PORQUE CAZANDO UN CONEJO
SE LE DURMIÓ LA MANO
José Guadalajara
Un soneto a lo clásico, emulando los viejos títulos barrocos. Y la procacidad de don Francisco de Quevedo.
Esa mano atrevida y forastera,
en la ingle de tu bosque agazapada,
acechando en la inquieta madrugada
sobre el monte de tu honda madriguera,
recorre con un dedo la frontera
que separa el orgasmo de la nada.
Mas el sueño le tiende una emboscada
y todo lo trabuca a su manera.
Esclavo de nocturnas poluciones,
soñando cacerías bien temprano,
un conejo avista a trompicones.
Alza la escopeta, apunta ufano
y, en el valle de sus ensoñaciones,
el gatillo se le durmió en la mano.