PERSONAJES INOLVIDABLES DE LA NOVELA HISTÓRICA

Sabino Fernández

certamen novela historicaSuele ocurrirnos en todos los ámbitos del arte que algunos personajes permanecen en nuestra memoria a pesar de las muchas pinturas, muchas obras de teatro, muchas películas o muchas esculturas que veamos. El ser humano tiende a crearse estereotipos y cualquier circunstancia que nos impresione puede dejarnos marcados para siempre. Por supuesto estos personajes no son comunes a todos nosotros en todos los casos, aunque existen algunos que podríamos denominar universales. Así es difícil que imaginemos una escultura de David distinta de la de Miguel Ángel, un arqueólogo buscatesoros que no sea Indiana Jones, un hombre celoso distinto de Otelo, o unas meninas diferentes a las pintadas por Velázquez.

En la novela ocurre lo mismo: son inolvidables personajes como Don Quijote, Sancho Panza, el «bicho» de la Metamorfosis de Kafka, el Drácula de Stoker, el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley, el Aureliano Buendía de García Márquez, y tantos y tantos otros. La novela histórica, a veces ayudada por el cine y la televisión, ha consagrado también a personajes que son difíciles de olvidar. Seguro que todos los que voy a citar son conocidos por la mayoría de los lectores de novela histórica y seguro también que se me quedarán muchos en el tintero (en este caso en el disco duro), pero es imposible citarlos a todos.

Algunos de los citados serán personajes que existieron en la realidad, pero que, gracias al saber hacer de los autores, han sido «convertidos» por la magia de la novela en lo que el mismo escritor ha querido. Otros, sin embargo, son personajes ficticios que entraron en la novela histórica para cumplir una función no siempre de protagonista, pero que acabaron teniendo tanto carisma que fueron adoptados por muchos escritores posteriores como arquetipo.

Sin más dilación pasemos a citar a algunos de ellos:

claudioEs difícil no empezar por un emblema de la novela histórica como es Yo, Claudio de Robert Graves. En ella son varios los personajes totalmente inolvidables, pero sin duda su protagonista Claudio es el más paradigmático. Claudio es un torpe, malformado, tartamudo, tenido por idiota y que gracias a estas «cualidades» sobrevive a una turbulenta época en que ser destacado, tenido por inteligente o avispado y ser buen mozo, podrían acarrearte la muerte. Se le muestra totalmente carente de personalidad, dominado por libertos y mujeres, adulador y rastrero. Pero bajo ese fondo esconde una personalidad no tan débil, no tan torpe, no falta de inteligencia y talento. Éste es el Claudio que nos retrata Graves. Puesto que Claudio existió verdaderamente, siendo el cuarto César de Roma, es difícil saber si todos los parámetros son ciertos, pero el personaje está tan bien construido que nos los creemos a pies juntillas. En la novela no deja de haber otros personajes increíbles y difíciles de olvidar como una maquinadora y malvada Livia, un introvertido y taciturno Tiberio, un artero y traicionero Herodes Agripa, un loco y caprichoso Calígula…

Otra novela mítica es Sinuhé el egipcio del finlandés Mika Waltari. Aquí aparecen, al menos, tres singulares personajes. Sinuhé, prototipo de médico con escrúpulos, que hace todo por sus pacientes y que sería imitado en muchas novelas posteriores. También su fiel criado Kaptah, astuto, amante del dinero y mucho menos idealista que su señor, que, cual Sancho Panza, mantiene al Sinuhé quijotesco pegado a la tierra, sería muy imitado en criados, servidores o esclavos graciosos, pragmáticos y fieles. Otro tanto ocurre con la malvada Nefer-Nefer-Nefer, terrorífica «femme fatale» que engatusa al médico hasta hacerle vender todos sus bienes materiales e incluso los espirituales, como la posteridad de sus propios padres que en el antiguo Egipto significa su embalsamamiento.

El Nerón caprichoso, presumido, sin escrúpulos, más amante de la música y los halagos que del bien común, que no duda en incendiar Roma para crearla a su imagen y semejanza y mandar crucificar a los inocentes cristianos como castigo por un crimen no cometido, es el que retrata Quo Vadis de Sienkievicz y que nos ha quedado como imagen idealizada del emperador romano, fuera o no ésa la verdad, que biógrafos actuales tratan, sin éxito, de corregir. Tal es la fuerza de personajes novelescos.

Sin embargo, el Adriano que nos retrata Margarite Yourcenar en sus Memorias de Adriano es un ser sensible, amante de las artes y los viajes, admirador del mundo griego y los efebos, pacífico y soñador, en fin, un excelente príncipe. Todo ello a pesar de que por las fuentes se sepa que acabó odiado por el pueblo y el senado romano y que gracias a la intervención de su sucesor Antonino no fue tirado al Tíber. Comenzó su reinado con el asesinato de todos sus enemigos senatoriales, que no tenían muy claro su nombramiento como heredero de Trajano y que lo dominaron más sus pasiones personales que el bienestar de su nación.

nom-de-la-rose-1986-06-gEn El nombre de la rosa de Umberto Eco, es su protagonista Guillermo de Baskerville, un fraile investigador, paradigma del hombre sensato, moderado, minucioso, ingenioso y agudo detective medieval, el que sería imitado hasta la saciedad en multitud de novelas posteriores. Sus conocimientos en varios campos como la literatura, la filosofía, la medicina, sus dotes deductivas a lo Sherlock Holmes, complementado por su doctor Watson en el personaje de Adso de Melk, un joven novicio enamoradizo, hacen de él otro de nuestros inolvidables.

Es en este caso un personaje secundario como Lancelot, quien quedará desmitificado si les da por leer las Crónicas del señor de la guerra de Bernard Cornwell. Es este Lancelot un cobarde, un rastrero, un traidor y un aprovechado, que, lejos de mostrar fidelidad a un Arturo, tampoco muy convencional, le pone los cuernos con una Ginebra, que, como dice el refrán popular, es más puta que las gallinas. El Lancelot desprendido, altruista, fiel a pesar de su infidelidad, con grandes escrúpulos solo vencidos por el amor, valiente y tenaz defensor de su rey, que las crónicas medievales trasladaron hasta nuestros días, me temo que no lo van a encontrar en esta magnífica trilogía de novelas. Tampoco la Ginebra de aquí es la fiel esposa que sucumbe solo ante los poderes imparables del amor, sino una mujer interesada, artera y con muy poco amor por Arturo.

Por último, citaré a una autora española que creo que se merece estar en este pequeño repaso. Y eso se debe a que Ángeles de Irisarri en su El viaje de la reina crea un personaje difícil de olvidar en la reina Toda de Navarra. Fuerte, testaruda, mandona, con gran carácter, que eclipsa el de los reyes García el Temblón de Navarra o Sancho el Gordo de León e incluso el de Abderramán III de Córdoba. Irisarri hace de Toda un personaje entrañable a pesar de sus regruñidos constantes, de su vejez y sus achaques, gracias a su fuerza mental y a su poder de intriga.

Deseando estamos los lectores de encontrarnos con más de estos personajes inolvidables y los escritores de crear uno que al menos dure una generación en la mente de quienes los leen, pues de personajes en el olvido está llena la literatura.

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