y el otro, probablemente, el personaje que da nombre a uno de los relatos de Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle (El perro de los Baskerville).

 Y es que nuestro protagonista es un monje franciscano poco apegado al rigor benedictino o dominico, más cercano a la filosofía escolástica de Ockham, y también un detective a lo Sherlock Holmes que aplica los métodos del afamado personaje creado por Doyle. Arrogante, pero eficaz, se pavonea como Holmes ante el doctor Watson, si bien Guillermo de Baskerville lo hace ante el otro protagonista de esta novela, Adso de Melk. Esta vez, en lugar de un doctor indagador, Adso es un novicio, igualmente fascinado por su maestro, que descubre en la novela tanto el talento de su preceptor como el amor y las rudezas de la vida. En una palabra, el joven Adso madura durante el proceso, pasando de niño a adulto. Además, Adso ve lo ocurrido en la novela como narrador en la vejez de esa experiencia de juventud, lo cual le da una perspectiva con los años. En EL NOMBRE DE LA ROSA la arrogancia de Guillermo se contrapone con el desconocimiento que de la vida tiene su pupilo, que acaba recibiendo de aquél una lección sobre la existencia.

Para otro artículo quedan muchos de los innumerables personajes que nos vienen a la memoria cuando hablamos de una novela histórica.

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