LA NOVELA HISTÓRICA FIEL A LA HISTORIA

Sabino Fernández

Los-5-descubrimientos-mas-importantes-de-la-historia-2Es vieja la polémica de si una novela histórica debe atenerse estrictamente a la realidad histórica o puede permitirse ciertas «licencias». Son muchos los lectores de novela de este género, en cuyo lote me incluyo, que exigen un rigor y, cuando menos, una verosimilitud para poder calificar una novela como incluida en los parámetros de esta clasificación.Batalla de Poitiers.

Sirvan por tanto estas pocas líneas como homenaje a aquellos que no se dejaron vencer por los cantos de sirena de la especulación pura y dura y del éxito comercial y, fieles a lo que debe ser una novela del género histórico, se documentaron y exprimieron su intelecto en la búsqueda de personajes verosímiles y acordes con su época.

Téngase claro que no pretendemos un tratado de historia ni una biografía árida del protagonista en cuestión, sino simplemente una novela. Simplemente, o nada más y nada menos que una novela, como ustedes quieran, pues es más difícil crear personajes ficticios que se atengan a la realidad que describir con mayor o menor acierto esos mismos personajes.

Por ello me van a permitir un breve recorrido, espero que sustancial, por aquellas obras que, siendo fieles al concepto de novela, no dejaron de tener el rigor y la documentación precisos para considerarse verdaderamente históricas. En el pequeño recorrido, por supuesto, intervienen mis gustos personales, de los que uno por más que quiera no puede librarse, mal que le pese.

5-descubrimientos-que-desmienten-la-historia-2No se puede empezar el periplo sin comenzar por el Yo, Claudio de Robert Graves, que, ¡oh  paradojas de la vida!, fue acusado en su época de seguir en demasía las fuentes (Suetonio, Tácito y Dión Casio), como si eso fuera un defecto. Yo, Claudio y su continuación Claudio el dios y su esposa Mesalina son un claro ejemplo de cómo se puede aunar el rigor histórico y crear unos personajes inolvidables de auténtica novela de ficción. Las personalidades de Claudio, Mesalina, Livia, Agripina y otros más son realmente inolvidables, tanto que es difícil a los escritores actuales deshacerse de los clichés creados por el propio Graves. El mismo autor repite otra obra de arte en El conde Belisario, donde funde realidad y leyenda, haciéndolo tan verosímil que uno casi llora al ver el desagradecimiento con que es tratado el protagonista y vive tanto sus desventuras que se ve transportado a la espléndida corte de Justiniano y Teodora.

Otro emperador romano retratado magníficamente es Juliano en la obra de Gore Vidal Juliano el Apóstata. La ideología sexual, política y filosófica del autor no empañan para nada la magnífica recreación de la época y conflictos que envuelven el entorno en que se desarrolla la novela, siendo otro ejemplo de novela histórica «per se».

Más complicado resulta para un autor occidental recrear la forma de vivir, pensamiento y filosofía de culturas lejanas. Sin embargo, Jean Levi lo hace a la perfección en El gran emperador y sus autómatas, donde se describe una China bajo las luchas intestinas de los numerosos reinos, primero, y bajo la tiranía de Huang Di, después, todo ello sin perder el carácter novelesco ni el trazado de la complicada personalidad del emperador-déspota, además de hacer una reflexión sobre las tiranías de todas las épocas.

Similar trabajo, o aún mejor, hace Pauline Gedge en su magnífico Faraón donde, ateniéndose estrictamente a lo que se sabe de Akhenatón, traza una especulación sobre su vida sencillamente impresionante. Seguramente, el faraón hereje no fue así, pero debería haberlo sido, tal es la fuerte personalidad que le imprime la autora.

MTAyNHg3Njg12196806_12197594Otras veces unas pinceladas acertadísimas de la época evocan, como en un cuadro impresionista, un verdadero «momento» que sitúa al lector en pleno ambiente del siglo que se recrea. Tal es el caso de El romance de Leonardo de Dmitri Merezhkovski, que, sin crear personajes inolvidables, sí que crea un contexto inolvidable.

En otros casos, grandísimas novelas simplemente cumplen los criterios de rigor histórico y documentación exhaustiva, pero habrían sido grandes obras incluso ambientadas en el planeta Saturno. Tal ocurre con El puente de Alcántara de Baer, la mejor muestra de la convivencia de las tres culturas en la Hispania medieval o con Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar, verdadero ejemplo de la intimidad y la reflexión en una novela.

No puedo acabar el pequeño recorrido que me he propuesto hacer sin citar a ningún autor español, no por imperativo del nuevo Ministerio de Igualdad, sino por estricta justicia. Muchas podrían ser las novelas merecedoras de una cita como Ardashir de Olalla García, El mozárabe de Adalid, Nunca vi muerte tan bella y Rey de extraña nación de Díaz Huder y otros muchos. Sin embargo, voy a destacar El viaje de la reina de Ángeles de Irisarri, que, sin salirse de los cánones de la época en que está encuadrada la novela y de los datos que de los personajes conocemos, ha sabido conferirles una personalidad singular, cómica a veces, como en el caso del inolvidable y gordísimo rey Sancho; feminista otras, como en la marimandona reina Toda de Navarra; timorata en otras ocasiones, como en la del temblón rey navarro, pero siempre fresca y dinámica.

Eso es la novela histórica: primero novela y luego Historia. Ninguno de los dos componentes se puede obviar. Lo demás son fuegos de artificio con ventas millonarias. Tan solo, y tristemente, eso.

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